viernes, 3 de septiembre de 2010

Noche bienaventurada

He llegado a este lugar en una noche de invierno aquí en lima. Acabo de almorzar, algo inusual que lo haga a esta hora, pero he estado todo el día fuera de casa haciendo lo que más me gusta- no por eso contento de haber tenido que renunciar a el almuerzo-. Con el tiempo vencido pude llegar a casa para alimentarme y lavarme la cara, luego salí apurado, cogí un taxi para llegar aquí puntualmente. El parque luce igual, las bancas también- salvo que han sido repintadas en estos tantos años que deje de venir aquí- Pero sigue pareciéndose al mismo en el que corrí por primera vez allá por 1987 cuando la profesora Vicky muy asustada nos cuidaba a mis compañeros y a mi por temor a que nos vayamos a la pista a jugar y seamos atropelladlos por los autos que pasaban por ahí. De ese temor mostrado por nuestra profesora de el primer grado de primaria, debo confesar que todos gozábamos de una manera cruel propia de la niñez.
Estoy parado en el parque y no puedo demorarme mucho en contemplarlo, debo entrar a las instalaciones de mi ex colegio a escuchar esa conferencia de interés para mi carrera- y si, de mucho interés-. Falta solo un minuto para que empiece y yo aun recordando tantas cosas que viví en este colegio, una de los tantos inolvidables precisamente fue cuando la profesora Vicky me celebro mi cumpleaños con una pequeña fiesta sorpresa, en la cual mis compañeros y yo disfrutamos de gaseosas, chizitos y galletas de animalitos. Entro, subo las escaleras ya que el auditorio se encuentra el tercer piso- aquel que lucía deshabitado el último año de la primaria cuando lo vi por última vez-, entro ahí, ya no eran caras conocidas, era gente nueva, igual busco un lugar estrategico y tomo asiento. Llega el expositor de la conferencia junto al rector y al decano de la facultad quien invito a este reconocido ingeniero que podría salvarme la vida. Le damos un aplauso de bienvenida, pienso que esta vez dejare mi espíritu periodístico, el cual he estado ejerciendo toda la mañana en la oficina, para estar en silencio escuchando la exposición y guardar saliva para cuando lo aborde y le pida ese favor que puede definir mi vida.
Es el socio mayoritario de una de las compañías minera más grande del Perú, uno de los hombres más millonarios del país, y el que tiene toda la influencia necesario como para incorporarme a mí que soy ingeniero de este sector. Escucho su conferencia, tengo discrepancias con él, al igual que siempre las he tenido con otras compañías minera. Pero esta vez, como lo escribí antes, me quedare en silencio y esperare que este juegue a favor mío. La conferencia se hace larga, pero interesante. Muchas preguntas incomodas recibe la personalidad invitada, y yo me alegro de no ser yo quien pone en aprietos a este ingeniero que espero me saque de los aprietos laborales en que vivo hoy en día. Termina la conferencia, todos salen apurados, ya es tarde. El que menos quiere llegar a casa a tomarse una taza de café por el frio, y yo también lo quiero hacer, pero contento por la seguridad de tener el puesto de trabajo ya conmigo. Observo de lejos los movimientos de este ingeniero, quien se ha convertido en una persona clave para mi, espero el minuto indicado para entrar como un sicario avezado y realizar el disparo certero –el de mi pedido laboral-, veo de lejos que es homenajeado por el personal de la universidad, le entregan diplomas y obsequios. Por un momento pienso que es imposible que el me de trabajo, ya que soy un desconocido para él. Pero de igual manera deseo acercarme y salir de la duda de si me puede ayudar o no. No me atrevo a decirle nada, lo veo tan ocupado agradeciendo los representantes de la universidad que lo invitaron, temo hacer me ignore y haga un papelón. Recuerdo que aquí, en este mismo escenario enfrente a muchos profesores que me reprobaron con justa razón y con notas muy bajas, pero a las finales pude salir airoso de esa batalla. Así que debía reaccionar ante esa vergüenza que estaba invadiendo mi ser, y que se podría llevarse mi gran oportunidad laboral. Estoy decidido a decírselo, me acerco a la puerta de salida del auditorio para abordarlo aquí, para sorprenderlo sacando mi hoja de vida como ametralladora y dispararle junto a mi presentación personal y profesional. Salgo veo mucha gente, es que el auditorio se encuentra a el costado de la cafetería. Veo una cara conocida, esa persona también me mira, es una ex compañera de colegio, Elizabeth, justo estudiamos aquí toda la primaria. Una gran amiga, alguien de que tengo buenos recuerdos porque es un de las pocas compañeras que estudio conmigo también la secundaria. Seguro en nuestras cabezas la pregunta era que haces aquí? Nos acercamos, nos saludamos, y sin que ella me preguntase algo, le conté que vine por la conferencia que se realizaría aquí. Había mucho de que conversar, pero yo estaba con la mirada hacia la puerta por la cual saldría el salvador, el hombre que me daría un empleo. Mientras ella me conversaba, paso el ingeniero, no pude acercarme al, y solo tuve el plan de alcanzarlo en el estacionamiento. Elizabeth me preguntaba por mí, por lo muchachos del colegio con los que todavía frecuento. Yo le pregunte por ella, contenta me enseño en uno de sus dedos de la mano en el que llevaba su aro de compromiso. Me caso el próximo año.- me dijo-, pude ver su sonrisa de una mujer verdaderamente enamorada, y me dio mucha alegría. Le exprese mis deseos de suerte para su próximo matrimonio, sospechaba que iba a ser feliz. Me dijo que debía volver a la cafetería, que una amiga la esperaba ahí, que había pasado por el auditorio y me vio sentado escuchando la conferencia. No creía que eras tú - me dijo-. No me dejaba de preocupar que el ingeniero se estuviera yendo, pero tampoco quería cortar una conversación con una persona a quien no veía exactamente hace 13 años, y a quien había visto durante toda mi vida por 10 largos años en el colegio. Llego el momento de despedirnos, habíamos hablado mucho, me sentí bien al recordar tantas cosas que nos sucedieron en el colegio, creí que era como un complemento a lo que recordé al llegar aquí después de muchos años. Le pedí que no se olvide invitarme a su matrimonio,- así lo hare- me respondió. Nos despedimos, habíamos conversado por 15 minutos, tiempo en el cual aun el ingeniero no había salido del local, ya que escuchaba su voz. Baje corriendo a el estacionamiento, estaba justo el abordando a su camioneta de lunas polarizadas, sus chofer y guardaespaldas lo flaqueaban. Pero cuando ya estaba por acercarme, salió su auto y al estar afuera a velocidad se dirigió a la avenida principal. Entonces me quede mirando el auto hasta que desapareció de mi vista, me puse a pensar que había perdió la oportunidad de conversar con el hombre fuerte de la de una de las minas más grandes de el país, que esa oportunidad se acababa de ir en esa camioneta. El hubiera cambiado mi suerte?, fue la pregunta que me hice a mí mismo, me respondí que solo es uno, quien puede cambiar su suerte. Por lo que concluí que eso de ir buscando a la gente para que te de una oportunidad no es del todo recomendable, porque si ellos no llegan a solucionar tus problemas- sea porque no pueden o no quieren- , te vas a sentir siempre desilusionado y frustrado .En fin, pensé que la conferencia había sido buena, que había sido un gusto encontrar a Elizabeth, a mi ex cole muy cambiado. Y sobre todo recordar que el día que la profesora Vicky celebro mi cumpleaños en el aula de clases, Elizabeth junto a Pablo Huertas se comieron todo lo que quedo de galletas de animalitos y chizitos, algo que en ese momento me enfureció, porque yo quería llevarme todo lo sobrante para comerlo en casa junto a mi hermana y abuela. Pero hoy todo eso me causaba risa, y me provocaba entrar a la cafetería y pedirle a Elizabeth que me devuelva los bocaditos que se comió aquella vez.
Saliendo del colegio y caminado alrededor del parque, recordé cuando me retiraba de aquí en mis épocas de colegio, triste como hoy por haber sacado malas calificaciones, ya que no siempre me fue bien en el colegio. Pero también recordé cuando en el sexto grado de primaria mi papa venia a recogerme y nos íbamos juntos caminando a casa, además también vinieron a mi mente, los días que me iba con el caminado y me compraba galletas y Tor-Tees. Todos estos recuerdos me demostraban que no estaba solo al salir al salir de aquí, sino que papa también lo hacía conmigo, aunque ahora en pensamiento desde la casa. Camine hacia el paradero de buses para tomar el ómnibus que me llevaría a casa; no sé por qué, antes de abordar el ómnibus que me llevaría a casa, compre galletas y tor- tees.
pAnChO

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