Si pienso
en todas las cosas que he vivido en estos
30 y siempre años de vida, creo que desde que tengo uso de conciencia
hay cosas por reprocharme; hay decisiones o acciones que me han dejado como un
verdadero idiota. Pero la vida es la vida, ella registra lo bueno y malo que
hiciste. Y la verdad, en mi existen cosas que he hecho a nivel intermedio, algo que por un lado me da
cierta tranquilidad porque no estuvieron del todo mal mis actos, pero que a la
vez me recuerdan lo que papa siempre me dice: “nunca se deben de hacer las
cosas a medias”. Es así, hasta el día de hoy,
no considero haber hecho algo tan
malo o tan bueno. Salvo, que hace 8 años descubrí un lugar perfecto para el
relajo, un lugar a donde escaparme y un lugar que me hizo vencer los temores de
salir tarde de casa para embarcarme en largos viajes en ómnibus, donde en el
camino convivo con gente de todo tipo y propia de la noche. Creo que eso si lo
he hecho bien en mi vida, me enorgullece aquella hazaña de hallar el lugar que
desde adolescente buscaba. Pienso que en lima, mi ciudad, tengo un lugar a donde irme, a donde refugiarme cuando ciertos pensamientos
invaden mi mente y quieren sumergirme en tristezas o depresiones. Desde hace 8
años ya no me siento solo, esa es la
verdad.
Generalmente
en mi vida no todo lo que he hecho ha estado bien del todo, no todas esas
acciones han producido en mi un estado de alegría hasta el día de hoy. Al contrario,
muchas de ellas siguen arrastrando sus malas consecuencias hasta ahora mismo que estoy
escribiendo estas líneas. Por eso me sorprende que aquella buena acción que hice para conmigo, hace ocho
años, hasta hoy me siga dando satisfacciones y sea un motivo para seguir
tomando buenas decisiones. Porque si un logro un hombre consigue en esta vida,
es el encontrar un lugar en donde pueda escapar, aunque sea por unas horas o
una noche, de la rutina y de la realidad.
Y yo sinceramente aquí y en cualquier otro lugar, si no fuera por este
espacio en mi ciudad, no tengo a quien
visitar ni a donde ir a pasarla bien. Y eso no me hace desdichado, créanme.
En aquel
oscuro local, encuentro buenos recuerdos de mi vida. No me atrevo a decir los
mejores, porque esos son con mis familiares más cercanos y compañeros de
estudios y el trabajo, pero son recuerdos. Cada vez que llego a ese lugar, me
siento como un hombre que llega a un lugar desconocido, pero cuando van pasando
los minutos voy reconociendo cada rincón, a cada persona que labora aquí desde
hace años y termino viendo en mi mente
a aquel muchacho de 'veintitantos' años que llegaba cada viernes saliendo de la universidad. Hasta el día
de hoy suelo pararme en una esquina,
miro a todos lados y a todos. Preparo mi plan de desplazamiento y de evacuación
según el momento lo amerite, algo que hasta el día de hoy felizmente no ha
sucedido. Se quiénes son de confianza y quiénes no lo son; algo que es suficiente
para mí y creo lo es para todos quienes
desean cuidar su integridad física cuando asisten a algún local nocturno. Conozco
a casi todos los que asisten a ese lugar, pero me gusta observar si hay nuevos
para cuidarme de ellos o mirarlos con recelo. A pesar que sospecho que
terminare conversando con ellos y comentando de las bondades de aquel sótano
del placer. En fin, ese también es mi hogar, es mi sitio, es el rincón prefecto
para hacer lo que no hago fuera o lo que no me permiten hacer. Hasta el día de
hoy sospecho un día, aunque creo que no llegara, alguien a mi estará a mi
costado y será por quien no podré volver
a visitar ese sitio, y eso lo haré con placer. Y si se me ocurriera escaparme a
aquel sitio que me está albergando tantos años, debería de hacerlo con la mayor destreza y astucia que se
necesita para esos casos. Aunque sé que
si tuviera a una gran persona a mi lado, capaz no valdría la pena arriesgar
tanto por un momento placentero. Pero de que
este es mi lugar por ahora y quizá
pro toda la vida es mi lugar y a mucha honra.
Nadie de mi
entorno sabe que asisto ahí, a excepción
de papa que solo me aconseja muy bien: “cuídate”. Y no se lo cuanto a nadie, no porque sea algo malo que hago; sino porque a
las personas más cercanas les debo respeto.
Nunca he
querido describir esas escapadas nocturnas
que me doy. Me he prometido a mí mismo que alguna vez se los contare y cuando tengan
la debida edad, a mis hijos o sobrinos varones. Como contaba líneas arriba,
papa sabe de eso, pero sin mayores detalles.
Pero la cosa es que sabe que mis escapadas nocturnas y muchas veces inesperadas,
tienen una justificación. Pues muchas veces he cenado apurado o he visto algún
programa de tv a medias por irme para allá.
En aquella oscuridad de ese local, he aprendido que hay cosas que
valen la pena. Que una persona no puede determinar tu felicidad. Que si alguien
te dice que no, hay otros que te dicen que sí, aunque sean diferentes las circunstancias.
Estoy otra
vez en lima sin ningún plan. Después de la siesta, del leer y el hacer algunas
cosas que papa y mama me piden arreglar en casa. Es hora ce alistarme para
escaparme hacia donde he querido ir desde que empezó el día pesar que siempre
me persigno y me encomendó a los miles de santos que existen para poder estar a
salvo en el camino. Solo puedo decir que en mi caso: “La oscuridad si alumbra
mi vida”
pAnChItO.
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