viernes, 11 de junio de 2010

LA COLUMNA DE GUILLERMO GIACOSA : Informe 2010 de Amnistía Internacional


Los valiosos y políticamente desinteresados informes anuales de Amnistía Internacional (AI) suelen ser una invitación al insomnio, cuando no a la desesperanza y la depresión. El correspondiente al año 2009, recientemente publicado, no es una excepción y su lectura nos lleva a reflexionar cuánta realidad inconveniente al interés de los poderosos se oculta bajo la copiosa información internacional que se propala. Leer el informe de AI ayuda a pensar que la mayor parte del tiempo la prensa, salvo valiosas excepciones, nos trata como a bebés o como a infradotados, haciéndonos creer que la realidad es la información que ellos escogen. Lo más grave es que, generalmente, lo logran. En su Informe 2010, Amnistía Internacional señala que los responsables de actos de tortura gozaron de impunidad en al menos 61 países. Hubo personas torturadas o sometidas a otros malos tratos durante el interrogatorio en al menos 111 países. Juicios injustos en al menos 55 países. Libertad de expresión restringida en al menos 96 países. Presos y presas de conciencia recluidos en al menos 48 países. Señala Amnistía que “los Estados que reclaman el liderazgo mundial son especialmente responsables de dar el ejemplo. Sin embargo, muchos miembros del G-20 y numerosas organizaciones regionales incumplen las promesas que han hecho”. A lo que agrega el secretario general de Amnistía: “Los gobiernos deben garantizar que nadie está por encima de la ley y que toda persona tiene acceso a la justicia por todas las violaciones de derechos humanos”. AI, supongo que por inteligentes razones didácticas, ha subrayado las transgresiones en los llamados 'Todos los países’, que son los 159 que integran el informe, y las realizadas en los países del selecto grupo G-20.

El G-20, como usted sabe, reúne a las economías más desarrolladas (antes en el G-7) y a países emergentes con creciente protagonismo en el mundo actual, como Brasil, India, China y Sudáfrica. Ese club, relativamente exclusivo, nos hace pensar que son ellos quienes marcan los ejemplos que otras naciones deben seguir. No es así. Lea las cifras que siguen y sepa por qué: * Presos y presas de conciencia recluidos en: 30% de todos los países y 42% de los países del G-20. * Libertad de expresión restringida en: 60% de todos los países y en 53% de los países del G-20. * Juicios injustos en: 35% de todos los países y 47% de los países del G-20.

El desarrollo económico no siempre va acompañado por un desarrollo moral equivalente. Más aún, si nos guiáramos exclusivamente por las cifras, podríamos hasta colegir engañosamente que a mayor desarrollo, mayor corrupción, lo cual no es exacto, pero sí obliga a una reflexión complementaria: los esfuerzos invertidos en el desarrollo económico no están –aparentemente, al menos, y de acuerdo con las cifras– emparentados con los esfuerzos que deben invertirse en mejorar el desarrollo ético y moral de los pueblos y, básicamente, de sus gobernantes. Esa realidad, de ser así, transforma el progreso en una endeble y transitoria ilusión.

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