lunes, 7 de marzo de 2022

Cuando el Sol no muere para siempre

 


Hoy por la tarde subí a la azotea de mi casa en Lima, la casa de mis padres, donde nací y crecí, mi hogar de toda la vida, y me tope con el atardecer ,con ese imagen donde muere el sol y esa aureola que representa lo que fue la luz durante el día y la tarde; maravilloso espectáculo que he presenciado  desde que tengo uso de razón y que por diferentes circunstancias de la vida olvide está ahí ,cerca de mí, solo subiendo no muchos peldaños de las escaleras. Si debo de contar un momento especial mi vida, es este, el observar ese espectáculo, que lo llevo en mi para toda la vida. Todo empezó por subir a la azotea para tomar un poco de aire fresco, mientras fumo un cigarro y reflexiono y recuerdo tantas cosas y a tantas personas que forman parte de mi vida, de mis días. Estoy tratando de ya no pensar en cosas y personas que son parte del pasado, pero   no pensé volver a ver esa oculta del Sol que por ningún motivo será parte de mi pasado, pues aún lo puedo apreciar y si me remonta a muchos años atrás, lo hace a uno de los mejores momentos de mi vida ya que aprendí a disfrutar de aquellos junto a mi hermana cuando ambos éramos pequeños y papa nos subía a la azotea para observarlo. Recuerdo que mi hermana y yo aprendimos a mirar hacia el oeste , en aquella época  cuando aún no había tantas edificaciones, cerca ya  40 años atrás, se veía desde nuestro punto el Puerto del Callao y también divisábamos  los barcos  pequeños, casi como sombras  haciendo movimientos zigzagueantes .También  por esas épocas podíamos divisar La Torre de control del  aeropuerto internacional  Jorge Chávez ,la partida y llegada de aviones, que mi padre muy sabiamente por la dirección sabia hacia donde iban y de donde llegaban; así pudimos ver  la llegada y partida del primer y segundo viaje que hizo el Papa Juan Pablo Segundo a Lima, igualmente de nuestros  familiares , sobre todo de aquellos que se iban para siempre del país. Hablando de partidas y llegadas, esta última semana volví a Lima, luego de una larga y dura jornada laboral. Quise volver más as que nunca a casa para ver a mama, quien gracias a Dios ya está recuperándose de aquella fractura que la aquejo al terminar el año que paso. Llegue, la observe, la abrace y me sentí bendecido por tenerla con vida.; no necesitaba decir nada, mama sabe cuánto la extrañe y la quiero. A los dos días sin pensarlo me tope con ella, yo que había perdido las esperanzas de volver a verla, la tenía frente a mí, con esa misma sonrisa a medias que me muestra y a pesar que una vez más hubo un silencio entre ambos, ella sabía que mi frase en mente era: ”Que lindo es estar contigo, tú sabes cuánto te quiero”. Esa noche estuve de buen humor, nada ni nadie me lo iba a quitar

Frente al Sol que estaba muriendo y con cigarro en mano reflexioné de mi vida, de estos últimos días y concluí que el destino me lleva por donde debo de ir y que estos días junto a mama son los mejores, al igual que ver a la chica que tanto me gusta. Cuando estuve un mes fuera de trabajo, en la ciudad donde vivo por trabajo, imaginaba muchas cosas por hacer aquí; hoy que estoy aquí y veo que ya todo se está resolviendo, creo que es momento de partir, de estar en esos aviones que ahora aun puedo divisar yéndose de la ciudad. El destino me volverá a traer aquí, donde están las dos mujeres que me pueden hacer sonreír y a veces también  llorar. El amor verdadero es como ese hermoso espectáculo de la oculta del Sol, siempre lo podre observar una y otra vez que llegue a la ciudad.



pAnChItO