Era una mañana de sábado de verano, y yo sudaba demasiado
a pesar de haber tomado una ducha helada. Un calor intenso y una angustia en
mí, que no sabía del por qué se había instalado en mí. Nada era igual al día
anterior, viernes, que fue un día tranquilo y llena de inspiración para
escribir canciones. Esta vez toda era un caos en mi día; no tenía nada que
hacer, o no tenía ganas de hacer algo. Nada me llamaba la atención. Papa y Mama
en el primer piso de la casa, y mi hermana laborando en la oficina. Para matar
la intranquilidad e incertidumbre, me provine de sobres de maní picante y una
bebida gaseosa de 2 litros light (aun pensando en bajar de peso, cosa que
nunca hice en los últimos 6 meses, y tampoco creo que lo hare) e hice el
intento de empezar a ver una película; una que la compre hace ya 9 años,
cuando aún vivía en Lima y la vida me sonreía porque era un estudiante
universitario y no debía de preocuparme de los verdaderos problemas que hay que
resolver en esta. Cuando conectaba el televisor y el equipo de reproductor DVD,
timbro el teléfono: era un mensaje de ella. Era conciso lo que me decía: “conéctate
al internet, por la red social conversaremos”. Eso hice, me conecté y nos
saludamos y de arranque le conté todos mis planes, como pensaba en pasar el
resto de la mañana. Aunque por dentro si deseaba hablar con ella, mi momento de
relajo era impostergable, esa película de hace muchos años me hacía pensar en
darle prioridad y verla. Además, que me gustaba darme un aire de importante y a
la vez demostrarle que estaba aún enfadado porque nunca responde a mis mensajes
de saludos. “Come todo los manís picantes que deseas y tengas, tomate toda la
botella de gaseosa que debas de tomar para contrarrestar lo picante que debe de
estar tu piqueo, y con la otra mano conectate y lee con tus ojos lo que tengo
que decirte”- me escribió en letras mayúsculas- De seguro no tendría yo que
responder muchas cosas, ella me diría todo, menos una declaración de amor. De
eso yo estaba seguro.
"No te quiero molestar mucho, y si así lo
quisiera, no lo podría hacer porque mi vuelo a New York sale en media hora.
Estoy aquí, en San Francisco, esperando a abordar el avión y no tenía nada que
hacer. O más bien, tengo muchas cosas que hacer y por eso quiero empezar por
una de las pendientes: el escribirte y soltar de mis labios o de mis manos todo
lo que tengo para ti. No quiero dejar nada en la valija, deseo llevar renovada
a la gran Manzana. Aunque no me quedare mucho tiempo, tratare de visitar a
todos los amigos que tengo por allá. Qué bueno que te decidiste por el haber
visto esa película que hace mucho tiempo vienes postergando el verla. Creo
pagaste una deuda con tu 'papi' y hermana. Como lo sé, esa película ellos la
compraron especialmente para ti, sabían que te gustaba y era muy escasa en el mercado.
Pero ellos hicieron una cuota y te la compraron. Tú se lo agradeciste, pero
nunca lo viste por estar pensando, como siempre, en tantas cosas y perdiendo el
tiempo en renegar y sufrir por lo que no tienes y jamás tendrás; y no porque no
lo puedas alcanzar, sino porque el destino lo ha escrito así y mejor debes de guardar
tus energías para otras cosas de mayor valor. ¡Acepta que hay batallas que ya
están perdidas antes de empezarlas! Qué bueno hoy te vas a entretener viendo
esa película, que tanto te gusta. No me demorare mucho. Todo esto empezó hoy muy temprano. Me levante preocupada porque debía
de abordar el avión a primeras horas, y aun no había terminado de hacer las
compras que necesitaba. Al apurarme y preparar mis cosas, antes de ducharme, se
me cayeron los aretes que me obsequiaste, hace ya casi 2 años, en la ciudad del
Cuzco. Uno de ellos lo encontré rápidamente, estaba al lado de mis zapatos. El otro
cayo y se metió por debajo de la cama. Y caramba que me causo problemas el
sacarlo. Por un momento pensé en dejarlo ahí para que el encargado del hotel al
hacer limpieza los encuentre, y junto al par que le dejaría sobre la mesa de
noche los lleve a recepción; aunque para ese entonces capaz yo ya esté en el avión.
Pero al final lo recupere, y los tengo puestos ahora. No sé por qué te hablo de
todo esto, si después de todo tu nunca me volverías a preguntar por esos aretes;
y si así fuera, te diría que me quedaron fascinantes y que los uso solo para
ocasiones especiales. Es verdad, no me importan como tu quisieras que sea, pero
recordé como convenciste al vendedor de la joyería para que te haga una rebaja
y me lo compraste porque sabias que me gustaban. Y en verdad, ese día admire tu
poder de convencimiento y como disimulabas al sacar esos billetes de tu cartera
para pagar, creyendo que un ladrón te miraba. No te los quise aceptar, luche
para que los devuelvas. No quería deberte nada, y tampoco quería que malgaste
tu dinero en obsequiarle algo a alguien, a quien volviste a ver después de
tiempo, y quien sabe si volverías a ver. Pero te los acepte porque me pareció tan
original todo lo que hiciste, además que son muy finos. Espero sepas que no soy
una interesada, nunca lo fui. Hoy recupere el arete que cayó por debajo de la
cama, me tire sobre el piso alfombrado y estire uno de los brazos y sentí el
objeto perdido. Debo confesar que eso de
agacharme me puso de mal humor, y el estirar mi mano me causo dolor, pero logre
el objetivo. Desde esa hora me recordé de ti, y creí conveniente el escribirte
llegando a New York, pero ya vez, había programado todo ayer, por lo que esta mañana
termine de hacer las compras temprano y me duche, y me embarque al aeropuerto y
estoy aquí esperando en sala de abordo. Es por eso que te escribo, de otra forma no
hubiera sido así, porque en el aeropuerto de New York me hubiera encontrado con
algunos ex compañeros de trabajo y no podría haberme rehusado a tomar un café
con ellos y luego abordar el auto para dirigirme a un hotel para dormir unas
cuantas horas hasta que me recojan para tomar el avión y empezar a trabajar.
Ósea, en otras circunstancias, jamás te hubiera escrito. Pero no lo tomes a
mal, es lo que hace cualquier persona que no tiene ningún compromiso con alguien,
ni menos interés en ti, haria. Eso sí, he leído todos tus emails que me mandaste.
No los respondí todos porque anduve ocupada, y también con la esperanza a que
te canses de escribirme. Esperaba que ya no me vuelvas a escribir, al menos por
mucho tiempo. En verdad, por lo que me cuentas, sí que te dedicaste a fracasar
en el amor. No creo que tu destino estaba escrito así, sino que te ilusionas
mucho con las personas. Y si ellas no tienen ninguna simpatía por ti, ni interés,
terminas por deprimirte. Sabes no es culpa de nosotras, es tu culpa por hacerte
tantas ilusiones. No quería escribirte, porque sabía que iba a decirte todo
esto, pero a la vez siento que es necesario que lo sepas. No me caes mal, te
conozco hace ya casi 18 años y he reconocido en ti buenas intenciones, pero yo
no tengo ningún interés por ti, salvo como amigos. Aunque sé que eso nunca fue
suficiente para ti. Siempre supe que estabas interesado en mí, pero nunca pensé
que tantos años guardarías contigo alguna esperanza por mí. Aquella tarde de
1999, en Lima, en la Academia Preuniversitaria, cuando yo llegaba apurada del
colegio y almorzaba en un rincón del salón de clases antes que lleguen todos, tu
corrías al quiosco a comprarme una Coca Cola, cuando yo decía que tenía sed.
Siempre te quise pagar la gaseosa, después de decirte gracias, pero nunca la
aceptaste. Y al día siguiente cuando te compraba tu bebida gaseosa favorita, te
alegrabas y me decías que por la noche me acompañarías a tomar el bus para
volver a casa. No entendías el mensaje. No quería deberte ningún favor, porque
no te lo había pedido. Hace 2 años que fui para Cuzco, acepte el programar una
fecha para ir juntos, pero lo hice porque no tenía con quien ir, y era bueno
acompañarnos y así poder tomarnos fotos, pero nada más. Tu insististe en ir a
las mejores cafeterías y restaurantes de esa ciudad y querer pagar las cuentas.
Yo te convencía de comer en algunos ‘huariques’ que conocía, de la época que
volaba semanalmente ahí. Pero comiendo en cualquier lugar, donde íbamos, hacia
todo lo posible para pagar parte de la cuenta. Lo que me correspondía. No sé qué
maniobra hiciste, pero cuando me fui a mirar hacia otro mostrador de la
joyería, ya tenías en tus manos esos aretes que al final me regalaste. Te los
acepte a regañadientes porque no podía portarme tan mal contigo. Pero pensaba
que yo me los podía haber comprado en otra ocasión que vaya para Cuzco. Al día
siguiente, de ese último paseo que hicimos juntos, tenía que volver a Lima
porque de ahí me embarcaría otra vez al trabajo, y tú en vez de seguir
disfrutando del Cuzco, me mandaste miles de mensajes de texto para saber de mí,
para desearme buen viaje y hasta para preguntarme que había desayunado en esa
mañana. Te odié y me arrepentí de haber viajado contigo. Por eso desde esa vez
nunca conteste el teléfono ni tus correos electrónicos. Un día que llegué a Los
Ángeles, vi una gorra con las inscripciones de la ciudad y recordé que esa es
una de tus ciudades favoritas. No me importo el precio y te la compre. Me
asegure de conseguir una agencia y enviártela por correo instantemente para que
esa misma noche te llegue a Lima, y así compensar el regalo de los aretes, y te
des cuenta que ya no te debía nada. Pues pensaba que así ya no me seguirías escribiendo,
porque yo no fui ni soy tu chica. Así que te envié la gorra con el temor que lo
puedas tomar como una esperanza para conmigo. Imagino montaste en cólera
conmigo al recibir ese regalo después de muchas llamadas y mensajes de texto
que no te respondí. Decidí llamarte para decirte que te estaba enviando un
presente, y no contestaste. Recuerdo que luego me escribiste diciéndome que no estabas
en Lima por esas fechas, y que a penas llegaste a casa, le pediste a tu mama el
regalo y lo enviaste a mi dirección en Lima. Y esa gorra llego también cuando
yo no estaba en casa. Cuando volví, me fastidio que me lo devolvieras, y lo
tire por uno de los roperos de mi hermano, y hasta hoy no lo he vuelto a ver. Hoy
espere que me digas que no tenías tiempo para hablar conmigo, porque más
importante es tu película, porque tú a estas alturas debes de saber que ya no
tengo nada bueno que decirte, pues hace mucho tiempo te he dejado claro que no
quiero nada contigo. Sin embargo, dejaste todo para comunicarte conmigo. Pero
ya que aceptaste hablar conmigo, te digo todo esto. Aunque no me lo creas, todo
esto no lo escribo por sentirme aliviada de ti, sino para que en futuros caso
no te ilusiones con las personas, ni te obsesiones; y aceptes que a veces
muchas de ellas no tienen simpatías por ti, y por estar perdiendo el tiempo
esperanzado en ellas, pierdes la oportunidad de entablar conversación con
alguien que podría tener afinidad contigo. No te escribo mas, ya salgo
para el aeropuerto y te cuento algo: mañana por la noche llego a Lima, pero voy
con mi novio. Hasta siempre”
pAnChItO
No hay comentarios:
Publicar un comentario