martes, 21 de julio de 2015

COMO EN EL MISMO CIELO.

Acababa  de cenar con mis padres y luego nos  fuimos a ver la televisión. No sé qué sucedió, pero yo  estaba nervioso. Empecé a sentir otra vez esa  maldita obsesión   porque se resuelvan  las  cosas pendientes, y de manera inmediata. No tomaba  atención al programa que  mirábamos  en la ' tv', solo tenía puesta mi atención en cómo solucionar las cosas.  Cuando mama me  preguntaba algo sobre la serie de 'tv'  que estábamos viendo, respondía cualquier cosa, parecía un loco. Ella me miraba, sospechaba que algo me sucedía. Creí que debía fingir ante ellos que estaba muy bien, que no tenía ningún problema. Pero mama y papa me conocían y me conocen muy bien. Ya los había preocupado. Nada podía hacer.
Espere a que dicho programa de 'tv' termine, y subí a mi habitación. Me puse la casaca, la chalina y decidí  salir a dar una vuelta por cualquier lugar. Papa y mama al verme así me aconsejaban que no me vaya muy lejos. Les dije que no, que solo iría a tomar aire. En realidad, no tenía un rumbo. Quería  tomar aire,  refrescar mi mente y, sobre todo, el combatir  esos nervios que casi siempre asaltan mi tranquilidad cuando estoy tan bien de ánimo.  Pensé que  cualquier percance que viviría a en la calle, seria menor a esta situación adversa que vivo casi siempre de la manera mas inesperada, y lo que es peor aun: nace de la nada. Estando caminando por la avenida principal del distrito, donde vivo, pase por ese moderno y exclusivo spa, donde trabaja como secretaria una amiga a quien siempre gusto mirar por detrás de las lunas de vidrio; y ella  que en  ocasiones  levanta su cabeza y me mira pasar por ahí. Sigo caminando y me doy cuenta que  llegue a final de la avenida: “había pasado  delante de un montón de centros comerciales sin pararme a mirar ninguno, a excepción de aquel donde trabaja esa linda amiga” Mi preocupación, que había invadido todo mi cuerpo,  me había llevado a  muchos kilómetros lejos de casa sin sentir el cansancio ni la necesidad de buscarle una explicación a tan largo paseo. Como un robot había llegado hasta esa avenida donde, en el verano de este año, llegue sonriendo y pensé, en ese  entonces, que  ya había encontrado lo que siempre busque. Estando ahí,  pensé en muchas personas. Pero soy poco de visitar a la gente, por lo que decidí seguir caminando solo. En eso  apareció en mí una gran idea, me recordé de la ‘flaca’, una gran amiga. Cruce la pista, alquile un teléfono para llamarla y  cerciorarme  si estaba en su casa. Marque su número telefónico,  contesto ella; no le hable nada y colgué el teléfono. No sé el  por que hice eso- tal vez en el fondo sospechaba que si le contaba que iba a su casa me diría que saldría, y no podría recibirme-,ademas que nunca me gusta visitar a nadie,como tampoco que me visiten; quizá  me gusta la soledad. Se me ocurrió ir lejos, subí al ómnibus que me llevaría a otro lugar. Llame a mama desde mi teléfono móvil y  le dije que me encontré con unos amigos y nos iríamos por ahí a tomar algo. Sabía que me iba a demorar, que le viaje de ida eran todas las horas en que haga su recorrido esa unidad de trasporte, más el camino de vuelta. Llegue al último paradero, el frió, ahí,  se acentuaba a esa hora de la noche cuando poca gente anda por las calles. Me acerque al  malecón y al pisar sentía   como si en mis zapatos hubiera puesto cubos de hielo. Además, que  mis manos se congelaban. Mi chalina se hacía vulnerable al aire que me molestaba  el cuello. Pero seguía nervioso, preocupado y muy enfadado conmigo mismo porque las cosas no se daban como yo quería, y esa calentura hacia que mi cuerpo termino venciendo el  intenso frió en aquel distrito próximo al mar.
Seguí mi ruta, camine tranquilo sin saber que estaba llegando a su casa. Al estar ahí me recordé de ella, y  no me quedaba otra que ir a saludarla. Un vigilante pregunto mis datos, le aviso por intercomunicador si me conocía, malogrando la sorpresa que quería darle, ella le respondió que sí .Entre al condominio, ahí  sentí tranquilidad: el olor a plantas relajaba mi mente.
Yo que evite entrar a la casa de la flaca, quien vivía cerca de mi, y ahora estaba aquí, lejos de casa,frente de la puerta de otra amiga, a quien no veía tiempo y no sabía si estaba incomodando.
Salió ella. Bese su mejilla y me dijo que lamentaba mucho no poder conversar mucho conmigo, porque estaba  ocupada arreglando su maleta. Mañana salía de viaje. Me dejo  sentado en el cómodo mueble, mientras traía una taza de café para el frió. Sentí que mi llegada era inoportuna, que estaba ahí fastidiando, que ella  no sabía cómo decirme que me vaya. Quizás ella quisiera  descansar un poco antes de salir al aeropuerto. Entonces, le dije que mi visita era breve, que había estado cerca de la zona visitando a un amigo del trabajo y  que era muy tarde, y debía volver a casa. Me miro a los ojos, parecía que  compartía mi preocupación. Me dio un beso en la mejilla y me animo  a contarle todo. Sonrió como solo ella lo podía hacer en los momentos difíciles. Puso esa cuota de alegría que necesitaba. El poder de su sonrisa era efectivo, estaba yo también sonriendo. Salgo mañana de viaje, debemos volver al país donde papa trabaja- me dijo- Debo descansar, pero debo hacerlo bien, y solo lo voy a hacer si se que tu estas bien. Fue ahí que comprendí que a ella nunca la pude, ni la podía engañar.  Esa mujer sabía que la quería y que era ella  mi única medicina ante mis ataques de pánico. Al terminar el café, preparo una jarra de  limonada. Sirvió dos vasos y puso su rostro de gran confidente. Al terminar mi relato,  me dijo un par de cosas muy útiles,luego me abrazo y me contó que  no volvería en dos meses. Le conté que siempre la extrañaba y que me parecía injusto que ,después de tanto tiempo que la encontraba, ella se vaya lejos. Me leía la mente: sabía que ya no estaba nervioso y que la quería a mi lado para siempre. Le desee un feliz viaje y la bese en la mejilla. Me agradeció mis buenos deseos y me beso también en la mejilla. Pensé que haber venido de tan lejos para contarle esto era una tontería. Al salir  me cruce con  sus padres, quienes  se despidieron de mí. Estando ya fuera, mire el cielo con luna llena y deseaba que no se vaya .Cuando estaba ya en el ómnibus de regreso a casa, llame a mama y  le dije que ya estaba yendo para allá. Cuando colgué el teléfono recibí una llamada de ella diciendome: "me llamas cuando llegues a casa"
Llegando a casa la llame. Me contó que le hizo muy bien al verme. Que sigue odiando los aviones, por lo que se pone tensa al saber que está próximo a subir a ellos. Así que se distrajo el conversando conmigo. Agrego que  cuando ella vuelva, deseaba que yo siempre la siga visitando, que ya no me vuelva a desaparecer tanto tiempo, y que  mis besos en la mejilla los había extrañado un montón. En ese momento  sentí que mis nervios, algunas veces, me podían llevar al infierno; pero en otras ocasiones, como en esta, al mismo cielo. Que vuelvan ellos  a mí por favor!


pAnChItO.


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