Era una noche en que el aire empezaba a enfriar todos mis
pensamientos. Mis locas ideas de vencer en una batalla perdida, se iban poco a poco. Era una de esas noches en que
estando en la intemperie, era lo mejor para ver las cosas con claridad, lejos
de todo falso calor que tenía sin estar con ella. Estaba parado cerca de una banca de un conocido
parque a la espalda de su casa. A pesar que sabía que estaba perdido sin ella,
estaba ubicado en un lugar estratégico, lejos de bancas donde estaban parejas, bien
ubicado para poder hablar en voz baja, mirando
al cielo, que no podía olvidarla, que aun pensaba en ella. Estaba a la vuelta de su
vivienda con las esperanzas de buscarla, de gritarle que no me resignaba a ese
nunca de ‘besar su boca’. Pero me
quedaba un poco de cordura, y me quede ahí parado en medio de todos esos árboles
que hacían un poco de oscuridad, y seguí lamentando mi mala suerte. Habían
pasado ya dos horas y yo me negaba a
moverme de ahí; cuando estaba algo cansado, me sentaba en una banca e inutilmente pensaba la forma de como tocar su puerta
y plantearle una nueva forma de hacer que el amor que sentíamos funcione y supere cualquier dificultad que ya se había presentado.
La ciudad estaba en pleno movimiento; los autos en plena
noche de fin de semana iban de un lugar a otro; las parejas, que estaba cerca
de mí, hacían escuchar su risa; y en mi mente y en mi vida había siempre esa desolación.
Quizá, como siempre fue mi vida, mi gran problema es que todos mis sueños
siempre fueron mentira; y cuando estuve a punto de hacer realidad de uno, como
me sucedió con ella, aparecieron esas sombras y esos factores que siempre expiran toda nueva ilusión.
Nunca en mi vida me había sentido tan mal como la noche de
ayer. Nunca había querido no regresar a casa, por el temor a aceptar echado en
mi cama viendo el techo de la habitación, que la había perdido, que era
imposible el estar con la chica, a quien, quiero de veras.
Las horas pasaban y mirando el reloj, ya estaba a dos horas
de la media noche. Aun guardaba, antes de que acabe el día, alguna esperanza de
verla, de animarme a ir a su casa o, por lo menos, que ella pase por el parque;
y yo con un grito decirle que estaba ahí
para que sepa que la quería, que deseo
que sea mía. Que todo esto fue lento,
pero al final termine enamorado de ella, que no me importaba perder la cabeza
por ella. O por lo menos, que me dé un beso; aunque luego olvide que me ha
besado, algo que yo nunca olvidare.
Ya no podía hacer nada más, solo me quedaba iniciar el camino
para retirarme, para irme directo a casa y llegar derrotado. Y ahora si con la
idea de que nunca la volveré a ver, que lo nuestro no podía ser; aunque yo crea
que pueda lograr lo contrario. Si la podre olvidar un día, lo dudo. Si podre ser feliz, creo que sí. Pero ahora me
siento triste y sin ninguna gana de prometer olvidarla y no acordarme del ayer.
No voy a decir que no poder vivir sin su amor, pero puedo
decir que un instante fue suficiente para darme cuenta que ella era la persona
con la cual toda la vida soñé y con quien soñé dándonos tantos besos, y creo
que nací sintiéndola dentro de mí. Mis esfuerzos no fueron suficientes, al final
el destino apago toda mi ilusión. Quizá, la vida tenga una explicación para mí,
porque hasta este momento no puedo olvidarla, no puedo aceptar el adiós.
Llegando a casa, acostado y mirando el techo de mi habitación,
solo me pregunto, una vez más, pero esta vez con dolor, porque la quiero de
verdad: por que soy yo el de la mala
suerte?
pAnChItO.
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