Existen las pequeñas esperanzas que se niegan a morir. Esas
sensaciones que en parte de nuestro día nos alientan a seguir peleando por
objetivos que muchas veces están tan lejanos de la realidad y de nuestro alcance.
Esas cosas imposibles que nos hacen recobrar aliento, vida y sonrisas, pero que
a la larga nos hacen sufrir. Nadie puede dejar de ilusionarse, de creer en que
todo se puede lograr, y de soñar. Pero es obligación de todos nosotros y de
quienes están a nuestro alrededor, y nos
quieren, de hacernos pisar tierra. De atarnos de vez en cuando al verdadero
mundo:” a esta tierra en que lamentablemente no todas las fantasías se cumplen,
y si fuera así, ya no sería vida”
Arriba cada sonrisa que se despierta en nosotros; porque de
ella depende el que tengamos un gran día. Un día en que vamos a realizar las
cosas con entusiasmo y ganas. Pero no tan alentadora, aquella sonrisa que se
monta sobre una base inexistente o débil, por la cual al final terminemos cayendo;
y esta caída tenga la probabilidad de ser dolorosa, además, que nos termine decepcionando de la vida. Cuando en realidad
en la vida no hay porque vivir decepcionados; ya que no debemos esperar nada de
nadie. Cuál será el arte de vivir la vida? Quizá, existan muchas respuestas.
Pero estoy seguro que en el criterio de cada uno y en el sentido común al
actuar en esta, está la mejor respuesta.
Con esto tampoco se quiere, aquí, proponer que no se deben
luchar por los sueños. Hay que ser luchadores, perseverantes y comprometidos
con lo que queremos. Pero no hay que tenerlo como un patrón de vida, como una consigna;
porque así no funcionan las cosas. Nuestras energías son únicas, son irreemplazables; por lo cual deben de estar destinadas a todo lo que se ajuste a
la realidad. La vida hay que vivirla: “sacrificándose bastante, pero no
exageradamente” Recuerda que los años pasan, nos hacemos viejos y, aunque no lo
aceptemos, ya estamos cerca del final.
A vivir la vida lleno
de ilusiones pero no de obsesiones.
pAnChItO.
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