domingo, 21 de junio de 2015

Por las calles de la vida junto a ti, papa.


He vuelto a caminar por las calles del Centro de Lima en una mañana y en una hora donde la luz del día alumbra cada rincón de estas, y he concluido, una vez más,  que a estas horas del día no tiene sentido, no tiene gracia y  no se encuentra el placer que yo le encuentro a estas calles  por las noches, donde todo es mejor y donde muchos solemos venir para prolongar nuestra alegría que tuvimos durante el día-en caso que la tuvimos- o a  ganar  un poco o mucha alegría. Para mi esta ciudad es interesante a todas horas,  pero cuando el cielo aun alumbra  se ven estudiantes, trabajadores de todo tipo que transitan de un lugar a otro y  yo siento  que  Lima  está lejos de ser lo que yo adoro de ella. Espero que llegue la noche y  empiece  lo mejor, porque esas cosas  que aún  son catalogadas como clandestinas  no hacen juego con las actividades normales de una ciudad.A pesar que la vida  guarda lo mejor para cuando hace  aparición  la oscuridad en esta ciudad, y se hallan   lugares que esconden  mucha belleza, historias raras y personas que se divierten y disfrutan pasando inadvertidos como yo lo hago,esas calles por las mañanas y tardes no han dejado de tener la gracia que yo  les vi hace muchos años cuando papa me llevaba ahí de paseo. Por eso  no puedo dejar de hacer, cada  cierto tiempo, visitas al Centro de Lima  en horas del día para realizar mis compras,sean libros o CDs musicales. De pequeños, Papa  a mi hermana y a mí nos  llevaba a conocer el Centro de Lima  casi todos los domingos,días en que no trabajaba. Los tres paseábamos  mientras él nos enseñaba las principales  avenidas y calles. También  íbamos  a realizar compras,todo lo que necesitábamos y también no.Cuando fuimos dejando la niñez mi hermana ya no nos acompañaba mucho en esas inolvidables aventuras del conocer las antiguas calles de Lima- Centro.Es ahí cuando papa y yo empezamos a realizar los recorridos solos y yo  me convertí ,con mucha alegría, en una persona que aprendía la historia de cada calle, sus atajos para llegar de un lugar a otro  en menor tiempo, y a saber cuáles eran  los lugares peligrosos y a qué horas no se debía transitar por ahí .Con papa siempre íbamos  con la intención de pasearnos y de seguir-en mi caso- conociendo nuevas calles y las contiguas a esta.Nos gustaba ir a  tomar el aire de la ciudad capital; de ver la casa que ya había sido demolida, donde vivió papa junto a mi abuela.Al final del recorrido, papa terminaba convencido por mí que  al pasar por una tienda de discos musicales me comprase un casete o un Lp del cantante o grupo de moda. Siento que desde ese  instante empezó una complicidad entre los dos,un secreto que ambos guardábamos, porque a pesar que mis notas no eran del todo bueno en la escuela y papa se ponía estricto conmigo en casa ,en días de semana , pues  rompía su promesa para mi felicidad y me compraba todo lo que me gustaba. Esos paseos más que por lo material tenían un sentido especial para mi , porque   fue una forma de recuperar todo el tiempo que durante   la semana no pasábamos juntos, ya que papa siempre fue un hombre responsable y trabajador de lunes a sábado para que a mi hermana y a mi no nos falte nada.Por eso, al caminar por esas   calles, a  horas muy tempranas, me traen el recuerdo de papa caminando junto a mí.Siempre  veo en mi mente el  rostro de ese hombre que,  ya no siendo tan joven, sonreía y  caminaba cuadras de cuadras sin importarle el cansancio que originaba dicho trajín. No puedo evitarlo,esos recuerdos más que alegría me traen mucha tristeza”. Tristeza porque  hoy papa por su avanzada  edad ya no puede andar a mi costado. Y aunque ya no necesite de sus cuidados  y enseñanzas de cuantas calles colindantes y enredadas  existen,si necesito de  esa compañía que solo él me la ha podido dar.  Siempre estaré contento  y agradecido de  que todos mis movimientos con destreza , que realizo por estas calles, que ya muestran el peligro en las noches,cuando voy por ellas, las realizo muy bien  gracias a él ,a sus indicaciones que me daba cuando yo aún era un niño. Por eso siempre, cuando conversamos, le cuento de mis salidas nocturnas  hacia ese lugar y escucho de su parte sus recomendaciones mientras veo una sonrisa en su rostro al saber que yo lo  realizo todo con mucho cuidado y picardía. Estoy seguro  que en ese momento se siente orgulloso de mi.
Papa siempre ha sido una gran persona, un hombre en todo el sentido de la palabra. Es el ejemplo que yo debo y deseo seguir, aunque lamentablemente yo muchas veces no  he sido el hijo que el merecía tener.  Con eso no digo que he sido un mal hijo, pero no fui aquel niño aplicado en los estudios que Papa hubiera querido que sea; ni tampoco soy  el muchacho destacado en el deporte que todo padre  espera de sus hijos. Pero sé que, al  pasearme por todas esas avenidas, calle y planzuelas en la noche y parte de la madrugada, causa  en él  un sentimiento de alegría ocasionado por mi.  Extraño tanto caminar junto a papa por el centro de la ciudad.Nada es lo mismo sin su compañía. 
Lo quiero y sé que un día volveremos por estos lugares para realizar   una caminata,aunque sea de unos pocos metros,y  nos detendremos en la tienda de CDs de música para yo volver a convencerlo  que me compre  muchos discos y casetes de música. De seguro me  dirá "llévate algunos que en nuestra próxima caminata, aunque sea corta, llevaremos los otros que te están faltando comprar.


pAnChItO.

lunes, 15 de junio de 2015

ESCALERA AL CIELO

Y  la  casa,de mis padres, donde he vivido toda mi vida, y a donde siempre vuelvo en mis días libres o cuando ya me he desligado del todo de   otra ciudad donde me tocó vivir por trabajo, siempre tuvo consigo algo especial, quizá un privilegio, y porque  el hablar en pasado, si hasta ahora es así, esta  solo a 15 minutos del Aeropuerto Internacional de Lima.  Recuerdo que de pequeño, mi  papa nos llevaba a mi hermana y a mi  a la azotea , y  desde ahí observábamos el cielo  con dirección hacia el oeste, ya que por esa época no habían muchas casas con mas de dos pisos construidas alrededor que tapasen la visión para ver la potente luz de la Torre de Control del Aeropuerto principal de mi país. Esto se  observaba con mayor claridad en las noches. Esa luz que hasta hoy da vueltas y vueltas,  y de la cual nosotros, en casa, tuvimos el privilegio de apreciarla desde el techo del segundo piso. ¡Que épocas! Pensar que ya han pasado  30 años de esa linda experiencia que vivimos con papa. Nunca he podido olvidar aquella vez que subimos los tres  para ver el avión que traía al  'Papa Juan Pablo II' cuando hizo su primera visita al Perú; y también todas las veces que subíamos a la azotea para ver el avión que papa mirando su reloj,de acuerdo  con el tiempo que mama le comunicaba, identificaba cual era el avión  que traía  a un familiar que venía al país de visita. Y también hacíamos los mismo, pero con tristeza, cuando este llevaba  de regreso a dicho familiares  al país a donde se habían radicado. Esa vista desde la azotea hacia la Torre de Control del Aeropuerto fue, por muchos años, un privilegio para los muchos que vivimos  en esa zona cuando aún no habían tatas construcciones de edificios de 8 0 9 pisos como se han construido ahora. Recuerdo que en los veranos  mirando hacia la misma dirección se podía apreciar los barcos flotando  sobre   el mar. Se veían hasta 4 o 5 siluetas de tremenda naves, era algo que me parecía increíble, pero tan real. Esa práctica  de subir a la azotea de casa la realice  toda la vida. Y si se daría la ocasión, lo volvería a hacer. Imposible de olvidar  aquella panorámica vista que con el pasar de los años se ha perdido por uno y otros edificios que han sido construidos interponiéndose entre la Torre de Control y yo. Pero cada vez que necesitaba ver esa luz giratoria, yo  me las ingenie para montar una larga escalera de madera tipo tijera con varios peldaños y así alcanzar una altura suficiente y poder seguir divisando, aunque con mucha dificultad, y entre edificios, la torre de Control del Aeropuerto y guiarme, así,  sobre la  dirección por donde despegaran los aviones que salen. Todas estas anécdotas las recordé a raíz que ayer revisaba las fotos que tenía en mi teléfono móvil  y encontré una foto que tome  hace ya siete  años de aquella buena vista. En ella aparece a los lejos un pequeño punto de luz que es de la Torre de Control en medio del cielo que a esas horas de la tarde está iluminado porque por ahí se desaparece el sol en temporada de verano. Los años han pasado y al ver  esa foto también pasan   por  mi mente todas esas ocasiones en que por cuenta propia, ya más grande de edad,  subí a la azotea para divisar el avión que salía del aeropuerto y que llevaba consigo a cierta persona que a pesar de eso, nunca salió de mi vida. Definitivamente, no fue a una sola persona a quien me toco  despedir, para mí mismo, observando en el cielo el avión que se la lleva, sino   han sido muchas.No he podido evitar el ver aquellas naves llevándose a personas que forman parte o hubieran formado parte de mi vida.Siempre me pasa que me niego rotundamente a ir a despedirlas al aeropuerto, pero no me niego a hacerle el seguimiento desde la azotea de casa. Desde pequeño se fueron sumando a mi vida muchas escenas  observando el cielo y la dirección hacían donde aterrizan los aviones o desde donde despegan. Un  momento inolvidable  fue el  de despedir al Papa Juan Pablo Segundo  extendiendo la mano hacia el cielo en señal de ‘adiós’  junto a papa y hermana; otro  tierno momento, también por esos años, observando  el avión que partía llevándose a mis abuelos por parte de mama de retorno a el país donde residían, y la tristeza por saber que ya no los vería hasta su próxima visita al país. Pero esos momento no eran del todo tristes, porque también era una alegría el  ver el avión que traía de vuelta o de visita a un ser querido. Fue así que nunca deje de subir  a la azotea para ver  pasar los aviones que se llevaban a tantas personas que aprendí a quererlas en la vida, o que le destino hizo que los quiera para después sentir una gran tristeza al sentir que se iban y el resignarme a saber que a muchas de ellas no las volvería a ver. Por trabajo viajo con regularidad en avión, y cuando estoy de regreso a la ciudad y la aeromoza no indica que ya estamos a punto de aterrizar a Lima, yo trato de observar por la ventana  y de ubicar la azotea de mi casa –y aunque es un trabajo casi infructuoso , sin sentido, porque desde la altura todas la casas se ven del mismo tamaño y color-  para sentirme  tranquilo al saber que desde arriba se puede observar algo o a alguien, porque así tendré la seguridad que si alguien de las chicas que partieron ,sintió  algo por mí, se tomaran el trabajo de mirar desde su ventana de avión, cuando  ya están en el aire , y aunque sea de noche, y  visualizar mi azotea para   verme  ahí parado haciéndoles con mis brazos una seña de ‘adiós’; y  si visualizan más , verán mi rostro acongojado y con la cara de decir:"te espero, regresa cuando quiera.Te  quiero mucho!”.De las chicas a quienes más recuerdo despidiéndoles con tristeza, son dos a quienes  extrañe mucho. Una de ellas se fue definitivamente a vivir al extranjero. Solo regreso dos veces de visita al país, y  en una de ella me comunico que estaba aquí pero muy  ocupada como  para poder encontrarnos. La otra fue alguien que vino de visita al país, y  de quien me enamore perdidamente   solo en 2 días de compartir tantas cosas juntos y, por ende, me costó el tener que despedirme de ella. Como decía,nunca me gustaron las despedidas.Cuando se trata de alguien, a quien quiero, que debe de partir,prefiero no ir al aeropuerto para despedirla,pero lo que si hago es subir apresurado a la azotea de casa, provisto de una linterna, y montar la vieja y empolvada  escalera de madera  para visualizar el despegue del avión y entender lo que esta pasando,y después de haber llorado tanto, aceptar que aquella persona nunca seria para mí. Y estoy seguro que  si con la oscuridad de la noche la escalera fue mal colocada y se resbalaba, yo  al caer al piso no sentiría tanto dolor como el ver partir al ‘Gran amor de mi vida’ 


pAnChItO.

miércoles, 3 de junio de 2015

Te quiero solo a ti.

Solíamos acabar a gritos cuando conversábamos. Por eso no lo hacíamos, o por lo menos, conversábamos lo básico, lo elemental, lo principal. Era  muy concreto al dialogar con ella, ella lo hacía también. Estábamos acostumbrados a hacerlo así. Lo nuestro era más  una conversación corta para no  enfrentar que ya no nos soportábamos. Ni ella ni yo queríamos combatir lo que  afectaba a nuestra amistad,  ese mal que se escondía  detrás de los días agitados y de miserias que heredamos todos los seres humanos en este planeta. Además, que este mal humor se acentúa más con el otoño. Ella parecía entenderme. Quizá,  estas circunstancias  hacían que me dé cuenta que valía mucho para mí. Yo también la entendía , pareciera que la conocía de toda la vida.
No tenía una estrategia de cómo acercarme y decirle que sucedía entre los dos, porque habíamos llegado  hasta el punto  en que temíamos en  conversar  más de lo que debíamos por temor a  terminar en una fuerte discusión. Temíamos que  nuestra amistad de tantos años se iría al tacho, si aún se podía llamar amistad. Pero yo  sabía que la vida ponía pruebas tan difíciles de superar que en muchas ocasiones me había desanimado en llevarlas acabo, pero que esta vez era una excelente oportunidad para hacerlas y superarlas. Estaba seguro que volverían las palabras, las buenas maneras y quizá, aunque parecía una locura, el  decir ‘te quiero’. Ella valía la pena, eso me di cuenta desde hace  mucho tiempo, y lo reafirme aquella tarde que me dio un beso en la mejilla y me hizo sentirme como en el cielo, rodeado de ángeles y viendo una  sombra en la pared  que probablemente era la de Dios. No existía un día en que no me recordaba de ella y llamaba a su casa u oficina para  escuchar su voz y  así sentirme, una vez más, el hombre  con más sueños que estaba seguro de realizar. No existía una sola vez que ella  mediante su detector de llamadas identificaba mi número telefónico y concluía  que quería escuchar su voz, que me moría por ella.
No era precisamente el hombre de su sueño, no era precisamente la chica con la que quería estar toda mi vida y probablemente  casarme, pero el intentar algo  con ella no era mala idea. Cuando llegaba el invierno me imaginaba junto a ella, en una tarde fría de domingo, prendiendo fuego a una chimenea y sentándonos juntos, en aquella vieja casa que ambos soñábamos un día alquilar cuando iríamos a esa ciudad,,  viendo la televisión abrigándonos con frazadas y chompas para terminar cantándole una canción que transmitía lo que  me dictaba el corazón. Ella no era tan soñadora como yo, parecía que por eso me gustaba más; porque ponía la cuota de realidad en mi vida. Ella en  una sola frase bien dicha me hacia pisar tierra y me hacía reflexionar que es lo que podía hacer y qué era lo que no estaba a mi alcance. Aun no sé a ciencia cierta porque empezó ese distanciamiento entre nosotros, el por qué  un día dejamos de conversar para mirarnos como dos extraños y terminar hablando  solo lo necesario. Quizá,  porque  que me estaba enamorado de ella, quizá porque nunca fui el hombre que ella quería, o quizá porque el destino quería que nos separemos. Recuerdo que un día decidido a solucionar aquel impase, con motivo desconocido, decidí buscarla a la salida de su empleo. Mientras íbamos por una calle oscura, lejos de róbarle un beso, le empecé a hablar de los dos, de cómo nos conocimos, de aquel viaje que hicimos por separado a la misma ciudad , donde nos vimos por primera vez.
Todo está bien entre nosotros, no hay nada de que conversar- ella me dijo, mientras trataba de no mirarme a los ojos-. Más bien tengo que compartir contigo una excelente noticia, buena para mí.
Me contó  que pronto se casaría  lejos de aquí, y que cuando volviera de visita ya nada sería lo mismo entre los dos, porque a su esposo no le parecería  bueno que ella siga conversando conmigo.  En ese instante llegamos hasta la plaza principal, donde todas las luces estaban encendidas, donde ella estaba segura y donde  decidí retirarme extendiéndole la mano para despedirnos. Era un día más de vida, pero esta vez las noticias no eran de las mejores, todo salió al revés. Pensé que nos amistaríamos, que las cosas serían como antes .Pero solo escuche  de sus propios labios, que ya no sería para mí, que nunca tendría posibilidad con ella. Yo  sentía por ella  un  cariño que  no sentí por otras chicas. Por lo cual, jamás se me hubiera pasado  por la cabeza el renunciar a su amor. Ese día solo tenía ganas de que ella se vaya o de yo hacerlo. Ya no quería estar cerca de ella, no quería volver a verla porque  el día que tanto yo  soñaba- junto a ella- nunca llegaría. Y como el tiempo va de prisa, de seguro el día de su matrimonio si  llegaría pronto. Con los días que pasaron, ella partió a otra ciudad. Estando  ella fuera del país,pensé que ya no la  volvería a recordar . Pero cada vez que  me echaba a dormir, soñaba con ella; en mis sueños la veía viviendo juntos, envejeciendo  mientras  íbamos  realizando un proyecto de vida. Quizás, el amor verdadero es así: no tienes que estar obsesionado  con alguien  para estar enamorado, pero si llorar cuando este tiene que partir para  ser feliz sin ti. Algo dentro de mí siempre me dijo  que era ella  la persona indicada para completar mi vida, para parar el tiempo del reloj y compartir al máximo todo los mejor de los dos. Nunca fui un habilidoso en estas cosas del amor, jamás tuve la palabra indicada para poder comenzar una relación. Quizá por eso hoy me siento un perdedor. Aún sigo buscando el amor  a pesar que lo tuve alguna vez cerca.


En los últimos días nuestra relación anduvo a tensa, dejamos de ser   tan buenos amigos para ser solo  unos conocidos que terminaban siempre discutiendo. Pero si lees este escrito, solo quiero que sepas que: “aún  hay alguien que cuando muere el día piensa en ti. Que si decides un día venir, no me importa lo que haya sucedido, solo importa que ya no te vuelvas a ir. Que si en el camino la lluvia te mojo, ya tienes donde refugiarte. Que por ti empezaría a amarte apostando a la felicidad. Que solo te tengo a ti a mi alrededor, aunque estés lejos”


pAnChItO.