martes, 17 de marzo de 2020

No hay problema, ninguno. No existe razón para retirarse del juego.


“Todos tenemos el alma rota. Todos hemos enfrentado una situación dolorosa producida por el rechazo de alguien o, peor aún, por haber visto partir a alguien a quien amamos. Pero esas roturas han sabido ser menguadas en el dolor por la misma rutina del día a día y porque hemos tenido gente maravillosa a nuestro alrededor. Gente a quien querer, las cuales también nos quieren. El tiempo casi siempre no ha sido complaciente con uno. Este ha corrido de manera maratónica y hoy amenaza con llevarse a esos seres queridos que supieron y aún saben amarnos, muchos más en nuestros momentos más difíciles. Quizá hoy es momento de establecer nuevos vínculos, de buscar personas que nos quieren y a quien nosotros también queramos. Hoy creo con mucha seguridad que es el momento de entender la vida, de saber negociar, de no ponernos en una situación difícil porque simplemente podemos terminar con las manos vacías; y así regresar al mismo punto de partida, pero con más años de edad. Falta un grito de alegría, ya es hora de hacerlo. El tiempo ahora se muestra nada bueno, parece que es un atardecer de invierno, esos en que rápidamente se oscurece el cielo y llega la noche. No me doy por vencido, parece todo lo voy a alcanzar, e inclusive más de lo que creo. Voy a agradecer a Dios y al destino que de una vez por todas me muestren mi futuro. Los días son más cortos y poco a poco quedaremos pocos, y ahí estaremos los dos y algunos más iniciando una nueva vida y rogando que esta nos dé más vida para seguir luchando por quienes para ese entonces estarán bajo nuestra responsabilidad. Hoy acepto, a puertas de una nueva etapa en mi ser, que existen los ciclos en la vida, por tanto es casi seguro que en un abrir y cerrar de ojos seré yo quien sepa consolar a los míos por fracasos académicos o decepciones amorosas”

Hoy la tarde se oscureció: eran las 14 horas y 30 minutos y parecía que estábamos cerca del anochecer. Era un lindo día, viernes 13. No soy supersticioso, ¿pero que dicen ustedes?, mucha coincidencia, ¿verdad? Hoy las cosas no parecían como antes: ella ya no se comunicaba conmigo y en la mesa, a la hora de almuerzo, con papa y mama ya no sonreíamos. La vida ya no se veía como antes, temíamos de la rapidez con que se pasan los días, meses y años. Por ahí, alguien, según informaciones, había pronosticado que era el último día del mundo. No sé de donde salió esa locura, pero nos tocó vivir el día con esa idea. Esa tarde, con apariencia de noche, me regresaban a hace algunos años atrás en la misma ciudad, mi ciudad, y en mi misma casa, cuando pensaba que el mundo se me venía encima porque no encontraba empleo, además que no encontraba la forma de conquistar a esa linda chica que veía todas las mañanas muy temprano, y con quien cruzábamos algunas sonrisas, que para mí eran alentadoras. Cuando pensaba que las cosas no andaban bien, como yo quería, aparecían frente a mí los rostros de papa y mama, y yo comprobaba que todo andaba bien, que ellos aún estaban a mi lado para contrarrestar los malos momentos. Hoy vi sus rostros, después de tomarnos él té, y sentí que los tres estábamos parados sobre la misma línea para luchar contra todo lo malo que se presente. Luego, mientras mama traía la fruta y mi papa me comentaba de la política del país, pude saber que no estaba solo en la vida, los tenía a ellos. Es que los tres supimos caminar juntos, sin el mayor temor de caernos, desde el día en que nací. En ese momento mama me llevaba en los brazos y otras veces papa lo hacía también. Cuando fueron pasando los años, seguíamos andando los tres: ellos llevándome de la mano y con los años yo llevándolos también. Fue en el almuerzo que los miré y me di cuenta que aún estaban ellos para darme fuerzas y buenas vibras. Tengo la suerte que ellos ya estén mejor de salud, ya que a fines del año que pasó Mama se cayó de la silla, cuando se paraba de la mesa, luego de cenar; y Papa, por hacer un esfuerzo de agacharse a recoger un objeto que cayo debajo de la cama, se lesiono la columna. Lo que vino después fueron una serie de chequeos médicos  y descubrimos que  algunos males propios de la edad se quedarían con ellos y se incrementarían. No se por cuánto tiempo más, pero   pasaron las horas y el mundo no se acabó, solo el día. Quizá esos pronósticos estaban equivocados y el mundo continuaría hasta no sé qué fecha. Ya echado sobre la cama y mirando el techo de mi habitación- como casi siempre lo hago- pensaba en cuantas tardes ya había experimentado algo de depresión, pero al final de cada día terminaba vivo. Hay retos muy grandes porque luchar aun. No sé a quién me enfrentare a lo largo de lo que me queda en la vida, pero por lo pronto empezare a hacerlo con buen estado de ánimo. La chica que conocí hace 5 años, de la cual hablaba, no fue un amor a primera vista, lo tengo claro, pues no creo nadie   se enamore tan rápido, pero me obsesione con ella y en las noches que pase pensando en todo eso origino que escriba algunos ensayos que hice para mí mismo. Eran declaraciones de amor, no valían de mucho, no pensaba mostrárselas a ella ni a nadie. Una tarde, después de ya estar conversando regularmente con ella, me contó que estaba a punto de casarse, fue como un bandazo de agua fría escuchar eso de ella. Cuando volví a casa me dirigí, una vez más, al baúl de los recuerdo de mi mente y analice la situación. Hay posibilidades de no salir perdedor del todo en cada día de la vida, pero tampoco siempre no se es ganador. Si no es ella, de seguro ya se presentaran otras oportunidades, a pesar que el tiempo me está llevando ventaja en la carrera de la vida. Pronto me encontrare con ese alguien que se sentara junto a papa, mama y yo en la mesa para intercambiar sonrisas, anécdotas y, sobre todo, para iniciar su participación en lo que resta de mi vida.


pAnChItO