martes, 29 de septiembre de 2020

PARTICIPANDO EN EL JUEGO DE LA VIDA

 

Me es difícil explicarlo con tantas palabras, además que terminaría enredándome con eso. Simplemente los extraño mucho. Llevo ya casi 15 años trabajando de esta manera: viajo a otras ciudades y en algunas ocasiones por largas temporadas establezco residencia en alguna de ellas. La última vez solo volví a casa por 5 días, los cuales se pasaron rápido resolviendo pendientes adentro y fuera. Aquella alegría por estar de nuevo en casa me volvió a atrapar de tal manera que no quise pensar que volvería a salir lejos para trabajar. Hoy llevo ya casi una semana lejos de mi casa, de mi ciudad, y sobre todo de mis padres. Mi trabajo es así, no tengo dudas que esto lo haré por mucho tiempo más. Pero siempre me asalta una tristeza cuando pienso en mis padres y me preguntó que estarán haciendo. Si en verdad estarán bien, o solo me lo dicen así -cuando los llamó por teléfono- para no preocuparme y así este tranquilo a lo lejos. Mi hermana está en la misma ciudad que ellos y, a pesar de su trabajo, a diario los visitas. Sé que si algo malo sucedería, ella ya lo estaría resolviendo de la mejor manera y si fuera muy necesario, me llamaría para que yo con motivo de aquella emergencia viaje inmediatamente ahí. Después de todo ese análisis que acabo de hacer, me tranquilizó porque sé que mis padres están bien. Luchar a diario contra la tristeza de estar lejos de ellos y no poder apartar de mí la añoranza de estar otra vez en casa son sentimientos que me hacen  débil por momentos. El mejor consejo que mis padres me dieron desde que empecé en esta carrera y se acercaba mi primer viaje fue: "Es tu trabajo, para eso estudiaste. Un día nosotros partiremos de este mundo y tú no puedes haber sacrificado tu futuro por estar a nuestro lado. Además, tienes que pensar que en un futuro tendrás una familia que mantener" Pero a pesar de todo eso y que más prevalece en mí el lado sensato de la vida, nunca dejo de extrañarlos. También se me ha metido en la cabeza una idea que por momentos me provoca temor: “que algún día estando lejos me den una mala noticia sobre mis padres”. Ellos ya son de edad avanzada, los años ya les pesan. El año que pasó mi madre se cayó cuando se paraba de la silla terminando de cenar, y mi padre unos días después tratando de recoger un objeto que cayo debajo de la cama se produjo una distensión muscular. Felizmente todo fue cuando estábamos mi hermana y yo en casa, y pudimos rápidamente atenderlos. A los pocos días tenía que volver al trabajo, tenía que viajar; me fui preocupado, felizmente no pasó nada malo en mi ausencia. Las cosas las tengo claras. Tengo que hacer mi vida. Tengo que trabajar y pensar en mí futuro, aunque siempre me pregunto por qué me toca estar lejos cuando ellos más necesitan de mí. Los días van pasando, en ellos veo amaneceres y atardeceres. El trabajo y los compañeros hacen que las horas se pasen volando y seguro en menos de lo que pienso me tocará volver a mí ciudad, a mi casa y ver a mis padres. Luego volveré a partir y esa sensación de nostalgia por estar con ellos volverá a demolerme. Solo Dios sabe que sucederá. Yo solo espero que las cosas que sucedan en un futuro sean mejores de lo que imagino y que mis padres sigan ahí para mí.

He amanecido en Lima, la madrugada en que me toco llegar era fría, aun no parecía que en dos días se iniciaba la primavera. Pero nada como ese frio insoportable de la ciudad de dónde vengo. El viaje no fue largo, dormí toda la noche, ya no tuve pesadillas. Parece la tranquilidad de saber que volvía a casa y vería a mis padres. Llego a casa, es muy temprano, sin embargo, papa y mama se levantan a saludarme. De lejos nos hacemos gestos de cariño, pues recién llego y temo poder traer de afuera conmigo algún agente infeccioso mortal para ellos. Más tarde tomamos desayuno, parece todo ha vuelto a la normalidad. Los encuentro bien de salud, aunque durante el transcurso de la conversación me van contando algunas anécdotas no tan buenas que les sucedió en estos días. He llegado a tiempo, es cumpleaños de papa, así que por la tarde estamos reunidos con mi hermana celebrando a papa con una torta .Nos tomamos fotos para el recuerdo. Siempre llevo conmigo una sensación de preocupación, ya que calculo el tiempo que resta ya no es el mismo de hace muchos años atrás. La vida es la vida. Sin embargo, esa noche la pasamos bien.

 

Ya llevo casi 6 días en Lima, estos se han pasado rápido con tantos pendientes que siempre hay. Me queda menos de la mitad de los días que ya estuve y veo que hay suficiente tiempo para resolver las cosas. Hoy papa amaneció con la presión arterial alta, no habia un motivo para que este así. Ya tomó sus medicamentos, hablamos por teléfono a la clínica, parece que todo mejoro, que esa situación ya está controlada. Papa se siente mejor y se dirige a su habitación, se queda dormido. Mama ve la televisión, mientras yo reviso algunos documentos en la mesa del comedor. Encuentro mi reserva de viaje para volver al trabajo. Los veo de lejos a uno por uno y vuelvo a recordar sus consejos. Debo de partir. Felizmente mi hermana me comunica que consiguió una enfermera para ambos, ella es una persona de mucha confianza de quien la recomienda. Ya sé que a lo lejos volveré a sentirme triste y preocupado por su salud. Han pasado tantos años y las cosas lógicamente ya no son iguales, aunque yo sigo queriendo que todo siga igual para que ellos me sigan esperando en casa cada vez que vuelva para siempre contarles algo de mí y pedirles algun consejo.



pAnChItO