domingo, 9 de septiembre de 2018

Amor incondicional


Era un marzo del año 2004, y yo estaba internado en una clínica, en Lima, recuperándome de una operación quirúrgica, a la que había sido sometido, y miraba hacia techo de la habitación sin que se me ocurra nada para calmar mi dolor; y al ver a mi alrededor, ahí solo estaban mis padres, ellos que ya con más de 60 años de edad seguían siempre conmigo, como ha sido toda la vida. Solo con saber que estaban ahí me sentía mejor y ya podía aguantar el dolor. Pero me seguía sintiendo intranquilo, me faltaba ella. Se me hacía difícil aceptar la idea que solo tenía en el mundo a mis padres y a mi hermana, quien por problemas de trabajo no pudo estar ese día en la clínica. Yo creía que tenía también a mi chica, pero fue   una decepción que nunca me haya escrito, ni haya querido hablarme antes y después de la intervención quirúrgica. Dos años antes la había conocido y fuimos tan compatibles que no paso mucho tiempo para hacernos buenos amigos y luego enamorados. Solo bastaba la presencia de ella o la mía en nuestro día a día para que entre las cosas más tristes haya motivos para sonreír. Sin embargo, por esos días en que me sentía mal, un silencio por parte de ella se impuso. Nunca la quise alarmar, pero si le hable algo de esta intervención quirúrgica y jamás me pregunto por la fecha en que sería esta, y más bien se alejó sin mayor explicación. Me entere que decidió viajar lejos en esos días y jamás me llamo por teléfono para contármelo. Hasta una noche antes de la intervención, esperaba su llamada telefónica, quizá solo para que me desee que todo salga bien, nada más. Parecía que yo no le importaba. Parecía que ella no sentía el cariño que yo si sentía por ella. Esa mañana, en que iba a ser intervenido, me levante muy temprano, me duche, me afeite y mi hermana, antes de salir a trabajar, me estampo un beso en la mejilla y me dijo que todo iba salir bien; yo confiaba en sus palabras, pues desde pequeños ella siempre me decía lo mismo cuando estábamos expuestos a algún peligro o cuando yo no podía dormir pesando en algo malo que me había sucedido en el día. Mis padres estaban listos y los tres subimos a un taxi para dirigirnos a la clínica. Llegamos y yo aun con alguna esperanza de que ella me llame o me escriba un mensaje al teléfono móvil, pero nada, revisaba esta aparato sin ninguna novedad. Jamás hubiera imaginado que ella desaparezca así de mi vida, y justo en esos momentos. Daba la impresión que ella pensaba que de seguro debía de hacerse cargo de   mí durante mi recuperación. Cuando me pidieron que me desvista y me coloque la bata para entrar a la sala de operación, apague mi teléfono y comprendí que solo a mis padres y a mi hermana le importaría lo que me sucedería en las próximas cuatro horas. Desperté en la sala de recuperación muy adolorido y algo confundido por la anestesia. Divise a lo lejos a mis padres que me sonreirán y me daban ánimos. Les devolví la sonrisa y no espere mucho para ser trasladado a mí una habitación, donde ya instalado papa sintonizaba los canales para que escoja el programa que yo deseaba ver, mientras mama me acomodaba la almohada para que descanse más cómoda mi cabeza. En ese momento le pedí a mama que me alcance mi teléfono móvil. Al encender el teléfono aun guardaba una esperanza que aquella chica mi hubiera escrito para preguntarme como estaba, que de seguro se había enterado de la fecha por un amigo en común, pero nada. Ningún mensaje nuevo había ahí. Llego la noche y me dieron de alta, no me sentía muy bien, por lo que mi papa y mama decidieron que me quede una hora más. Cuando me sentí un poco mejor me vestí y con la ayuda de mama me peine y ya estaba con ganas de volver a casa para descansar ahí y luchar contra el dolor de la intervención quirúrgica y también la que sentía en el corazón. Papa trajo un taxi hasta la puerta de la clínica, lo abordamos y sabía que nos esperaba un largo viaje, porque la casa estaba lejos de ahí, además del congestionado tráfico que había a esa hora de la noche .Recuerdo que le pedí a mama que me dé el lugar cerca a la ventana para poder observar el cielo de aquella noche y reflexionar sobre lo que me había sucedido. Cuando veía en las calles a parejas de enamorados, novios o esposos me decía que nunca nosotros, mi chica y yo, seriamos una de ellas. Tenía que aceptar que ella no sentía nada por mí, de lo contrario no se habría portado así. En ese momento me sentía solo hasta que voltee y vi a mi costado a mama que me miraba con mucho cariño y mirando hacia unos de los espejos retrovisores delanteros veía el rostro de papa sonriéndome. Por fin y luego de un largo viaje llegamos a casa, aún me sentía débil por lo que mis padres me ayudaron a bajar del auto y del brazo me hicieron entrar, en la puerta me esperaba mi hermana, quien se unió a ellos para llevarme hacia el sillón de la sala. Los días siguientes de recuperación no fueron tan aburridos: leía, veía la tv y mi hermana me traía discos y casetes que los escuchaba para relajarme. En estos días, por momentos, me sentí desesperado por no saber nada de ella, pero luego decidí que no debía seguir esperando por nada. Fue así que llegue a la conclusión que debía solo de pensar en mi recuperación y luego en seguir conociendo gente nueva, y quién sabe si entre ellas aparecía la chica quien pensé tener y quien nunca tuve. Ese día solo empecé a soñar en encontrar a alguien quien muestre el mismo   amor incondicional que tienen mis padres y hermana por mí.



pAnChItO


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