miércoles, 11 de agosto de 2010

LA COLUMNA DE GUILLERMO GIACOSA . Las armas nucleares son ajenas al sexo y al color


Según las neurociencias, los colores de la piel no tienen nada que ver con la estructura del cerebro. Es decir que amarillos, blancos, cobrizos y negros –por orden alfabético– poseen un cerebro que, visto sin el cuerpo al que pertenece, no nos dice cuál es el color de la piel de su propietario. Entre hombres y mujeres existen ciertas diferencias que nada tienen que ver con una mayor o menor capacidad intelectual. Ambos pueden ser igualmente brillantes como Indira Gandhi y Nehru, e igualmente peligrosos como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, o igualmente cretinos como Sarah Palin y George W. Bush. Los hábitos creados por nuestra civilización hacen que muchos se entusiasmen cuando una mujer o una persona no blanca acceden a la más alta magistratura de un país donde los machos blancos han sido el grupo dominante. Uno cree, equivocadamente, que el color de la piel o el sexo determinarán políticas diferentes a las tradicionales. Por desgracia no es así. Ni el color de la piel ni el sexo vacunan contra la alienación, y mucho menos habilitan para obrar contra los poderes fácticos que, al manejar la economía, manejan, más allá de la política, los hilos del poder real.

El presidente Barack Obama, a pesar de su piel más oscura, su simpatía personal, su formación profesional y otros atributos igualmente positivos, actúa de la misma forma que hubiera actuado cualquiera de los machos blancos dominantes y belicosos de la gran tribu gringa. Para colmo, la actual encrucijada histórica puede colocarlo en la incómoda situación de que el 'poder real’ lo obligue a utilizar armas nucleares. No es imposible y no está lejano. Ojalá no ocurra. Pero cuando los seres humanos actuamos cegados por la codicia y la obsesión del poder, la paranoia nos idiotiza y terminamos obrando incluso contra nuestros propios intereses.

Imaginar el después de un artefacto nuclear disparado contra algún punto de la geografía iraní resulta abrumador. Seguramente generará, en el mundo musulmán, un estado de descontrol e ingobernabilidad imposible de solucionar a fuerza de más bombas atómicas. Impulsará una protesta a nivel internacional sin precedentes y, como para que nadie se sienta libre de esta aventura, producirá una contaminación radiactiva con las consecuencias para la vida en el planeta que todos sabemos.

Podría pensarse que el anuncio de Obama de retirarse de Irak es una buena noticia que anula esta dramática posibilidad. No es así y no lo es porque en realidad la retirada de tropas de Irak solo reducirá el número de las que combaten en ese país y Afganistán: de 177,000 actualmente a 146,000 en septiembre, es decir, menos del 20%. El objetivo real de estos cambios es tranquilizar transitoriamente al electorado gringo y estrechar el círculo destinado a ahogar geopolíticamente a los dos enemigos potenciales que Estados Unidos considera como la amenaza del futuro: China y Rusia.

El futuro, en todo caso y regresando al principio, no depende ni del color o el sexo de quien gobierne.

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