martes, 31 de agosto de 2010

LA COLUMNA DE GUILLERMO GIACOSA : Las guerras gringas (III)

El británico Robert Fisk ha sido uno de los periodistas que más y mejor ha informado sobre la guerra en Irak. Resumiré su artículo titulado 'Ahora dicen que ganaron’ publicado en The Independent de Gran Bretaña. “El primer hombre al frente de la primera unidad de la primera columna del Ejército estadounidense de invasión que llegó a la plaza Fardous, en el centro de Bagdad, en 2003, fue el cabo David Breeze, del Tercer Batallón, Cuarto Regimiento de los Marines. Pero no había hablado con su vieja desde hacía dos meses y por eso le ofrecí mi teléfono satelital para que llamara a su casa en Michigan. '¡Hola, gente!’, bramó el cabo. 'Estoy en Bagdad. Estoy llamando para decirles hola, que los quiero. Estoy bien. La guerra terminará en unos pocos días. Los veré pronto’. Sí, todos decían que la guerra terminaría pronto. No consultaron a los iraquíes sobre este agradable paso. Los primeros terroristas suicidas –un policía en su auto y luego dos mujeres en un automóvil– ya habían atacado a los estadounidenses en la autovía que lleva a Bagdad. Habría cientos más. De manera que no debiéramos dejarnos engatusar con las payasadas en la frontera con Kuwait de las últimas horas ni la partida de Irak de las últimas tropas de 'combate’ dos semanas antes de lo previsto. Tampoco por el grito infantil de '¡Ganamos!’ de los soldados adolescentes, que deben haber tenido 12 años cuando Bush envió a su ejército a la catastrófica aventura iraquí. Quedan 56,000 hombres y mujeres que serán atacados y tendrán todavía que luchar contra la insurgencia… y defender su propia presencia, junto a miles de mercenarios indisciplinados, occidentales y orientales, que se abren camino a tiros alrededor de Irak para salvaguardar a nuestros preciosos diplomáticos y empresarios occidentales. De manera que díganlo fuerte: '¡No nos estamos yendo!’”.

El periodista continúa: “EE.UU. trajo una plaga a Irak: desde Afganistán se prolongó la infección de Al Qaida. Y trajeron también la enfermedad de la guerra civil. Inyectaron a Irak con corrupción a gran escala. Estamparon el sello de tortura en Abu Ghraib después de hacerlo en Bagram y las prisiones negras en Afganistán. Sectarizaron un país que, a pesar de la brutalidad de Saddam y la corrupción, había mantenido juntos a sunnitas y chiitas. Además, al ceder el gobierno sunita de Saddam al chiita actual, EE.UU. le dio a Irán la victoria que buscó tan en vano en la terrible guerra 1980-88 contra el dictador iraquí”. “Por cierto, los hombres que atacaron la Embajada de EE.UU. en Kuwait ahora ayudan a gobernar Irak. Antes eran 'terroristas’. Ahora son 'demócratas’”, dice Fisk.

Y agrega en su reporte: “Además, el desastre de EE.UU. en Irak infectó a Jordania con Al Qaida y luego nuevamente el Líbano. Entonces Irak, bajo gobierno de los estadounidenses, reinfectó a Afganistán con el terrorismo suicida”. Como se puede apreciar, todo un éxito… para los radicales islámicos. Un país serio sometería a juicio político a los responsables de este delirio convertido en masacre.

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