lunes, 28 de enero de 2019

LOS QUE ESTÁBAMOS AUSENTES


No tengo la culpa de nada! Y digo esto de la manera más sincera, clara, y por qué no, sin ninguna vergüenza. Aunque me digan que soy un ‘cara dura’, es contundente lo que acabo de escribir y no me provoca el mínimo sentido de preocupación por lo que puedan decir o pensar quienes están a mí alrededor. Que se vayan muy lejos aquellos que creen que podrán a mi responsabilizarme de todo, que aún creen que soy el mismo tonto de siempre que puede cargar con todo el peso de los errores ajenos. Cada uno hace lo que debe hacer. Cada uno sabe de sus responsabilidades, y cada uno tiene un puesto, que le ha sido asignado, dentro de la organización del trabajo. Claro, existen salvedades donde uno debe de sacar la cara por el resto; una situación en donde uno debe de asumir la responsabilidad porque la situación lo amerita. Pero eso debe ser ante una emergencia, y por lo tanto comprensible por si las cosas no saldrían tan bien como lo haría el especialista a quien se tiene que suplir. Un día miércoles, día de semana, día laborable, mis principales colegas, ellos muy sabios, se decidieron tomar un descanso, unos días libres; haciendo de este día, de mitad de semana, un día festivo sin pensar que su ausencia era inconveniente. No me hago problemas por eso, además que cada uno puede hacer lo que se le da la gana mientras eso no vaya en contra de la tranquilidad de los demás. Yo no reclame de semejante actitud de estos buenos muchachos, ya  que  hasta ese momento todo andaba bien. Pero había un trabajo que cumplir en ese día miércoles, que por voluntad propia de ellos este se convirtió en un ‘día de relajo’. Como supervisor debía de  ir a trabajar. Mientras esos tres muchachos, dando ‘un buen ejemplo’ de lo que es descansar bien, se quedaban allá en la ciudad, bajo el sol, que está saliendo por las mañanas, sentadas en la terraza de un grandioso hotel  y tomando un gran desayuno junto a hermosas mujeres, yo laboraba con normalidad  y con algo de envidia hacia ellos. Hasta ese momento parecía que todo andaba tranquilo, que nada inesperado sucedería, que  algunas decisiones que ellos deberían de tomar, no tendría que hacerlas yo. El  trajín del trabajo era el mismo, salvo algunas pequeñas cosas que había que hacer por ellos, nada de importancia. No me dijeron para unirme al descanso, así que no me pusieron en la situación de elegir entre divertirme con ellos o ir a trabajar. Todo estaba tranquilo, podía hacer solo las cosas; sin embargo parece que la vida se ensaño con la empresa y conmigo también, ya que era en ese momento el único representante ahi. Cosa inesperada, a lo lejos, parado yo en medio de la planta de fundición, vi que se acercaban dos modernas camionetas que terminarían estacionándose frente a nosotros. Al pararse la primera camioneta, delante mío, alguien bajo las lunas de la parte trasera   y vi el rostro de unos de los empresarios más importantes del país en el rubro. Lo conocía porque muchas veces había visto sus fotos  en periódicos y revistas especializadas.  Recordé rápidamente que una de las empresas que dirigía este millonario empresario buscaba, desde hace más de un año, comprar acciones en nuestra empresa.  Buen día, es UD. el Superintendente el encargado de esta unidad- dijo-   Si, yo me estoy haciendo cargo en estos momentos, pues  el grupo de encargados ahora está en una misión de evaluación en la ciudad capital -respondí hábilmente- En aquel lugar, por el mismo clima,  las líneas telefónicas  o cualquier otro sistema de comunicación no funcionaba bien  ¡Que mala suerte la mía! No podía comunicarme con alguien de los voluntarios vacacionistas  para que venga a hacer su trabajo. Aquel empresario había llegado con un contador y un geólogo, ambos especialistas en la materia. La otra camioneta llevaba consigo a su personal de seguridad. Decidí que primero conversaríamos en la oficina, y mande a traer cuatro tazas de café. Miraba mi teléfono móvil y aún no había buena señal, era mala suerte porque otros días la señal es mala, pero al menos había para comunicarse. Al conversar con ellos me di cuenta que era tamaña responsabilidad la que estaba asumiendo. No pude alargar más la conversación, en un momento conseguí la señal y llame a los muchachos, pero no atendieron al teléfono.
Tuve que llevarlos a conocer nuestra zona de trabajo, permitirles husmear por aquellos lugares que son nuestros y que por algún motivo en algunos casos deberían ser ocultados por las personas responsables y no por mí que no estaba tan enterado de lo que era propiamente las operaciones del trabajo.  Estos cuatro visitantes necesitaban recorrer toda el área de trabajo para dar una opinión de como marchaba nuestra empresa y de que posibilidades teníamos para un futuro inmediato.
En el recorrido hice las cosas de la mejor manera, debo de reconocer que dado que no era mi especialidad la de cotos y operaciones hubo una situación en que no pude dar una explicación clara de las cosas, o más bien no pude cubrir falencias y esto fue usado en mi contra; o más bien en contra de la empresa.
En su informe final, este grupo de profesionales a carta cabal, mencionaron que no trabajarían en sociedad con nosotros, que no era rentable invertir en nuestra empresa. Quizá no represente bien a la empresa, pero creo que hice lo mejor. No sé si existan las disculpas del acaso, pero yo solo puedo decir que hice lo que pude. Pero nos descalificaron y ese era el resultado que importaba.
La culpa no era solo mía, pues si hubieran estado ese día cumpliendo sus funciones quienes son los encargados de esa área,otro hubiera sido el final de la historia. A raíz de esto, muchos de ellos mismos se dieron el lujo de decir que por mi culpa habíamos perdido inyección de dinero en la empresa, pues no supe resaltar el potencial de la empresa ni de convencerlos que algunas carencias en el trabajo podrían ser mejoradas comprando maquinaria moderna. Sabíamos que la empresa ya no tenía mucho dinero, que era costosa su recuperación y si no estábamos apoyados en aquellos inversionistas, estábamos del lado del fracaso. Todos los días realizaba mi trabajo, me metí de cabeza en mi área, pero nunca me interese por las otras. Tampoco se trataba que quiera con una gran pasión conocer todos los procesos del trabajo. Pero el mensaje para mí mismo era que si hubiera conocido más de las otras áreas, habría podido argumentar por qué   era rentable que inviertan en nuestra empresa. El mensaje final era que no solo debía sentirme mortificado porque quienes se ausentaron y me dejaron ahí solo trabajando eran los primeros que me criticaban, sino que yo debía de entender lo importante que es interesarse por todas las áreas del trabajo, pues uno nunca sabe cuándo va a ser necesario demostrar esos conocimientos usándolos para la conveniencia de la empresa y para la de uno mismo; ya que  era la mejor manera de poder haber escalado posiciones demostrando que valgo mucho para la empresa.


pAnChItO.