viernes, 17 de septiembre de 2010

Un matrimonio de ensueño

Acababa de ser sincero, de ser franco, de ser nuevamente yo, o parte de quien fui, y de quien me había propuesto ya no ser más. No me importaba volverme a arriesgar, a dejar que aparezca el otro yo que llevamos todos adentro, ese yo que está lleno de inocencia, de entusiasmo por el amor, por la esperanza de que todo lo que parece imposible alcanzar se puede lograr. Mirando el cielo soleado, volví a clamar a gritos una oportunidad; me volví a poner de cara a lo que podría suceder, me sentía dispuesto a escuchar cualquier respuesta que ella me diera: pero tenía la seguridad que seria positiva.
Acaba de perpetrar ese acto valiente y loco que meses atrás había desertado de hacerlo. Pero hoy estaba bajo los efectos del impacto que me dejo ver su bello rostro, de haber escuchado su linda voz; por lo que no existía en mí la mínima sensación de arrepentimiento. Estaba dispuesto a embarcarme en ese viaje con destino a la felicidad. No me importaba nada, solo quería llegar y estar frente a ella, que sepa de una vez que no podía estar ni un minuto más sin su compañía. Yo no tenía ningún reparo en formalizar con ella, sabía lo que significaba todo eso, estaba seguro que podía someterme a esos largos e interminables viajes para visitarla al lejano lugar donde vive. También estaba convencido que podía enrolarme a su vida agitada, de la cual de pequeño siempre soñé vivirla, pero que me desanimo el trajín que esta profesión lleva consigo. Pero el destino me volvía aponer en esa interesante situación de escoger entre una vida calmada o una vida llena de viajes, y esta vez yo solo podía elegir esa opción que antes siempre la rechace, pues esta vez lo hacía por la persona a quien quiero. Estaba muy confiado de lo que podía hacer, me sentía un hombre completo, había olvidado cualquier mala experiencia pasada para vivir esta experiencia que algo me vaticinaba sería muy buena, muy provechosa y quizás la que marcaria mi felicidad eterna. Estaba dispuesto a todo, tenía mi maleta en la mano para ir a visitarla en las próximas vacaciones, esta consistía de un chullo, un par de guantes, 2 casas térmicas y todos mis ahorros para irme a ese país de intenso frio donde ella vivía. No tenía ningún discurso preparado para cuando llegue, estaba dispuesto a conversar con sus padres de la manera más natural, a sincerarme con ellos, a explicarles cuanto quería a su hija, y el porque consideraba que podíamos ser felices los dos. Mientras ordenaba mi cuarto antes de salir al aeropuerto escuchaba esos villancicos propios de la navidad, los mismos los que escuche con ella en las últimas fiestas y que ahora solo quería volver escucharlos por siempre junto a ella. Los días venideros serian de alegría en la lejana Europa, donde desde mi llegada al aeropuerto al encontrarla esperándome, le daría un beso y así lo repetiría todos los días que permanezca ahí. Todo me salió bien felizmente, el viaje no fue pesado, llegue muy bien, casi me desmayo al salir a la sala de esperas y verla con ese mismo vestido que usaba cuando me enamore de ella. Me acerque, la abrace fuerte, sentí en ese momento que mi vida se renovaba. Me dio vergüenza besarla delante de todos, solo le deje un beso en la frente y le prometí muchos más para cuando estemos en privado. Nos fuimos caminando, afuera estaban sus padres, observe ahí el inmenso aeropuerto; este lugar parecía una congeladora, el frio me atravesaba por todo el cuerpo, a pesar que llevaba puesto ese abrigo que lo compre de oferta en mi país, sentía que me congelaba. Pero lo olvide todo al saber que congenie con sus padres. Camino al hotel- donde me hospedaría, algo que ellos y yo preferíamos así- conversamos mucho, felizmente ellos también hablaban el idioma universal, así que nos fuimos conociendo mejor, entendieron mi posición, captaron el mensaje que traía desde muy lejos : estaba enamorado de su hija, no quería jugar con ella y por eso había venido desde tanta distancia. Fui un par de veces más de visita a ese país, me gustaba ya la ciudad, olvide el frio clima que se vivía ahí en esas temporadas , más bien yo lo calentaba con tantos besos y abrazos que le daba a ella en cada bienvenida que me daba . La última vez que fui, no sé cómo, pero salí solo del aeropuerto, y me dirigí a su casa para darle la sorpresa de mi llegada intempestiva. Esa vez tuve el valor de hablarles a sus padres de matrimonio, de ponerme en evidencia ante ellos, pero no podía seguir ocultándoles que buscaba la unión con su hija, que había encontrado en ella a la mujer ideal. Ellos querían saber más de mí, por lo que vendrían a lima para conocer a mis padres, y así fue, las cosas salieron muy bien aquí en el Perú. Posteriormente me aceptaron como su futuro yerno, así que coordinaríamos todo para una ceremonia familiar aquí, luego si Dios lo quería, el matrimonio se realizaría allá. Estaba encaminado, sentía que al fin me uniría con ella por toda la vida. Nos queríamos, eso para mí era lo más importante.
Una de esas que ella llego a lima de visita, luego de haberla dejado en su hotel junto a los suyos; regrese a casa y creí que todo era un sueño, busque a alguien que me diera un par de patadas en el trasero para hacerme creer que todo esto que vivía era la realidad.
Esa noche había cenado frejoles, siempre estilo comer eso por en las mañanas, aunque esta vez hice la excepción, porque anduve casi todo el día de paseo con ella, además que terminábamos de tramitar lo necesario para nuestro matrimonio. Siempre me hice la idea desde pequeño que comer frejoles en la noche me producía pesadillas, sin embargo ahora no temía eso, ya que solo quería irme a la cama para soñar con ella. Llegué a quedarme dormido, pero con el estomago lleno. Tuve una pesadilla: llegaba el día del matrimonio, y ella y sus padres no se presentaban, una llamada desde una ciudad lejana en la que me pedía disculpas y me advertía que no podía casarse conmigo, que no me quería. Desperté muy asustado el día de hoy, quería asegurarme que se casaría conmigo, mama sintió que estaba despierto, me pregunto desde lejos i me servía mi desayuno. Baje, en la concina mientras desayunaba mama me habla de todo, menos de mi matrimonio. Termine de desayunar y subí a mi habitación, abrí los cajones para buscar mi ropa y bañarme; ahí encontré mi pasaporte, me entro curiosidad por verlo, sospechaba que todo había sido un sueño, lo comprobé, no tenía ningún sello de entrada a ese lejano país de Europa en el cual vivía ella. Ósea no iba a haber matrimonio, tampoco me iba a dejar plantado, y lo mejor de todo es que no había gastado esa cantidad de dinero- que siendo sincero no la tengo-que pensaba que lo había hecho en esos inexistentes viajes de aventura que emprendí en mis sueños provocados por mi estomago pesado. Tras el alivio de comprobar que todo fue un sueño, mi otro yo volvió a aparecer; lo deje que se instale en mí, lo necesitaba. Apareció ese hombre sensato y realista, que sabía que detrás de toda pesadilla puede estar la realidad y que un plato de frejoles no siempre nos puede llevar directo al inodoro como lo creemos, sino también, a las más hermosas ciudades del viejo continente y en compañía de la más mujer mas hermosa de la tierra.
pAnChO

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