Acababa de cenar con mis padres y luego nos fuimos a ver la televisión. No sé qué sucedió,
pero yo estaba nervioso. Empecé a sentir
otra vez esa maldita obsesión porque se resuelvan las cosas pendientes, y de manera inmediata. No
tomaba atención al programa que mirábamos en la ' tv', solo tenía puesta mi atención en
cómo solucionar las cosas. Cuando mama
me preguntaba algo sobre la serie de 'tv' que estábamos viendo, respondía cualquier cosa,
parecía un loco. Ella me miraba, sospechaba que algo me sucedía. Creí que debía
fingir ante ellos que estaba muy bien, que no tenía ningún problema. Pero mama
y papa me conocían y me conocen muy bien. Ya los había preocupado. Nada podía hacer.
Espere a que dicho programa
de 'tv' termine, y subí a mi habitación.
Me puse la casaca, la chalina y decidí salir
a dar una vuelta por cualquier lugar. Papa y mama al verme así me aconsejaban
que no me vaya muy lejos. Les dije que no, que solo iría a tomar aire. En
realidad, no tenía un rumbo. Quería
tomar aire, refrescar mi mente y,
sobre todo, el combatir esos nervios que
casi siempre asaltan mi tranquilidad cuando estoy tan bien de ánimo. Pensé que
cualquier percance que viviría a en la calle, seria menor a esta
situación adversa que vivo casi siempre de la manera mas inesperada, y lo que es peor aun: nace de la nada.
Estando caminando por la avenida principal del distrito, donde vivo, pase por
ese moderno y exclusivo spa, donde trabaja como secretaria una amiga a quien siempre
gusto mirar por detrás de las lunas de vidrio; y ella que en ocasiones
levanta su cabeza y me mira pasar por ahí.
Sigo caminando y me doy cuenta que llegue
a final de la avenida: “había pasado delante de un montón de centros comerciales
sin pararme a mirar ninguno, a excepción de aquel donde trabaja esa linda amiga”
Mi preocupación, que había invadido todo mi cuerpo, me había llevado a muchos kilómetros lejos de casa sin sentir el
cansancio ni la necesidad de buscarle una explicación a tan largo paseo. Como
un robot había llegado hasta esa avenida donde, en el verano de este año,
llegue sonriendo y pensé, en ese entonces, que ya había encontrado lo que siempre busque.
Estando ahí, pensé en muchas personas. Pero
soy poco de visitar a la gente, por lo que decidí seguir caminando solo. En eso apareció en mí una gran idea, me recordé de la ‘flaca’, una gran amiga.
Cruce la pista, alquile un teléfono para llamarla y cerciorarme si estaba en su casa. Marque su número telefónico, contesto ella; no le hable nada y colgué el
teléfono. No sé el por que hice eso- tal vez en el fondo sospechaba que si le
contaba que iba a su casa me diría que saldría, y no podría recibirme-,ademas que nunca me gusta visitar a nadie,como tampoco que me visiten; quizá me gusta la soledad. Se me ocurrió ir lejos, subí
al ómnibus que me llevaría a otro lugar. Llame a mama desde mi teléfono móvil y le dije que me encontré con unos amigos y nos
iríamos por ahí a tomar algo. Sabía que me iba a demorar, que le viaje de ida
eran todas las horas en que haga su recorrido esa unidad de trasporte, más el
camino de vuelta. Llegue al último paradero, el frió, ahí, se acentuaba a esa hora de la noche cuando
poca gente anda por las calles. Me acerque al malecón y al pisar sentía como si en mis zapatos hubiera puesto cubos
de hielo. Además, que mis manos se
congelaban. Mi chalina se hacía vulnerable al aire que me molestaba el cuello. Pero seguía nervioso, preocupado y
muy enfadado conmigo mismo porque las cosas no se daban como yo quería, y esa
calentura hacia que mi cuerpo termino venciendo el intenso frió en aquel distrito próximo
al mar.
Seguí mi ruta, camine
tranquilo sin saber que estaba llegando a su casa. Al estar ahí me recordé de
ella, y no me quedaba otra que ir a saludarla. Un vigilante pregunto mis datos,
le aviso por intercomunicador si me conocía, malogrando la sorpresa que quería darle,
ella le respondió que sí .Entre al condominio, ahí sentí tranquilidad: el olor a plantas relajaba
mi mente.
Yo que evite entrar a la
casa de la flaca, quien vivía cerca de mi, y ahora estaba aquí, lejos de casa,frente de la
puerta de otra amiga, a quien no veía tiempo y no sabía si estaba incomodando.
Salió ella. Bese su mejilla
y me dijo que lamentaba mucho no poder conversar mucho conmigo, porque estaba ocupada arreglando su maleta. Mañana salía de
viaje. Me dejo sentado en el cómodo mueble, mientras traía una taza de café para el
frió. Sentí que mi llegada era inoportuna, que estaba ahí fastidiando, que ella
no sabía cómo decirme que me vaya.
Quizás ella quisiera descansar un poco antes
de salir al aeropuerto. Entonces, le dije que mi visita era breve, que había
estado cerca de la zona visitando a un amigo del trabajo y que era muy
tarde, y debía volver a casa. Me miro a los ojos, parecía que compartía mi preocupación. Me dio un beso en
la mejilla y me animo a contarle todo. Sonrió
como solo ella lo podía hacer en los momentos difíciles. Puso esa cuota de
alegría que necesitaba. El poder de su sonrisa era efectivo, estaba yo también
sonriendo. Salgo mañana de viaje, debemos volver al país donde papa trabaja- me dijo- Debo
descansar, pero debo hacerlo bien, y solo lo voy a hacer si se que tu estas
bien. Fue ahí que comprendí que a ella nunca la pude, ni la podía engañar. Esa mujer sabía que la quería y que era ella mi única
medicina ante mis ataques de pánico. Al terminar el café, preparo una jarra de limonada.
Sirvió dos vasos y puso su rostro de gran confidente. Al terminar mi relato, me dijo un par de cosas muy útiles,luego me abrazo y me contó que no volvería
en dos meses. Le conté que siempre la extrañaba y que me parecía injusto que
,después de tanto tiempo que la encontraba, ella se vaya lejos. Me leía la
mente: sabía que ya no estaba nervioso y que la quería a mi lado para siempre. Le
desee un feliz viaje y la bese en la mejilla. Me agradeció mis buenos deseos y
me beso también en la mejilla. Pensé que haber venido de tan lejos para
contarle esto era una tontería. Al salir
me cruce con sus padres, quienes se despidieron de mí. Estando ya fuera, mire
el cielo con luna llena y deseaba que no se vaya .Cuando estaba ya en el ómnibus de regreso a casa, llame
a mama y le dije que ya estaba yendo para allá.
Cuando colgué el teléfono recibí una llamada de ella diciendome: "me llamas
cuando llegues a casa"
Llegando a casa la llame. Me
contó que le hizo muy bien al verme. Que sigue odiando los aviones, por lo que
se pone tensa al saber que está próximo a subir a ellos. Así que se distrajo el conversando conmigo. Agrego que cuando ella
vuelva, deseaba que yo siempre la siga visitando, que ya no me vuelva a
desaparecer tanto tiempo, y que mis besos
en la mejilla los había extrañado un montón. En ese momento sentí que mis nervios, algunas veces, me
podían llevar al infierno; pero en otras ocasiones, como en esta, al mismo cielo.
Que vuelvan ellos a mí por favor!
pAnChItO.
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