viernes, 10 de septiembre de 2010

LA COLUMNA DE GUILLERMO GIACOSA : Fidel y la homofobia


El diario mexicano La Jornada reproduce una entrevista a Fidel Castro en la que se hace referencia al tema de la homosexualidad. Pregunta la periodista: “Comandante, todo el encanto de la Revolución Cubana, el reconocimiento, la solidaridad de una parte de la intelectualidad universal, los logros frente al bloqueo, en fin, todo, todo se fue al caño por causa de la persecución a homosexuales en Cuba”.

Fidel pide tiempo para recordar. Y dice: “Fueron momentos de una gran injusticia, ¡una gran injusticia!, la haya hecho quien sea. Si la hicimos nosotros, nosotros. Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en todo eso porque yo no tengo esos prejuicios”.

–“Se sabe que entre sus mejores y más antiguos amigos hay homosexuales. ¿Cómo se conformó, entonces, ese odio al diferente?”.

Fidel piensa que todo se fue produciendo como una reacción espontánea en las filas revolucionarias, que venía de las tradiciones. En la Cuba anterior no solo se discriminaba a los negros: también se discriminaba a las mujeres y, desde luego, a los homosexuales. “Pero no en la Cuba de la nueva moral, de la que tan orgullosos estaban los revolucionarios…”.

–¿Quién fue, por tanto, el responsable, directo o indirecto, de que no se pusiera un alto a lo que estaba sucediendo en la sociedad cubana? ¿El Partido? ¿Por qué el Partido Comunista no elimina de sus estatutos la discriminación por orientación sexual?

–“Si alguien es responsable, soy yo. Es cierto que en esos momentos no me podía ocupar de ese asunto… Me encontraba inmerso en la Crisis de Octubre, en las cuestiones políticas”.

–“Pero esto se convirtió en un serio y grave problema político, Comandante”.

–“Comprendo. No lo supimos valorar (…): sabotajes sistemáticos, ataques armados, se sucedían todo el tiempo: teníamos tantos y tan terribles problemas, problemas de vida o muerte, ¿sabes?, que no le prestamos suficiente atención”.

–“Después de aquello, se hizo difícil la defensa de la Revolución en el exterior. La imagen se había deteriorado en algunos sectores, sobre todo de Europa”.

–“Comprendo”, repite, era justo…”.

–“La persecución a homosexuales podía darse con menor o mayor protesta, en cualquier parte. No en la Cuba revolucionaria”, le digo.

–“Comprendo: es como cuando el santo peca. No es lo mismo que peque el pecador. Piensa tú cómo eran los días nuestros en aquellos primeros meses de la Revolución: la guerra con los yanquis, el asunto de las armas y, casi simultáneamente, los planes de atentados contra mi persona. No podía estar en ninguna parte, no tenía ni dónde vivir. Las traiciones estaban a la orden del día, y tenía que andar a salto de mata. Escapar de la CIA, que compraba traidores, a veces entre la misma gente de uno, no era cosa sencilla; pero en fin, de todas maneras, si hay que asumir responsabilidad, asumo la mía. Yo no voy a echarle la culpa a otros”. Solo lamenta no haberlo corregido entonces.

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