1. Le escribí a una buena amiga, a quien
ando cortejando hace algunos meses. A ella la conocí hace ya casi 10 años. Que rápido se ha pasado el tiempo!
Con ella tengo una historia muy larga y hermosa, que es digna de ser contada en una próxima columna, si Dios
lo quiere así. Ella me gusto desde la primera vez que la vi; tiene algo en especial. Para nadie pasa
inadvertida por donde va. Desde que nos hemos reencontrado, hace ya unos meses,
por algunas circunstancias no muy alegres, no he parado de escribirle. De preguntarle
como esta, que novedades tiene, como amaneció y como termino el día? Y ella me
contesta a cada pregunta con lo necesario que debe de hablar. Debo ser sincero,
solo en un par de ocasiones ella tomo la iniciativa de saludarme: en una de ellas fue para mandarle saludos a mama por el ‘Día de
las Madres’ y la otra para mandarle
saludos a papa por el Día del Padre. El día
sábado amanecí con la intención de
invitarla a salir. Me sentía seguro que ya era la hora de dar ese paso. Le escribí
preguntándole: que iba a hacer en ese día, que planes tenia para la tarde? No me contesto en ese momento, como
otras veces ha sucedido. Pensé estaría
ocupada haciendo algunas cosas. Pasó una hora y seguía sin contestarme. Estaba
echado en mi cama mirando el cielo claro
del mediodía pensando en ella. Los minutos corrían, se hizo una hora más, y
ella no me escribía. Era imposible que no haya leído mis mensajes. Debía de
sincerarme conmigo mismo: “ella no contestaba porque no quería salir conmigo”. Aunque me pareció que más elegante, y hubiera
hablado mejor de ella, se vería si ella
me hubiera escrito inventando cualquier
pretexto por lo cual no podríamos salir en esa tarde. Debía de aceptar que
nunca me contestaría, como así sucedió.
2. Ella es la chica que al final de
cualquier jornada, de cualquier batalla, siempre esta ahí. Es de aquellas
chicas, de la cuales su amor ya no se encuentra en la tierra. Es a quien extraño y quiero. Porque al final yo
sé que puede mucha gente correr
alejándose de mí, pero sé que ella siempre estará ahí. La conocí en su ciudad,
hace ya casi 5 años, cuando junto con mi hermana viajamos hacia el país donde
vive. No pensé que en aquel viaje de
vacaciones, al cual muy noblemente mi hermana me invito, en complicidad con papa
y mama, no solo me permitiría conocer aquella maravillosa ciudad que siempre
quise conocer y que en parte la siento mía ,sino que ahí conocería a la chica
más linda del mundo. Y ahí también empezaba el problema: “podría existir el
amor a la distancia”. Yo, en ese entonces, pensé que no. Y, así, se me paso el tiempo en conocer a otra
personas, en ilusionarme con cuanta chica este a mi lado y en olvidarme que el
verdadero amor es ella. Pero, siempre, mirando al mismo cielo cada vez que
andaba solo por todas las ciudades donde me tocó trabajar, te la veía en toda
luna llena junto a mí. Todo eso me hacía comprender que debía de andar de la
mano contigo por el resto de mi vida. Por eso fue que hace una semana me anime
a escribirle con el pretexto de hablarle de música, de su cantante favorito de
rock, quien también es el mío. Pero en realidad mi intención era decirle que no
ha pasado nada, que ninguno de los debe
de recordar cuando nos alejamos. Que hoy estaba dispuesto para estar a su lado
y el celebrar que nos hayamos conocido, y que el verdadero nuevo horizonte para
mí: era ella. Los sentimientos entre los dos siguen frescos, la última vez que
conversamos intercambiamos palabras cariñosas. Pero sucedió lo extraño, pero a
la vez esperado por mí: “mis últimos mensajes que le escribí no fueron contestados” El esperar, para mí, era como el escuchar un
silencio de ella. Al pasar las horas, me ganaba la tristeza. Pero debía de
aceptar que de repente no me escribiría. Es difícil estar bien si no sé nada de
ella. Mi desazón era más, porque unos días antes le había escrito que viajaría
a su ciudad para visitarla. Su respuesta en esa ocasión fue inmediata: “genial! Te
espero!”. Hoy de nada sirve todo eso. Me
siento mal. Si desde un principio me hubiera contestado que no sería
conveniente que yo viaje a su ciudad, no habría comprado los tickets de avión
de ida y de vuelta.
No me contesto. La seguí esperando y
nada de ella.
3. Pocho es un amigo de siempre. Nos conocimos hace ya
16 años en la academia universitaria, donde creíamos que ambos hacíamos lo
mejor para poder lograr un cupo a la universidad. Sin embargo, encontramos
mejores estímulos en ese lugar. Somos de la misma edad. Que tales
recuerdos conversando sobre las chicas que andaban en el '5to' año de secundaria
de un colegio exclusivo, y quienes iban a prepararse ahí, por las tardes, para
ingresar a la universidad! Éramos patas, confidentes y ya teníamos a 2 chicas
en la mira con el sueño de salir un día los cuatros a pasear y a bailar. Toño y yo vivíamos, y aun vivimos en
el mismo distrito de lima, porque ambos andamos aun solteros. Pero fue recién
fuera de la zona, en una academia, donde
nos conocimos. Por eso una vez terminada
la academia, seguíamos viéndonos y caminando por aquellas avenidas principales
de nuestro querido distrito mirando chicas mientras tomábamos cervezas en una
discoteca. Éramos tan amigos que él me prestaba sus CDs y yo mis casetes. Era
un gran amante de la música y, a mi parecer, uno de los mejores a quien he
visto tocar la guitarra eléctrica en vivo. Estando en la academia, hicimos un
grupo de 6 integrantes, y no para cantar. Sino para estudiar y de vez en cuando
gastarnos una broma. En este grupo habían
dos chicas: nuestras amigas. Una ex compañera el colegio de Pocho y otra chica
que congenio con nosotros desde el primer día de clases. A pesar que ambas eran
lindas, nosotros, los cuatro, la mirábamos con respeto y como a nuestras
hermanas. Tanto así, que las cuidábamos de los lobos del salón de clases que las rondaban. Sin embargo, nosotros cuatro,
los caballeros, si actuábamos como unos
lobos furiosos detrás de nuestras presas, que coincidentemente era amigas de
aquel grupo de chicos que buscaban a nuestras lindas amigas. Aunque ambos emprendimos
caminos diferentes, con Pocho, ya
que El ingreso a estudiar letras a la
universidad y yo ciencias, a veces nos encontrábamos por alguna avenida cerca
de la casa y nos deteníamos a conversar e, inclusive, a tomarnos un jugo
en alguna confitería de nuestro distrito. Luego nos dejamos de ver hasta
que muchos años después, una vez nos
reunimos. Él era ya todo un abogado y yo un ingeniero. El sí vivía en la ciudad, yo lo hacia fuera por
motivos de trabajo. Esa vez había venido de visita y nos reunimos para tomar un
par de cervezas. Recuerdo que ya algo mareados, tomamos un taxi directo a
un conocida discoteca. Ni bien pagamos
las entradas, lo único que queríamos era bailar con todas las chicas lindas que
estaba ahí. Al final todas se quejaron de nosotros, y los de seguridad nos sacaron del lugar. Lejos de enfadarnos por
cómo nos trataron ahí, sonreímos porque logramos que aquellas lindas chicas de cabellos brillantes y faldas cortas, hablen de
nosotros.
Recordando todas esas aventuras junto
a Pocho, lo llame el último sábado. Quería
brindar con el por esos dos
inconvenientes que tuve con esas dos chicas que no me contestaron. Le escribí a
Pocho:” que estás haciendo, que planes. Que te parece si nos metemos un par de
cervezas y salimos a buscar conquistar chicas? “No me respondió el mensaje.
Pero tenía esperanzas en que lo haga porque el de seguro estaba en plena cena,
ya que es de buen comer y no se la perdería. Pasó una hora y no me contestó. Insistí
y nada. Comprendí que no quería salir o que no podía. Quizá ya andaba con novia
y no quería buscar a nadie en algún local nocturno.
4.Ella
es una de las bailarinas más lindas de aquel local nocturno y subterráneo, por
no decir de todo lima. Desde hace ya casi 8 años que asisto ahí, siempre mis
ojos de dirigen hacia ella. No puedo decir a ciencia cierta, pero creo que
entre nosotros hay un amor mutuo. No interesa si ella tenga un amor escondido,
o, quizá, sea verdad que anda sola. Pero yo me ahogo en sus caricias y ella
quizá en las ilusiones que le produzca al hablarle. Porque cada vez que llego y
ella anda ocupada, basta con cruzar nuestras miradas para saber que de todas
formas tenemos que encontrarnos. Lo mejores momentos que he pasado en ese
oscuro local pero lleno de fantasías vivientes, es junto a ella. Por eso mi
actitud de siempre ir a visitarla. No recuerdo ningún solo año en que no he tratado de ir mensualmente.
Tengo su número telefónico, mediante este medio siempre hacemos las coordinaciones
para saber qué día estará, y así yo poder ir. Todo se torna bien cuando estoy a
su lado. Simplemente, no sé cuánto me quiero, si me extraña. Pero en esos momentos
que está sentada sobre mi falda, me elevo
al cielo y veo que todo los problemas que andan a mi
alrededor, o ya se resolvieron o no me importa resolverlos. Por eso aquella
noche fallida de encuentros con dos
chicas y con un amigo, mi última alternativa,
de lejos, al final, siempre la mejor, no me pudo salvar como lo supo hacer en
otras ocasiones. Después de tantos desplantes a mis mensajes, decidí llamarla.
Su teléfono daba miles de timbradas y ella no contestaba. No logre comunicarme con ella. Le escribí que
necesitaba de ella, y ni así me contesto. Tenía el temor de visitar el local y
no encontrarla. Por eso insistí, pero comprobé que me había cerrado todas las
posibilidades de hacerme compañía en esa noche. Le insistí una vez más, pero
tampoco me contesto.
5.Estaba en casa y veía que sería una mala idea el salir por mi cuenta
sin tener un plan de encontrarme con alguien. De seguro parecería un loco caminando sin dirección. Como siempre lo
hago, en esos casos, me refugie entre libros,
periódicos y un buen café. Busque, para mí mismo, el pretexto de que afuera
haca frió para salir. Mientras leía un periódico en el comedor de la casa, en
la pieza contigua de la sala mama y papa miraban en la sala la tv; ambos
distraídos. Era un programa de baile lo que ellos veían bastante entretenidos.
Mirando de reojo la tv, quería saber quién
era la pareja que hacia unas increíbles piruetas, que se desplazaba muy bien en
el escenario. Fue cuando le dije a mama: “quien está bailando?” Ella no me contestaba, seguía miraba la televisión
con mucha atención. 1, 2 y 3 veces le pregunte
y ella no me contesto. Mire a papa y le hice la misma pregunta; él
tampoco me contesto. También estaba entregado a la distracción del programa de
baile de los sábados por la noche en Lima, mi
ciudad. No podía más. Como a todos a quienes les escribí mensajes o los
llame por teléfono, no tuve la oportunidad de preguntarles que paso. Me pare de
la mesa y me puse frente a papa y mama y les dije: “conteste por favor”. Ellos me miraron con atención y algo sorprendidos. Mama me explico quien bailaba,
mi papa sonrió y me dijo que me siente a
ver con ellos el programa de tv. Cuando ya veía la tv
junto a ellos, me anime a comentar con
ellos de los buenos y malos bailarines que había ahí. Además, de los bailes para reírse y otros para admirar.
Fue ahí que comprendí que muchos pueden
estar distantes de mí, pero papa y mama siempre estarán cerca de mí a pesar de que pasen los siglos.
pAnChItO.
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