domingo, 23 de abril de 2017

UNA LINDA TARDE

Hoy es un día triste, no hay motivo para que lo sea pero lo siento así. Hoy el desgano me ha vencido, debo de reconocerlo. Pero de solo ver la fecha de hoy en el calendario, renace en mi cierto animo porque recuerdo un 18 de abril, de hace 2 años, cuando inesperadamente pase uno de los mejores días de mi vida. Sé que vivir de recuerdos no es bueno, pero en esta ocasión en que veo todo negro y no sé cuándo encontrare una salida, es bueno el refugiarme en los recuerdos, y que mejor que en uno que sucedió hace exactamente 2 años, cuando yo menos lo esperaba. Esa tarde viví la casi, casi felicidad.
Era sábado 18 de abril del 2015  y yo estaba en Lima. Ese día empezó relativamente bien. Siempre mis preocupaciones buscan controlar mi mente, como hasta hoy, pero en esa oportunidad me impuse yo y me propuse el no perder el buen ánimo y dirigirme, por la tarde, a un feria de vinilos que se realizaría en un local de ventas en el distrito de Miraflores. Esa mañana cumplí todo lo pendiente en casa y ya estaba listo para ir a esa feria de ventas de vinilos, que se hacía prometedora porque muchos álbumes de grandes cantantes se venderían a un buen precio. Prepare mi camisa de calle, mi pantalón jeans domingueros y mis zapatillas nuevas. Siempre suelo ir bien presentable a este tipo de reuniones porque en todas mis incursiones a tiendas de vinilos me he encontrado con guapas melómanas, quienes muchas veces asisten solas a comprar sus discos favoritos.
Luego del almuerzo me di un rápido duchazo, me vestí, me acicale y me hice una señal de la cruz por dos motivos fundamentalmente: primero, el encontrar buenos discos y a precios baratos; y segundo, el encontrar una chica linda con quien conversar de música y otras cosas más. Salí rápidamente de casa y tome un ómnibus hacia la central de buses, que es la que lleva más rápido al lugar donde se realizaría el evento. Llegando ahí empecé mi recorrido y camine por la avenida principal del distrito. Siguiendo avanzando y habiendo entrado ya a un par de tienda de discos musicales, llegue a la calle donde quedaba la oficina de una buena y bella amiga. No podía creerlo, estaba cerca de donde trabajaba ella, aunque recordé que ya era un poco más de las 4 de la tarde, y de seguro por ser sábado ya estaría en su casa. Yo recién había vuelto a  Lima y por circunstancias de la vida supe de ella y volví a mantener el contacto telefónico. Yo la conocía a ella desde hace ya 18 años, pero habíamos perdido el contacto hasta que me entere, en esa fecha, que había sufrido un accidente, el cual felizmente fue leve, y la llame y empezamos a conversar como si nunca hubiera pasado el tiempo que dejamos de vernos. Al recordarme de ella en esa avenida, pensé en llamarla por teléfono para contarle que estaba cerca de su oficina, quizá era un perfecto pretexto para conversar con ella. Aunque me preocupaba el  no haberle comentado  nada de esa feria de vinilos e invitarla a venir conmigo , pues en realidad a ella no le gustaba mucho eso, además que no estaba seguro si ella  hubiera aceptado salir conmigo, ya que los fines de semana lo pasaba con sus hijos. Me anime y la llame por teléfono. Me contesto: “que haces ahí?”. Le explique de la feria, mintiéndole que me entere de último minuto porque hasta hoy por la mañana tampoco lo sabía. Me dijo si estaba solo o con un grupo de amigos. Le conteste que solo .Me dijo si ya estaba por irme. Le dije: "No, aun siquiera he llegada a la tienda". Ante tantas preguntas sospeche algo y quise salir de dudas. Quiere venir? –le pregunte-Claro, me contestó. Hoy mis hijos se fueron a  pasar el sábado a casa de su padre, y yo estoy sola aquí . Dame unos 20 minutos que llego para allá. Se despidió y colgó el teléfono. Yo me puse nervioso. Recuerdo que cruce la avenida y pedí en un exclusivo grifo que me presten los servicios higiénicos, pues por la caminata mi cara estaba sudando y necesitaba lavármela. Ahí hice usos del jabón en liquido del baño me lave la cara, me seque con papel secador e inmediatamente me fui al parque, donde habíamos quedado en encontrarnos, y me senté bajo un árbol para así ya no sudar más por el sol. Miraba mi reloj y esos 20 minutos ya no eran 20, eran menos. Estaba nervioso esperándola en el famoso Parque Kenedy de Miraflores. Desde la banca del parque miraba hacia la avenida, pero ella no aparecía. Casi 20 minutos luego de la hora citada, hizo su aparición una camioneta Nissan Patrol  color gris nueva y ella descendió de ahí. En ese momento pensé que me había malogrado la película, porque la idea era ir caminando hacia la tienda de discos, pues así había la oportunidad de llevarla disimuladamente de la mano e intentar y, finalmente, lograr abrazarla.
Me dio alegría el verla y me olvide de que había venido en auto. Igual, estaba a mi lado y pasaríamos juntos esa tarde. Eso era lo que importaba. Le pregunte como estaba. Como había quedado del accidente en su pierna. Ella me respondió que bien. Y en verdad, eso se le notaba. Esa tarde me llene de valor y de la manera más natural le dije: “te ves hermosa hoy”. Ella sonrió y solo atinó a decir: bueno, vamos a iniciar el recorrido. Como recién me estoy recuperando, deseo descansar mi pie, entonces,¡ ahora tú manejas! No podía creer lo que estaba escuchando, quería que yo maneje. En ese momento saque mi cartera con la esperanza  que no esté ahí mi licencia de conducir, aunque yo sabía que últimamente a todo sitio que voy la llevo esta por si hubiera alguna emergencia. La encontré y sabía que no  tenia excusa para no  manejar tremenda camioneta en un tráfico infernal de un sábado por la tarde. Tengo licencia de conducir desde hace ya casi 10 años, pero no me gusta conducir. Prefiero siempre ser un pasajero y que otra persona me lleve, ya que yo soy 'casi, casi feliz' yendo en el viaje leyendo o durmiendo. Aunque algunas veces por el trabajo he manejado, siempre lo he hecho en pequeños poblados, en donde hay poco tráfico. Ese día no me sentía seguro de hacerlo, mucho menos en una avenida con tanto tráfico, como era la avenida Larco. Pero al verla tan linda y con ganas de descansar y que yo la lleve, no me negué a asumír el reto. Ella me palmoteo el hombro y me dijo que sería mi copiloto. Subimos al auto, yo me acomode en el asiento, me puse el cinturón de seguridad y encendí el auto. Solté suave el embrague y acelere para salir hacia la avenida. Mi primer reto era el concéntrame al manejar, pues ella iba a mi costado con unos cortos shorts que resaltaban sus hermosas piernas. No era ni soy de piedra, pero estando en el volante tuve que controlarme y poner atención en la pista. Antes de ir a la tienda de discos, la convencí para tomarnos un lonche. Un café cappuccino con unas donas seria el inicio de una de las mejores tardes de mi vida. Esas tres cuadras que maneje hasta ahí me parecieron una eternidad y una prueba extrema, pues tuve que sortear muchos autos y también peatones, pero valió la pena. Saliendo de tomar lonche, yo ya agarrándola de la mano me sentí con más valor para seguir manejando e ir por todas esas rutas habidas y por haber. Me comprometí a llevarla hasta la puerta de su casa luego de hacer las compras. Recuerdo que maneje y maneje, y al final lo que ambos queríamos era bajarnos en el bello distrito de  Barranco para pasearnos .Parece que a mí ya no me importaban los vinilos, solo  me importaba el estar junto a ella. Luego de una buena caminata, decidimos sentarnos en una banca para contemplar la ciudad y poder percibir el olor del mar. Esa tarde me sentí ganador, pues conversando conmigo, contándome mucho sobre su vida, cosas que no sabía que le habían sucedido en estos casi 17 años que dejamos de vernos, y ella escuchando también mis anécdotas, inclino su cabeza y la puso  sobre mi hombro. Fui feliz en ese momento. Ella se sentía que estaba protegida por mí. Yo la engreída, y eso nos hacía felices. Ella era mi reina, y yo le compre todas las flores que venían a ofrecernos los vendedores que pasean por el parque y en parte sirven de cupido para algunos amigos que aún no son pareja. Perdía todos los temores y me esmeraba en complacerla en todo y en dejar en evidencia que estaba enamorado de ella. Terminando nuestro paseo, llego la hora de volver a casa. Me ofrecí llevarla. Ella no acepto, me dijo que era muy lejos para conducir hasta allá. Le dije que no había problema, que yo conduciría hasta donde sea con tal de llevarla.  Insistí, pero comprendí que no era recomendable que sus hijos me vean llegando con ella a su casa y sobre todo el manejando su camioneta. Nos abrazamos, le di un beso en la mejilla y cuando menos lo esperaba, ella también lo hizo. Le dije que la quería y que pase lo que pase, sería mi gran amiga por toda la vida. Me baje del auto, ella paso al timón y nos volvimos a despedir. Yo tome un taxi hacia la tienda de discos; al entrar, luego de revisar muchos vinilos, compre un par de estos así  no estaban en un verdadero precio de oferta, como lo anunciaban. Ese día ya nada me importaba, no quería discutir con nadie, todo era alegría para mí. Estaba tan contento que no tenía tiempo para preocuparme por regatear precios. Volví a casa y encontré a papa y mama tomando aire parados en la puerta. Me vieron contento, sabían que era por los vinilos que traía. Pero cuando mama entro para preparar la cena, papa me miro y me dijo que mi sonrisa y la alegría que se había apoderado de mi era por otra cosa. Él sonrió y me dijo: es por ella, verdad? La viste, ¿no? Si, le respondí. Solo ten cuidado cuidado, sabes  que no tengo nada en contra de ella-me dijo- 
Esa noche comprendí que papa pensaba en mi felicidad, y esa era el salir a comprar discos musicales los fines de semana, como lo hacía con el cuando yo era un niño, pero ahora  también mi alegría se complementaba con ella, quien aunque aún no tenía nada conmigo,  me hizo sentirme como en el cielo; como ahora que empecé triste  escribiendo este texto en una mañana fría en Lima; pero no sé  si por coincidencia empezó a calentarse por la aparición del sol, y yo comprendí que no debo sentirme del todo desanimado, pues ella debe de estar por ahí esperando que otra vez el destino nos junte en una tarde mágica que si él  lo quiere, puede ser para toda la vida.


pAnChItO.

 



lunes, 10 de abril de 2017

A VECES SI,A VECES NO

Cuando piensas estar en muchos lugares para el fin de semana, y al final no estás en ninguno. Cuando en la semana te entusiasmas con las diferentes actividades que se ponen en la agenda cultural para el sábado y el domingo, pero llegando esos días buscas un pretexto en tu mente para quedar contigo mismo satisfecho de no ir a ningún sitio y quedarte en casa, aunque por momentos pesando que hubiera sucedido ahí, si es que hubieras ido puede que te estarías divirtiendo. Es lógico que uno vaya a donde piense que pasara un buen momento, pero es ilógico que a pesar que uno lo sienta así, al momento de alistarse para ir hacia ese lugar lo invada un sentimiento de desgano y desanimo de realizar lo planeado y en ese instante no encuentre una explicación hacia esa actitud. Son ya 3 fines de semana en que ando en las mismas: durante la semana con mucho entusiasmo y ganas de asistir a diferentes actividades culturales programadas para el fin de semana, y son esos mismos tres fines de semana que me quedo en casa pensando en el por qué no tengo ganas de ir, a pesar que son de mi interés por eso, además de creer que puedo conocer gente nueva ahí.
Esta semana empezó bien, pude resolver algunas cosas que estaban pendientes, y eso me alentó a continuar con los planes para los días siguientes. A mitad de semana, recordé de un antiguo empleador, quien hace mucho tiempo me ofreció un buen empleo, pero yo lo rechace porque andaba, en ese entonces, laborando en una empresa y con un buen contrato, no mejor que ese, pero la palabra de caballero vale mucho en estos casos, y lo llame por teléfono. Al conversar con el me cito para le día siguiente, muy temprano, en su oficina; parecía que las cosas serían simples, que luego de una conversación y plantearme mis funciones y yo decirle lo que podría aportar en su empresa, me contrataría y trabajaríamos juntos. Nada fue así, llegue temprano a la cita- por la distancia del lugar, tuve que hacer malabares para llegar ahí, ya que su oficina queda en las afueras de Lima, sin exagerar a 2 horas por carretera, pero igual llegue 8:00.p.m. - y pedí entrevistarme con él, pero el encargado en recepción me dijo que debía pasar por el departamento de selección de personal para empezar con una prueba psicología, psicotécnica, y finalmente una entrevista propiamente de trabajo con el jefe del área.  A pesar que me pareció muy extraño todo eso, pensé todo sería un formulismo, que las cosas se resolverían rápidamente a la hora que me  encuentre con él, donde me indicaría del día que empezaba a trabajar y a quien debía de buscar para que me enseñe donde sería mi área de trabajo. Rendí mis exámenes, y cuando me toco entrevistarme con el jefe del área, salí –creo yo- bien de la entrevista, pues es el trabajo que siempre he realizado, por lo cual ya tengo bastante experiencia en eso. Estaba contento porque sabía que, además de la supuesta recomendación que tenia del mismo dueño de la compañía, en la entrevista pude explicar con fundamente las mejoras que podría realizar ahí. Al promediar la hora de almuerzo, puede ver por fin a mi amigo, el dueño de la compañía y hombre fuerte en las decisiones. Me dijo que todo estaba bien, que a al día siguiente me escribirían un e-mail indicándome la hora para acercarme a firmar contrato y ponernos de acuerdo para ver los beneficios laborales y otras cosas. Me llamo la atención que todo eso no se resolviera el mismo día, pero creí en él. Al día siguiente me llego un e-mail donde el representante de recursos humanos me agradecía el tiempo que había gastado en entrevistarme con ellos y el haber invertido mi tiempo en haber pasado todas las pruebas, además que me deseaban éxito en mi vida profesional y recalcaba   que cualquier nueva oportunidad   de trabajo que se presente acorde a mi perfil me lo comunicarían. Estaba claro que ya tenían a alguien que cubriría ese puesto. No sé si desde antes de que yo me comunicara con la empresa o quizá durante el proceso de selección encontraron a alguien mejor para el puesto. Sea lo que sea, ya no me debería de importar, igual no estaba contratado y me quedaba con la conciencia que realice una buena evaluación. Lo que si importaba es que no tenía empleo y que seguía en las mimas de antes.

En esa noche decidí quedarme en casa, no me sentía deprimido, pero si un poco decepcionado del destino porque las cosas no salieron como yo quería, sin embargo, tenía la idea que al día siguiente- hoy- iría a ese evento cultural, del cual estuve leyendo toda la semana y entusiasmándome con participar; además que presentía que sería una oportunidad para conocer nueva gente. Las cosas se presentaron diferentes hoy, pues a pesar que amanecía con todas las ganas de ir y aliste desde temprano mi pantalón, mi polo nuevo, mis zapatillas de calle, y me duche y me lave el cabello con un champú oloroso que lo guardo para estas ocasiones especiales; al llegar la hora de almuerzo, empecé a sentir la inseguridad de que si quería o no ir a ese lugar, mejor dicho si quería salir de casa. No sé qué me pasaba, pero después de almorzar hice la siesta y no me importo si me quedaba dormido y no me levantaba para ir a ese evento. Parecía que algo en mi me decía que no debería ir. Y fue así, al final no fui. Me ampare en que mama y papa esperaban a un cerrajero para que arregle una puerta de fierro en el segundo piso de la casa, y debía de esperar al trabajador para hacerlo subir al lugar del trabajo, aunque en realidad, el trabajador era de confianza y no era necesario que nadie le indique nada y mucho menos que lo vigile. Pero era la justificación que me la repetía frente al espejo una y muchas veces. Parece que en la balanza peso más la decepción de aquella fallida reunión para conseguir empleo que el entusiasmo por salir, divertirme y conocer nueva gente. Pensando tanto y estando entre un conflicto conmigo mismo por sí estuvo bien o mal en no ir, concluí que esa era la explicación para todo esto que me estaba sucediendo. Y si me pregunto de las semanas que pasaron y también me gano el desgano por ir, hubo algo de eso. Después de haber pasado un mal rato en casa e innecesariamente, me doy cuenta que todo lo que uno no puede conseguir en esta vida, no debe hacer que nos sintamos tan mal como para dejar de hacer lo que nos hace sentirnos bien. Si bien la preocupación se apodera de nosotros y muchas veces implica del pensar en nuestro futuro, hay cosas que debemos de aprender a llevarlas independientemente. Si tenemos una actividad pendiente que nos hace sentirnos bien, ¡por que dejarla del lado por el hecho que otra cosa nos haya salido mal o no la hayamos podido alcanzar! Es mentira que si tienes una preocupación-salvo que sea una de vida o muerte- no puedas pasar un buen momento haciendo algo que te gusta, y en donde pasaras un momento relajante alejándote de todo lo que te preocupa. A estas horas de la noche, cuando ya todo ha pasado, me siento mal, y con justa razón, pues  no conseguí el empleo y de seguro al iniciar una nueva semana tendré que seguir buscándolo; sino que me perdí ese buen momento que hubiera pasado hoy al haber  asistido a ese evento cultural. Nada en cuanto a lo del empleo se solucionó hoy al quedarme en casa. Muy por lo contrario, empezare una semana con el mismo estrés de siempre. Ahora tengo el reto que pase lo que pase en esta semana, mis planes no serán cambiados por ningún tipo de depresión que aparezca, viva  y se despierte en mí.





pAnChItO.