domingo, 6 de septiembre de 2015

EL DE LA MALA SUERTE

Era una noche en que el aire empezaba a enfriar todos mis pensamientos. Mis locas ideas de vencer en una batalla perdida, se iban  poco a poco. Era una de esas noches en que estando en la intemperie, era lo mejor para ver las cosas con claridad, lejos de todo falso calor que tenía sin estar con ella. Estaba  parado cerca de una banca de un conocido parque  a la espalda de su casa.  A pesar que sabía que estaba perdido sin ella, estaba ubicado en un lugar estratégico, lejos de bancas donde estaban parejas, bien ubicado para poder hablar  en voz baja, mirando al cielo, que no podía olvidarla, que aun  pensaba en ella. Estaba a la vuelta de su vivienda con las esperanzas de buscarla, de gritarle que no me resignaba a ese nunca de ‘besar su  boca’. Pero me quedaba un poco de cordura, y me quede ahí parado en medio de todos esos árboles que hacían un poco de oscuridad, y seguí lamentando mi mala suerte. Habían pasado ya dos horas y yo  me negaba a moverme de ahí; cuando estaba algo cansado, me sentaba en una banca e inutilmente pensaba  la forma de como tocar su puerta y plantearle una nueva forma de hacer que el amor que sentíamos  funcione y  supere cualquier dificultad que ya se había presentado.
La ciudad estaba en pleno movimiento; los autos en plena noche de fin de semana iban de un lugar a otro; las parejas, que estaba cerca de mí, hacían escuchar su risa; y en mi mente y en mi vida había siempre esa desolación. Quizá, como siempre fue mi vida, mi gran problema es que todos mis sueños siempre fueron mentira; y cuando estuve a punto de hacer realidad de uno, como me sucedió con ella, aparecieron esas sombras y esos factores que siempre  expiran toda nueva ilusión.
Nunca en mi vida me había sentido tan mal como la noche de ayer. Nunca había querido no regresar a casa, por el temor a aceptar echado en mi cama viendo el techo de la habitación, que la había perdido, que era imposible el estar con la chica, a quien, quiero de veras.
Las horas pasaban y mirando el reloj, ya estaba a dos horas de la media noche. Aun guardaba, antes de que acabe el día, alguna esperanza de verla, de animarme a ir a su casa o, por lo menos, que ella pase por el parque; y  yo con un grito decirle que estaba ahí para que  sepa que la quería, que deseo que sea mía.  Que todo esto fue lento, pero al final termine enamorado de ella, que no me importaba perder la cabeza por ella. O por lo menos, que me dé un beso; aunque luego olvide que me ha besado, algo que yo nunca olvidare.
Ya no podía hacer nada más, solo me quedaba iniciar el camino para retirarme, para irme directo a casa y llegar derrotado. Y ahora si con la idea de que nunca la volveré a ver, que lo nuestro no podía ser; aunque yo crea que pueda lograr lo contrario. Si la podre olvidar un día, lo dudo. Si  podre ser feliz, creo que sí. Pero ahora me siento triste y sin ninguna gana de prometer olvidarla y no acordarme del ayer.
No voy a decir que no poder vivir sin su amor, pero puedo decir que un instante fue suficiente para darme cuenta que ella era la persona con la cual toda la vida soñé y con quien soñé dándonos tantos besos, y creo que nací sintiéndola dentro de mí. Mis esfuerzos no fueron suficientes, al final el destino apago toda mi ilusión. Quizá, la vida tenga una explicación para mí, porque hasta este momento no puedo olvidarla, no puedo aceptar el adiós.

Llegando a casa, acostado y mirando el techo de mi habitación, solo me pregunto, una vez más, pero esta vez con dolor, porque la quiero de verdad: por  que soy yo el de la mala suerte?

pAnChItO.

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