Cuando te ataca una pequeña depresión que es controlable y
que tú sabes que, felizmente, no necesita de ayuda profesional pero entremezclada con una pequeña acidez en el estómago
por haber comido tanto por la ansiedad, te hace sentir morir, y lo único en que piensas es que si acudes a
un médico especialista en Gastroenterología -como te lo recomiendan tus padres-puede
que te digan que tienes una enfermedad terminal ya avanzada; y el solo hecho de
escucharlo hará que te consumas más rápido de lo que debieras. Mama te prepara
una dieta especial y papa, cuando salió a tomar el aire fresco contigo,
caminando por alrededor del parque, te recomienda que no te preocupes, que una
mala racha la tiene cualquiera y está contento que estés en la casa, que
esperes con calma a que te salga otra oportunidad para trabajar fuera. Es en
ese instante es que recuperas algo de
vida y te das cuenta que así como cuando eras un niño, tus padres siguen siendo
tus héroes y a pesar de la avanzada edad que ellos tienen, están ahí para darte
aliento y en cierta forma el protegerte.
Ya por la tarde después del almuerzo, mientras lees el periódico, echado en la
cama, recuerdas a alguien que hace mucho tiempo te dijo que no, y que hace poco-por
tu insistente pregunta- te volvió a decir lo mismo, simplemente por la misma
razón: tiene un novio desde hace 13 años, quien es muy cariñoso y además es un
exitoso empresario de exportación de telas. Pero no puedes olvidar las últimas
fotos que ha visto de ella en bikini y en minifalda, además que la encontraste más hermosa que nunca, y en
ese instante recuerdas todas las veces que anduviste con ellas por diferentes
calles de la ciudad y nunca tuviste la habilidad-a pesar de que es tu amiga- de
convencerla para entrar a uno de tantos hoteles que abundan en la ciudad y que
pasan a ser o bien puntos de encuentros clandestinos, o escenarios donde alguna
vez todos cometen algún pecado que puede pasar al olvido. Sabes que con ella
todo es imposible, pero tú te has quedado con las ganas de explorar ese hermoso
cuerpo, y falta de ello decides coger
el teléfono y buscar en la agenda los nombres de aquellas bellas amigas
nocturnas que tienes y que te demandan un dineral por acompañarte una tarde por
la ciudad, departir unos tragos contigo ,
degustar unos piqueos y esperar una mejor oferta por ir a una habitación que debe
de tener televisión con cable, baño con agua caliente y un pequeño bar. Haciendo
cuentas ves que podrías cubrir esos gastos, aunque tus pequeños ahorros irán disminuyendo
y podrías necesitarlos para cosas más urgentes en un futuro no muy lejano. Sin
embargo, llamas a una de aquellas chicas en agenda, a la mejor de todas,
aquella que labora por las mañana como modelo de una marca de repuestos para autos
y que se traslada por toda la ciudad en taxis caros, que de seguro tu deberías
de cubrir si cierran el trato de encontrarse. Pero por esos milagros que hay en
la vida, ella te comunica que está ocupada, que más tarde estará libre, que la
vuelvas a llamar para coordinar, y es cuando sales de tu habitación y te
diriges a baño para tomar una rápida ducha con lo que consigues que toda esa
calentura se vaya de tu mente y otras parte de tu cuerpo. La quemadura en tu
estomago ya ha cesado, te sientes mejor, completas la siesta que empezaste
luego del almuerzo y enseguida vas al escritorio y revisas documentos, ves teléfonos
de contactos de trabajo y te topas con
algunos antiguos empleadores que podrían
darte la posibilidad para volver a
trabajar fuera del país. Entonces se te
viene a la mente aquel país, donde trabajaste hace algunos años, y recuerdas su
linda ciudad por la noche, toda esa bohemia que te hacía sentir tan bien con
solo observarla. Y sin siquiera haber pedido el empleo, ya imaginas en los días
libres paseando por esa gran ciudad usando aquellos caros zapatos que vistes
ayer en la tienda y que hacen juego con tus jeans nuevos y con ese sombrero que
lo tienes para estreno. Es cuando bajas a el primer piso para dirigirte a la cocina
por un vaso con agua, y mientras piensas en cómo enfrentar ese gasto , ves en
la sala a tu mama leyendo el periódico y
recuerdas cuando aún eras un estudiante universitario y te faltaba dinero para comprar
algo y pedias un préstamo. Me acerco a mama y luego de muchos años decido
pedirle un préstamo para comprar esos zapatos. Pienso que se los devolveré el
mismo día que me paguen mi primera mensualidad, pero es cuando ella me recuerda
de la gran inversión que están haciendo para refaccionar una parte de la casa,
por lo cual ahora ella esta gastada y no podrá hacerme este préstamo. Además,
me pregunta por todos esos zapatos que guardo en mi habitación y que están casi
nuevos, y me hace reflexionar que esa compra aún puede esperar. Vuelvo a mi
escritorio y decido el terminar de leer algunas cosas pendientes y luego el escribir.
Es en ese momento que me embarga un entusiasmo del estar vivo, por lo que
decido en ir al médico, para el día siguiente, pues es bueno que me examinen.
Ya más tranquilo, decido salir a pasear cerca de casa, a caminar por aquellas
hermosas avenidas por donde siempre pasan hermosas chicas. Antes de salir cojo
mi cajetilla de cigarros y la de los fósforos, y me percato que ya no tengo
muchos cigarros. Felizmente no suelo fumar más de un cigarro cada vez que hago
un recorrido por la zona, por lo que será motivo de esta vez no fumar y así, también,
celebrar que aún estoy vivo.
Mientras camino por las calles de mi distrito en Lima, me detengo
a comprar algunos panes para tomar el loche con papa y mama. Cuando estoy
saliendo de la panadería, viene la chica a quien mencione que me dijo que en
dos oportunidades que no, manejando una camioneta moderna, y al percatarse de mí
acelera el auto para pasar como si no me ha visto. Yo siento un alivio porque
esa noche no quiero conversar con nadie, ya que solo quiero seguir soñando con
el encuentro con la modelo de los repuestos de autos y con el día que comprare
ese par de zapatos. Metas alcanzables, gracias a Dios.
pAnChItO.
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