martes, 24 de agosto de 2010

LA COLUMNA DE GUILLERMO GIACOSA : Las guerras gringas (I)

Dicen que se van pero se quedan. Así como antes dijeron que serían recibidos en Bagdad con flores y aplausos, ahora anuncian que se retiran pero, en realidad, se quedan. Costaría comprender a los gringos si uno ignorara la importancia mediática de las grandes palabras o los gestos teatrales. Se podría coronar la suma de falsías que fue el trágico sainete interpretado por los Estados Unidos en Irak, con los gritos entusiastas de algunos de sus soldados al salir del infierno e ingresar a Kuwait: “Ganamos”. Ni Maradona se hubiese permitido semejante alteración de la realidad luego del cuatro a cero con Alemania. Mientras algunos soldados parten rumbo a sus hogares, llevando consigo una carga potencial de alteración mental parecida a la dinamita, otros seguirán la guerra en Afganistán que es, según Obama y sus asesores económicos y de seguridad, el foco más poderoso de irradiación del terrorismo. Los que se quedan en Irak son muchos: 56,000. Lo curioso y ligeramente incomprensible es que los que se fueron eran 'tropas de combate’ y los que se quedan son instructores que, además, tendrán a su cargo 'acciones antiterroristas’. A pesar de haber hecho el servicio militar en la Argentina, siempre consideré el lenguaje de los uniformados como un galimatías. ¿Los que se quedan para combatir el terrorismo son tropas de combates o se trata de un batallón de cocineros y costureras que enfrentarán la violencia de los terroristas con agujas y cucharones? Una vez más los malditos eufemismos que llaman 'daños colaterales’ al asesinato de civiles o 'muerte por fuego amigo’ cuando un soldado mata a un compañero. ¿Tendrán amigos las balas, los misiles y las granadas? Es posible: el mundo de las guerras gringas es más sorprendente –aunque menos inocente– que Alicia en el país de las maravillas.

Me preocupa también saber en qué artes se capacitará a los discípulos iraquíes. ¿En el arte de confundir una alegre boda con una tenebrosa reunión de fabricantes de bombas caseras? ¿En el arte de torturar y burlar la dignidad humana que tan magníficamente se lució en las fotografías de los prisioneros de Abu Grahib? ¿En el arte de disparar a un hotel que aloja periodistas por confundir el teleobjetivo de una cámara fotográfica con un lanzamisiles o algo parecido? ¿En el arte de aterrorizar mujeres y niños? ¿O en el arte supremo de la mentira diciendo que Irak poseía armas que no tenía o que mantenía relaciones con un Bin Laden a quien Saddam detestaba? Hay mucho para aprender, sin duda, y ojalá que no lo aprendan, pues con los antecedentes que tienen, los socios iraquíes de EE.UU. podrían superar a sus maestros.

Lo que sí debo admitir es que los gringos son buenos para poner nombres, y si bien este extraño fin de guerra debiera llamarse 'Lo que el viento se llevó’, ellos le han puesto 'Nuevo amanecer’. Supongo que se refieren a los que vuelven a su país. También era bonito el nombre con que se iniciaron las acciones bélicas: 'Libertad iraquí’. Se referían, por supuesto, a los presos políticos de Saddam.

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