jueves, 19 de agosto de 2010

LA COLUMNA DE GUILLERMO GIACOSA . Otras glorias de la British Petroleum


La British Petroleum –que ha pasado a ser casi una mala palabra en EE.UU. debido al derrame de petróleo en el Golfo de México– no es, como la buena gente suele pensar, una empresa intachable que en un mal momento cometió el error que todos conocemos en el país donde equivocarse podía costarle muy caro –y como, de hecho, le está costando–. La British Petroleum, a quien durante la guerra de Irak se le solía llamar 'Blair Petroleum’ por los buenos contactos que el ex premier inglés realizó a favor de la empresa, tiene frondosos antecedentes en esto de jugar con fuego y de hacer equilibrio en los límites de lo permitido. Nació con otro nombre: Anglo-Persian Oil Company hace ya más de un siglo y durante mucho tiempo extrajo el crudo iraní casi gratis hasta que el primer ministro del país saqueado, Mohamed Mossadegh, decidió nacionalizar la industria petrolífera. La respuesta fue brutal: ingleses y estadounidenses apoyaron el derrocamiento del gobierno de Irán (1941) y colocaron en su lugar a quien luego todos conoceríamos como Reza Pahlevi, el 'Shahansha’ ('Rey de reyes’) de Irán o 'Aryamehr’ ('Luz de los arios’), quien impuso una dictadura tan férrea como brutal con uno de los servicios secretos más eficientes e inescrupulosos de la historia: la SAVAK. Este organismo llegó a contar con 60,000 miembros y la lista de sus víctimas es incontable. Antes de iniciarse la década de los ochenta, el Sha fue depuesto por el movimiento clerical que encabezaba el ayatollah Jomeini y desde entonces son sus sucesores –con una fachada política no religiosa– quienes continúan en el poder y siguen, naturalmente, enfrentados con los intereses de Occidente.

La BP, que en 2009 tuvo ingresos por 327,000 millones de dólares, estuvo vinculada al derrocamiento del primer ministro Mossadegh y si bien actualmente ha variado sus métodos y su marketing, sus resultados, si nos atenemos a lo acontecido en el Golfo de México, no son de los más felices. Hoy su logo tiene flores verdes y amarillas y anuncia, en su publicidad, que ellos están avanzando “más allá del petróleo”.

No se sabe cuánto más allá, aunque sí se sabe que en 2005 su refinería en la ciudad de Texas estalló dejando 15 muertos y 170 heridos. Y que, en 2006, un oleoducto de BP en Alaska derramó 200,000 galones de crudo, provocando lo que la Agencia de Protección Ambiental denomina “el mayor derrame ocurrido en Alaska”. BP recibió una multa de 60 millones de dólares por ambos desastres. En 2009 la Administración de Seguridad y Salud Laboral multó a BP por otros 87 millones de dólares por la explosión de la refinería. La Secretaría de Trabajo dijo: “BP permitió que cientos de potenciales peligros continuaran sin ningún tipo de disminución… La seguridad laboral es más que una consigna. Es la ley”.

La pregunta que queda flotando entre quienes observamos conductas tan arriesgadas como las de BP es sencilla e inocente: ¿Todo negocio que exceda determinadas cantidades de dinero impulsa, necesariamente, a comportamientos ajenos a la ética?

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