sábado, 19 de febrero de 2011

EN MIS SUEÑOS

Era una habitación cerrada con muchos muebles antiguos y con una hoguera que esperaba por los dos. Nunca antes habíamos hablado tanto tiempo como lo hacíamos ahora. Quizás porque estábamos buscando la manera de complotar contra semejante monstruo que nos tenia aprisionados y nos destinaria a morir sancochados en esa gigante olla con agua que hervía esperando por nosotros. No sé cómo sucedió, pero vimos la luz, encontramos la manera de introducirnos por la única puerta que había en la habitación. Llegamos a ese largo pasadizo en el cual se notaba que por años no había sido alumbrado con la luz del sol- a pesar que dos grandes ventanas que habían de cada lado, pero con unas cortinas oscuras cerradas y sucias-, no conocíamos el camino de salida y eso quizás le daba emoción a la fuga que había empezado a emprender junto a aquella rubia que acostumbraba a ver siempre de lejos y que con una tibia sonrisa me respondía el saludo cada mañana. No miramos atrás, pero sentíamos los pasos del malhechor siguiéndonos, esperando estar cerca de nosotros para con dos disparos certeros quebrar nuestras piernas y evitar nuestra fuga. Sentí la necesidad de gritar, de ponerme fuerte y expresar que no nos alcanzaría, que debíamos seguir corriendo y, por último, ella estaba junto a mí y nada malo yo permitiría que le sucediera, se lee muy romántico, pero así, lo sentía. Tienes razón, no nos alcanzara, estoy segura de eso- me decía- mientras acelerábamos el paso. El sudor llenaba nuestras frentes, sobre mi cuello transpiraba toda esa desesperación por huir, pero también por llegar a estar a salvo y tener la oportunidad de conversar con ella y encontrar en este indeseable evento el pretexto para estar siempre unidos. Llego el momento de que para impulsarnos, para trasmitirnos energía y velocidad, debimos agarrarnos de la mano. Entre tanto trajín de escapar lo más pronto posible, no podía disfrutar a pleno de la suavidad de su piel. Estábamos corriendo por aquel pasillo gris cuando sentíamos que una corriente de aire frio nos alcanzaba por la espalda, nos hacía sentirnos al borde de pescar una neumonía o de congelarnos. Pero a la vez, también nos indicaba que estábamos cerca a la salida, a la boca de ese largo túnel que habíamos recorrido confundíos entre el temor, la emoción y quizás, solo en mi caso, de alegría por andar junto a ella aunque no sean las circunstancias mas oportunas. Podíamos ver el cielo, el primer indicio de libertad. Era una noche de media luna, al ir avanzando podíamos ver su luz. Estábamos ya casi afuera, nada podría salir mal, salvo que tendríamos que ser demasiado desafortunados para no poder cantar victoria al encontrarnos fuera del todo. Escuchábamos los pasos de aquel monstruo que aun seguía detrás de nosotros, lejanos, quizás resignado a que ya nos había perdido, que no seriamos parte de su cena, pero aun ahí persiguiéndonos. Llegamos y ahí estaba la salida: un camino no tan agradable que debíamos cruzar para estar lejos de aquel horrible lugar en el que estuvimos a punto de morir, y no fue así, porque hicimos una huida en conjunto y también ambos unidos como uno solo hubiéramos enfrentado al monstruo en caso de que cara a cara se hubiera topado con nosotros. Decidimos tomar ese camino que se había construido sobre las faldas de este cerro de respetable pendiente; más que nunca nos agarramos de la mano y empezamos la aventura de caminar sin mirar atrás y sin mirar abajo. Ella y yo confiábamos en salir vencedores de esta guerra que habíamos emprendido contra la naturaleza. Ya habíamos derrotado a el temible monstruo- ya que al haberlo dejado sin nada de cenar, era un triunfo- , ahora seguía la siguiente y decisiva prueba, por lo que cualquier mal movimiento, cualquier distracción nuestra, se convertiría en una muerte segura. Corríamos el riesgo de caer al precipicio, no había nada más que pudiera causarnos la muerte, nos apretamos fuerte las manos y no cuidamos de no resbalar, de no inclinarnos hacia el vacio. Caminamos con la mentalidad de que pronto ya estaríamos a salvo del todo. Corrimos a pesar de el frio que sentíamos, aun seguíamos sudando, el pánico se apodero de la situación y yo me di cuenta que ya no podría vivir sin ella, que las miles de pruebas que se presentarían en la vida podría resolverlas solo, pero nada más que un triunfo asegurado seria el hacerlo juntos. Llego el momento más tenso de nuestra huida, no había salida, alguien había cercado con alambres el desvió del camino hacia la ciudad. Muy intrépida ella salto las cercas. Me sentí morir, apareció el pánico que toda la vida he llevado conmigo por causa de la altura. Sentí que si trepaba ese alambre no tendría la misma suerte de ella y caería rodando directo hacia el vacio. Quizás al no poder cruzar me di cuenta que nuestras vidas seguirían diferentes caminos, que no estaba el destino el huir con ella, el salvarnos y pensar en algo juntos. De repente la vida tenía para ella preparada una historia distinta a la mía, con otra persona, y en otro lugar lejos de aquí. No podía decirle nada, quería que las cosas sean suaves, sin ninguna presión, ella salvaba su vida, y yo decidí que podía desafiar al destino y me anime a saltar esos alambres y caí con firmeza parado, listo para agarrarla nuevamente de la mano y seguir nuestra caminata. Desperté y aun estaba oscuro, vi por la ventana de mi habitación y ninguna luz de las casas vecinas estaba prendida, no había ningún camino por recorrer, no había ningún monstruo siguiéndome, y no estaba ella a mi lado. Todo había sido un sueño. El frio se colaba por las rendijas de mi ventana que las deje abierta por error, pensé en pescar una gripe, faltaba mucho para que amanezca, pero ya no podía dormir. Me quedo pensando en la cama de que estuve a punto de morir en mi sueño y, lo más curioso, junto a ella. Me dio tristeza saber que escape con ella solo en un sueño, que salve de morir junto a ella solo en un sueño, que en mi vida real no podía ni siquiera a la esquina junto a ella. De tanto pensar, el tiempo se paso rápido, la alarma sonó y debía levantarme. Salí de la cama, solo faltaba una hora para estar ahí, en el lugar que no era parte de un sueño, sino la realidad. Me lave con agua fría, deje atrás ese espíritu friolento que tengo, si me resfrió ahora o no, igual lo hare mas tarde. Salí de casa, era aun muy temprano, nadie andaba por las calles. Conocía el camino de memoria, pero me sentía angustiado, creía que me perdería y que nunca llegaría ahí. Pero ya estaba al frente de aquel lugar, la vi sentada en la puerta del edificio, ella me miro también. Era la misma chica que vi en mis sueños, era la misma chica que veo hace mucho tiempo en este lugar. La saludé, no encontré de que hablarle, igual, nos sonreímos. Por un momento sentí ganas de contarle mis sueños junto a ella, pero luego me sentí un loco al pensar eso. Parado a su costado no podía decirle nada. Solo en mis sueños supere uno de mis mayores obstáculos y era el de olvidarme de la altura y seguir caminado y huir. En la realidad no podía superar el otro obstáculo que era el no poder contarle la verdad: que estaba enamorado de ella y que si queria formar parte de mi vida, aunque ya lo era.

Ahora me pregunto si podre un día huir de este tormento de no poder expresar lo que siento?


pAnChO

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