miércoles, 3 de junio de 2015

Te quiero solo a ti.

Solíamos acabar a gritos cuando conversábamos. Por eso no lo hacíamos, o por lo menos, conversábamos lo básico, lo elemental, lo principal. Era  muy concreto al dialogar con ella, ella lo hacía también. Estábamos acostumbrados a hacerlo así. Lo nuestro era más  una conversación corta para no  enfrentar que ya no nos soportábamos. Ni ella ni yo queríamos combatir lo que  afectaba a nuestra amistad,  ese mal que se escondía  detrás de los días agitados y de miserias que heredamos todos los seres humanos en este planeta. Además, que este mal humor se acentúa más con el otoño. Ella parecía entenderme. Quizá,  estas circunstancias  hacían que me dé cuenta que valía mucho para mí. Yo también la entendía , pareciera que la conocía de toda la vida.
No tenía una estrategia de cómo acercarme y decirle que sucedía entre los dos, porque habíamos llegado  hasta el punto  en que temíamos en  conversar  más de lo que debíamos por temor a  terminar en una fuerte discusión. Temíamos que  nuestra amistad de tantos años se iría al tacho, si aún se podía llamar amistad. Pero yo  sabía que la vida ponía pruebas tan difíciles de superar que en muchas ocasiones me había desanimado en llevarlas acabo, pero que esta vez era una excelente oportunidad para hacerlas y superarlas. Estaba seguro que volverían las palabras, las buenas maneras y quizá, aunque parecía una locura, el  decir ‘te quiero’. Ella valía la pena, eso me di cuenta desde hace  mucho tiempo, y lo reafirme aquella tarde que me dio un beso en la mejilla y me hizo sentirme como en el cielo, rodeado de ángeles y viendo una  sombra en la pared  que probablemente era la de Dios. No existía un día en que no me recordaba de ella y llamaba a su casa u oficina para  escuchar su voz y  así sentirme, una vez más, el hombre  con más sueños que estaba seguro de realizar. No existía una sola vez que ella  mediante su detector de llamadas identificaba mi número telefónico y concluía  que quería escuchar su voz, que me moría por ella.
No era precisamente el hombre de su sueño, no era precisamente la chica con la que quería estar toda mi vida y probablemente  casarme, pero el intentar algo  con ella no era mala idea. Cuando llegaba el invierno me imaginaba junto a ella, en una tarde fría de domingo, prendiendo fuego a una chimenea y sentándonos juntos, en aquella vieja casa que ambos soñábamos un día alquilar cuando iríamos a esa ciudad,,  viendo la televisión abrigándonos con frazadas y chompas para terminar cantándole una canción que transmitía lo que  me dictaba el corazón. Ella no era tan soñadora como yo, parecía que por eso me gustaba más; porque ponía la cuota de realidad en mi vida. Ella en  una sola frase bien dicha me hacia pisar tierra y me hacía reflexionar que es lo que podía hacer y qué era lo que no estaba a mi alcance. Aun no sé a ciencia cierta porque empezó ese distanciamiento entre nosotros, el por qué  un día dejamos de conversar para mirarnos como dos extraños y terminar hablando  solo lo necesario. Quizá,  porque  que me estaba enamorado de ella, quizá porque nunca fui el hombre que ella quería, o quizá porque el destino quería que nos separemos. Recuerdo que un día decidido a solucionar aquel impase, con motivo desconocido, decidí buscarla a la salida de su empleo. Mientras íbamos por una calle oscura, lejos de róbarle un beso, le empecé a hablar de los dos, de cómo nos conocimos, de aquel viaje que hicimos por separado a la misma ciudad , donde nos vimos por primera vez.
Todo está bien entre nosotros, no hay nada de que conversar- ella me dijo, mientras trataba de no mirarme a los ojos-. Más bien tengo que compartir contigo una excelente noticia, buena para mí.
Me contó  que pronto se casaría  lejos de aquí, y que cuando volviera de visita ya nada sería lo mismo entre los dos, porque a su esposo no le parecería  bueno que ella siga conversando conmigo.  En ese instante llegamos hasta la plaza principal, donde todas las luces estaban encendidas, donde ella estaba segura y donde  decidí retirarme extendiéndole la mano para despedirnos. Era un día más de vida, pero esta vez las noticias no eran de las mejores, todo salió al revés. Pensé que nos amistaríamos, que las cosas serían como antes .Pero solo escuche  de sus propios labios, que ya no sería para mí, que nunca tendría posibilidad con ella. Yo  sentía por ella  un  cariño que  no sentí por otras chicas. Por lo cual, jamás se me hubiera pasado  por la cabeza el renunciar a su amor. Ese día solo tenía ganas de que ella se vaya o de yo hacerlo. Ya no quería estar cerca de ella, no quería volver a verla porque  el día que tanto yo  soñaba- junto a ella- nunca llegaría. Y como el tiempo va de prisa, de seguro el día de su matrimonio si  llegaría pronto. Con los días que pasaron, ella partió a otra ciudad. Estando  ella fuera del país,pensé que ya no la  volvería a recordar . Pero cada vez que  me echaba a dormir, soñaba con ella; en mis sueños la veía viviendo juntos, envejeciendo  mientras  íbamos  realizando un proyecto de vida. Quizás, el amor verdadero es así: no tienes que estar obsesionado  con alguien  para estar enamorado, pero si llorar cuando este tiene que partir para  ser feliz sin ti. Algo dentro de mí siempre me dijo  que era ella  la persona indicada para completar mi vida, para parar el tiempo del reloj y compartir al máximo todo los mejor de los dos. Nunca fui un habilidoso en estas cosas del amor, jamás tuve la palabra indicada para poder comenzar una relación. Quizá por eso hoy me siento un perdedor. Aún sigo buscando el amor  a pesar que lo tuve alguna vez cerca.


En los últimos días nuestra relación anduvo a tensa, dejamos de ser   tan buenos amigos para ser solo  unos conocidos que terminaban siempre discutiendo. Pero si lees este escrito, solo quiero que sepas que: “aún  hay alguien que cuando muere el día piensa en ti. Que si decides un día venir, no me importa lo que haya sucedido, solo importa que ya no te vuelvas a ir. Que si en el camino la lluvia te mojo, ya tienes donde refugiarte. Que por ti empezaría a amarte apostando a la felicidad. Que solo te tengo a ti a mi alrededor, aunque estés lejos”


pAnChItO.

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