Hace unos días recibí un mensaje de una persona que había
leído este blog. En ese momento, me sentí contento de que las columnas escritas en este blog causaban
algo en los pocos o muchos lectores de este. En esta ocasión quien me escribió
me preguntaba del por qué siempre suelo
recalcar que no creo en la felicidad absoluta, y más bien, siempre escribo, ‘la casi,
casi felicidad’. Como ya en otras ocasiones había recibido también algunos
comentarios sobre esta creencia de la ‘no felicidad plena’, decidí hoy el ocuparme
de explicar, a mi manera, en esta nueva
columna o publicación, porque pienso así.
Entonces, si darle tantas vueltas, procedo a explicar el por
qué pienso así. Y dejo a todos, quienes
me leen, que escriban sus sugerencias, e
inclusive si estas afirman o indican que
estoy equivocado.
La felicidad es un
término muy ligero. A mi parecer, algo casi inexistente desde el punto de vista
que la vida es vida porque lleva consigo obstáculos que debemos de resolver a
diario, para así conseguir la tranquilidad que buscamos. Puede que este trabajo
nos tome horas, días, meses y hasta
años. Y es ahí cuando el criterio, que todo llevamos con nosotros, hace su
aparición para que tengamos la paciencia suficiente para ver que
las cosas se arreglen o la decisión para poder acortar el camino hacia las posibles soluciones,
pues toda espera innecesaria atormenta.
Sin embargo, por el
hecho que la felicidad no exista a ciento por ciento, no se pude hablar de una tranquilidad, una alegría y una paz inalcanzable; esa misma que todo ser humano anda buscando y que bajo
ciertos principios si la llega a alcanzar. Si, esa felicidad a la que muchos
llamamos:’ la casi, casi felicidad’. Para nadie es un secreto que entre eventos
afortunados y desafortunados transcurren nuestros días. Y que no existe alguien
que diga que su camino o ruta hacia su objetivo fue del
todo fácil. Que para él o ella no existe
esos días en que se tiene la sensación que algo no camina bien o
que las cosas no terminaran como uno la
espera. Pues, en esta vida, todos los días son así. Ni siquiera en los días más festivos uno deja se sentir algo de temor
y nervios por como saldrán las cosas. Ya que siempre hay la
sensación que las cosas salgan mal.
Quien logra entender todo eso y aprende a
convivir y controlar todas esas sensaciones; es quien está apto para vivir una vida plena.
Reconozco que muchos aun andamos en ese proceso. Y que aún nos quedan las viejas costumbres de vivir el día a día en
preocupación por lo que podría suceder,
por lo que no sucede y por lo que de todas formas sucederá. Sin embargo, hoy en
el ejercicio de buscar vivir una vida plena, poco a poco nos estamos sintiendo más
libres de una vida de innecesarias preocupaciones.
Ojo, las preocupaciones también son parte de la vida. Ya que a bases de ellas se resuelven problemas y se obtienen logros. Pero estas nunca pueden ejercer el control de
nuestra vida y tampoco no todas están a la altura de poder tomar parte de
nuestro tiempo y de nuestra salud.
Todos hemos buscado la
felicidad en algún momento de nuestra vida. Otros la siguen buscando, aun, bajo ese término. Y es por eso que la mayoría
de personas piensa que no es feliz, por lo cual se sienten frustrados en mayor o menor medida.
Como decía anteriormente, no existe la ‘felicidad’ en toda la dimensión de la
palabra. Existe la posibilidad, y al
alcance de todos, de estar cerca de ser felices. Y eso ya es bastante, claro está. El mundo nunca funciona
como uno lo soñó, ni nosotros debemos sentirnos mal porque las cosas no pueden
salir como uno quiere. Escuchamos a diario historia de personas felices, ya sea
porque ostentan diversos grados académicos, grandes conquistas del sexo
opuesto, familias constituidas, grandes fortunas, objetos valiosos, viajes y
todo lo demás. Pero la vida para alguien común y corriente no es así, y por eso
no se puede hablar de que estén lejos de ‘la casi, casi felicidad’. Porque ni
con todo lo material y todos los reconocimientos, ellos han alcanzado la felicidad deseada. Porque a
mi parecer, lo repito, nadie la va alcanzar. Pero puede ser que a su manera,
ellos si hayan alcanzado ‘la casi, casi felicidad’ .Pero lo bueno e
increíble es que todos podemos alcanzar la ‘casi, casi felicidad’. Esta no está negada para nadie. Ni nadie es el
patrón de esta para otros. Ni muchos
menos de nadie depende que nosotros
tengamos ese sentimiento que estemos tan cerca de la felicidad.
Solo hay que partir del
punto de vista que la vida consta de problemas, de días de constante lucha, de
fracasos y todo lo demás. Y estemos donde estemos, con quien estemos y tengamos
los recursos que tengamos, siempre deberemos de resolver problemas y ser
conscientes que muchos de ellos no tienen la solución pero tampoco el poder
suficiente para derribarnos del todo. Y es ahí cuando empezamos el camino a la
‘casi, casi felicidad’. Una sensación que no es estática, pues siempre anda en movimiento. Así, hay días que no son
tan alentadores, que lo mejor que hemos alcanzado parece no ser suficiente para
mantenernos en buen ánimo o en tranquilidad. Pero ahí está nuestra capacidad de
lucha, nuestra habilidad de poder
negarnos a la destrucción por parte de nuestras ideas que solo son un reflejo de lo que sucede en
el momento. Pero lo bueno es que también para los malos
momentos se cumple el dinamismo de los sentimientos negativos .Por lo cual
siempre volverán los buenos momentos.
A mi parecer, existen
ciertos puntos que podemos practicar para estar casa vez más cerca de la
felicidad. Y no necesariamente en este orden:
1. Valorar todo lo bueno con lo que
contamos. Y basar en eso nuestra
alegría.
2. Dejar de lado esa falsa idea que
muchos somos mediocres o conformistas porque nos sentimos contentos con
lo que hemos conseguido. Quizá, para otros es poco lo que hemos logrado, pero esto para notros es suficiente para nuestra ‘casi,
casi felicidad’
3. Entender que en esta vida para conseguir ciertos objetivos, hay que
trabajar y sacrificarse. Pero hay cosas, en la cuales que no vale la pena en invertir energías.
4. El sentido de responsabilidad será una clave fundamental para que los
tuyos, sobre todos tus descendientes, estén bien. Por tanto hay que aprovechar
las oportunidades que se nos presentan. Siempre es bueno algo de disciplina.
Pero tampoco hay que matar la salud.
5. Nunca está de más el hacer un plan de las cosas a realizar o resolver. La vida es un constante estrés.
Quizá, podríamos luchar contra esta enfermedad si practicamos el orden, la planificación.
Y sobre todo si sabemos el prevenir cualquier mal tiempo que podría darse.
6. Una sonrisa nunca está de más. Es verdad que hay momentos en la vida de
seriedad. Pero también hay momentos en que debemos de sacar nuestra mejor carta
que llevamos de bajo de la manga: una sonrisa.
7. Nadie es tan importante como para que pueda condicionar nuestra ‘casi,
casi felicidad’. Ese sentimiento depende de nosotros. Y si existiera una excepción
a la regla: ellos podrían ser nuestros familiares
más cercanos. Siempre que estén pasando un mal momento, y eso por ende nos
afecte.
pAnChItO
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