Era un marzo del año 2004, y yo estaba internado en una
clínica, en Lima, recuperándome de una operación quirúrgica, a la que había
sido sometido, y miraba hacia techo de la habitación sin que se me ocurra nada
para calmar mi dolor; y al ver a mi alrededor, ahí solo estaban mis padres,
ellos que ya con más de 60 años de edad seguían siempre conmigo, como ha sido toda
la vida. Solo con saber que estaban ahí me sentía mejor y ya podía aguantar el
dolor. Pero me seguía sintiendo intranquilo, me faltaba ella. Se me hacía difícil
aceptar la idea que solo tenía en el mundo a mis padres y a mi hermana, quien
por problemas de trabajo no pudo estar ese día en la clínica. Yo creía que
tenía también a mi chica, pero fue una decepción que nunca me haya escrito, ni
haya querido hablarme antes y después de la intervención quirúrgica. Dos años antes
la había conocido y fuimos tan compatibles que no paso mucho tiempo para
hacernos buenos amigos y luego enamorados. Solo bastaba la presencia de ella o
la mía en nuestro día a día para que entre las cosas más tristes haya motivos
para sonreír. Sin embargo, por esos días en que me sentía mal, un silencio por
parte de ella se impuso. Nunca la quise alarmar, pero si le hable algo de esta intervención
quirúrgica y jamás me pregunto por la fecha en que sería esta, y más bien se alejó
sin mayor explicación. Me entere que decidió viajar lejos en esos días y jamás me
llamo por teléfono para contármelo. Hasta una noche antes de la intervención, esperaba
su llamada telefónica, quizá solo para que me desee que todo salga bien, nada más.
Parecía que yo no le importaba. Parecía que ella no sentía el cariño que yo si
sentía por ella. Esa mañana, en que iba a ser intervenido, me levante muy temprano,
me duche, me afeite y mi hermana, antes de salir a trabajar, me estampo un beso
en la mejilla y me dijo que todo iba salir bien; yo confiaba en sus palabras, pues
desde pequeños ella siempre me decía lo mismo cuando estábamos expuestos a
algún peligro o cuando yo no podía dormir pesando en algo malo que me había sucedido
en el día. Mis padres estaban listos y los tres subimos a un taxi para dirigirnos
a la clínica. Llegamos y yo aun con alguna esperanza de que ella me llame o me
escriba un mensaje al teléfono móvil, pero nada, revisaba esta aparato sin
ninguna novedad. Jamás hubiera imaginado que ella desaparezca así de mi vida, y
justo en esos momentos. Daba la impresión que ella pensaba que de seguro debía
de hacerse cargo de mí durante mi recuperación. Cuando me pidieron
que me desvista y me coloque la bata para entrar a la sala de operación, apague
mi teléfono y comprendí que solo a mis padres y a mi hermana le importaría lo
que me sucedería en las próximas cuatro horas. Desperté en la sala de
recuperación muy adolorido y algo confundido por la anestesia. Divise a lo
lejos a mis padres que me sonreirán y me daban ánimos. Les devolví la sonrisa y
no espere mucho para ser trasladado a mí una habitación, donde ya instalado
papa sintonizaba los canales para que escoja el programa que yo deseaba ver, mientras
mama me acomodaba la almohada para que descanse más cómoda mi cabeza. En ese
momento le pedí a mama que me alcance mi teléfono móvil. Al encender el
teléfono aun guardaba una esperanza que aquella chica mi hubiera escrito para
preguntarme como estaba, que de seguro se había enterado de la fecha por un
amigo en común, pero nada. Ningún mensaje nuevo había ahí. Llego la noche y me
dieron de alta, no me sentía muy bien, por lo que mi papa y mama decidieron que
me quede una hora más. Cuando me sentí un poco mejor me vestí y con la ayuda de
mama me peine y ya estaba con ganas de volver a casa para descansar ahí y
luchar contra el dolor de la intervención quirúrgica y también la que sentía en
el corazón. Papa trajo un taxi hasta la puerta de la clínica, lo abordamos y
sabía que nos esperaba un largo viaje, porque la casa estaba lejos de ahí,
además del congestionado tráfico que había a esa hora de la noche .Recuerdo que
le pedí a mama que me dé el lugar cerca a la ventana para poder observar el
cielo de aquella noche y reflexionar sobre lo que me había sucedido. Cuando
veía en las calles a parejas de enamorados, novios o esposos me decía que nunca
nosotros, mi chica y yo, seriamos una de ellas. Tenía que aceptar que ella no
sentía nada por mí, de lo contrario no se habría portado así. En ese momento me
sentía solo hasta que voltee y vi a mi costado a mama que me miraba con mucho
cariño y mirando hacia unos de los espejos retrovisores delanteros veía el rostro
de papa sonriéndome. Por fin y luego de un largo viaje llegamos a casa, aún me
sentía débil por lo que mis padres me ayudaron a bajar del auto y del brazo me hicieron
entrar, en la puerta me esperaba mi hermana, quien se unió a ellos para
llevarme hacia el sillón de la sala. Los días siguientes de recuperación no fueron
tan aburridos: leía, veía la tv y mi hermana me traía discos y casetes que los escuchaba
para relajarme. En estos días, por momentos, me sentí desesperado por no saber
nada de ella, pero luego decidí que no debía seguir esperando por nada. Fue así
que llegue a la conclusión que debía solo de pensar en mi recuperación y luego
en seguir conociendo gente nueva, y quién sabe si entre ellas aparecía la chica
quien pensé tener y quien nunca tuve. Ese día solo empecé a soñar en encontrar
a alguien quien muestre el mismo amor incondicional que tienen mis padres y
hermana por mí.
pAnChItO
No hay comentarios:
Publicar un comentario