jueves, 13 de enero de 2011

LA COLUMNA DE GUILLERMO GIACOSA :Una crónica del lejano oeste


El presidente de EE.UU., Barack Obama, que por momentos parece un elemento decorativo de la política estadounidense, declaró textualmente: “Lo que sabemos es que un acto de violencia tan insensato y terrible no tiene cabida en una sociedad libre... Pido a todos los estadounidenses unirse a mí y a Michelle (Obama) para tener a la congresista Giffords, las víctimas de esta tragedia y sus familias presentes en nuestras oraciones”.

No está mal que recen por ella. Tampoco estaría mal que comprendieran que no solo con oraciones van a detener la creciente y agresiva derechización de la sociedad de su país. El ataque a Gabrielle Giffords fue sugerido por la publicidad. Los afiches que respaldaban al exsoldado Kelly como el candidato que debía vencer a Giffords mostraba al “guerrero” –así lo nombran– empuñando un rifle M16 e invitando a los electores a vaciar sus cargadores sobre la representante demócrata. Ya Sarah Palin, excandidata republicana a la vicepresidencia, había señalado a los congresistas demócratas a vencer incluyéndolos en unos blancos como los que se usan en los polígonos de tiro. No podemos siquiera imaginar que invitaba al asesinato, pero expresaba, sin duda, una ignorancia absoluta sobre el poder de la propaganda.

No todos interpretan los mensajes del mismo modo. Lo que para algunos es una simple referencia alegórica, para otros, menos centrados, puede constituir un mandato real. Sobre todo en un país que no puede sacudirse la crisis que lo agobia y con un culto alarmante a las armas de fuego. Esta interpretación solo intenta hacer conciencia sobre el poder de la propaganda pero no descarta una conspiración. ¿Es posible que John F. y Robert Kennedy, Martin Luther King, Malcom X y ahora Giffords sean víctimas de locos sueltos? Seguramente esta será la incontestable tesis oficial y una vez más se hará evidente que hay un poder oculto tras el poder institucional, que menosprecia el juego democrático y sigue resolviendo sus entuertos al estilo del lejano oeste.

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