No
sonaba el teléfono por mucho tiempo y algo en mi mente, por momentos, me decía
que de repente ya no sonaría. Igual, yo seguía esperando cada mañana y hasta las primeras horas de la tarde (luego del
almuerzo) que lleguen las buenas noticias. Aunque, a veces, también, esperaba
que esa llamada se pueda dar en horas de la noche, algo inusual pero posible.
En los primeros meses me causaba bastante dolor y decepción el que llegue la
noche y me dé cuenta que ese día fue uno más sin ninguna novedad. Pero cuando fueron
pasando unos meses más, mientras veía que cambiaba la estación y así iba
avanzando el año, comprendí que cualquier cosa podría pasar y eso implicaba que la mala fortuna podría continuar por mucho
tiempo más. Acepte que no podía ir en contra de lo inevitable. Todo lo que estoy
viviendo, no es nuevo para mí; aunque siempre pensé que nunca volvería a
suceder, pero sucedió. Debo de admitir que he sido fuerte para llegar a estas
alturas y no haberme vuelto loco ni haber caído en la toma de decisiones por
desesperación, algo que sería muy fatal , porque nunca he acertado cuando tomo
decisiones en esa situación. Sé que el poder conservar la tranquilidad no es
una gran hazaña, pero, para mí, es un signo que uno madura y acepta las cosas
como son, como vienen y deja que el destino haga lo suyo. No sé si mañana
llegaran las buenas noticias. Ya no quiero pensar mucho en eso, no quiero
ocupar mi mente en algo de lo que ya no es tan seguro que sucederá. De repente y
todo cambie en los próximos días para bien, porque no creo que pueda hacerlo
para mal. Sea lo que sea, yo estoy conforme. La vida es como debe de ser. Después
de tantas semanas de estar esperando por esa llamada, que me de cierta tranquilidad, no creo que suceda algo nuevo
mañana, aunque uno siempre espera el factor sorpresa y que las cosas cambien
como uno lo desea , pero , en mi caso, ya no lo espera. Encontré la
tranquilidad que siempre busque, pues, así todo este mal, yo me siento bien. Al
menos, tengo la alegría del que no me haya
deprimido por todo lo que no
sucede y no sé si sucederá. Hasta donde he llegado de buscarle el mejor lado a todo esto, que me
pongo a filosofar de mi conducta al esperar la llamada que no han hecho y que ya no me duele el pensar que posiblemente jamás harán. Estos últimos meses no sé si fueron productivos, al menos
hubo momentos en que anduve contento, y eso es mucho decir en un mundo donde
pocos alcanzan la casi, casi felicidad.
He vivido peores épocas y supe salir airoso. Hoy tiene que ser igual. Por tanto,
debo de recordar los momentos no tan alegres que viví para no sentirme mal. Ya que al final de todo:
“nunca morí” A veces se me viene a la
mente el pensamiento de lo que pudo
haber sido de mi vida si hubiera tenido mejor fortuna hace unos años atrás. Pero como la vida es vida, y
esto- a mi parecer- implica el vivir ciertas situaciones con dificultades para
resolverlas o no, creo que lo que paso tenía que pasar y lo que pase ahora, pasara.
No hay vuelta que darle, creo en el destino y su conducta bastante rara para
determinar lo que sucederá en el momento menos inesperado. Y lo más importante:
“creo en mi sobre todas las cosas” Muchas veces he querido renunciar a muchas
cosas en la vida y nunca pude hacerlo. Al menos, creo, renuncie al tumbarme a la cama
y deprimirme por lo que no es y yo quiero que sea. Ese logro, también, me hace casi,
casi feliz. Ayer empezó una nueva etapa
en mi vida, la cual me ha incentivado al
decidir renunciar a ciertas actitudes
que me hacen daño y rogar a que Dios me de la fuerza de voluntad para
hacerlo. Porque esta vez sí voy a hacerlo aunque yo mismo, alguna vez, perdí la
confianza de cumplir con lo que me he
prometido. Bueno, soy un hombre de escribir un montón y de aprovechar ciertas
circunstancias de mi vida para hacer una columna, algo que definitivamente me
aleja de alguna inspiración pasada de ser un buen escritor. Por tanto: ¡Acepto
a que no me llamen escritor!
Ahora
volviendo lo mío: “Hoy ya es hora de
olvidar todo y seguir adelante, aunque a veces
eso cueste y parezca que es imposible el lograrlo. Esa llamada me ha
detenido muchas veces en el tiempo dejándome sin ganas ni fuerzas para hacer
otras cosas. Felizmente las cosas en la actualidad son distintas. En cierta
forma, esa espera me hizo mucho daño, pero
hoy ya no es así. Aun mis manos sudan cuando pienso en el tiempo perdido, pero
poco a poco estoy superando eso, también. Creo que este malestar que aun
provoca en mí el no poder recibir las buenas noticias, es lo poco que ha
quedado de las épocas en que para mí
algo externo determinaba el bienestar en mi vida. Hoy veo las cosas con más
claridad y me doy cuenta que hay cosas que están pendientes y que si están a mi
alcance el poder resolverlas, las haré. No sé por qué no las he resuelto en su
debido momento, como tenía que ser. De seguro es que me quede inmovilizado esperando esa llamada y entregando así mi vida a esa ‘mejora de vida’
que no se si llegara, pero ya no me importa más el esperarla e, inclusive, el
verla como algo lejano a mí. Quizá es el momento de hacer todo lo que tengo
pendiente y esperar, sin ninguna preocupación y tensión, a que suene el teléfono. Y si no suena, será para
bien. Por algo suceden las cosas y de seguro otras cosas llegaran. Entonces,
detrás de ese hombre filosofando en que me he convertido, he concluido que me
acercare a la felicidad haciendo todo lo
que está por hacer, que es lo que está a mi alcance y a fin de cuentas lo único
que puede otorgarme bienestar por mí mismo. Estoy seguro que pasaran los días, los
meses y se terminara el año. Y yo estaré más convencido que el paso del tiempo
es inevitable, pero lo que si podre evitar es no dejar de aprovechar mi tiempo en hacer tantas cosas que estaban
pendientes y, así, podre echarme cada día a dormir convencido
que he dado un paso más en mi vida; ya
que cada vez tendré menos cosas de que lamentarme por no haberlas realizado.
pAnChItO.
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