lunes, 15 de junio de 2015

ESCALERA AL CIELO

Y  la  casa,de mis padres, donde he vivido toda mi vida, y a donde siempre vuelvo en mis días libres o cuando ya me he desligado del todo de   otra ciudad donde me tocó vivir por trabajo, siempre tuvo consigo algo especial, quizá un privilegio, y porque  el hablar en pasado, si hasta ahora es así, esta  solo a 15 minutos del Aeropuerto Internacional de Lima.  Recuerdo que de pequeño, mi  papa nos llevaba a mi hermana y a mi  a la azotea , y  desde ahí observábamos el cielo  con dirección hacia el oeste, ya que por esa época no habían muchas casas con mas de dos pisos construidas alrededor que tapasen la visión para ver la potente luz de la Torre de Control del Aeropuerto principal de mi país. Esto se  observaba con mayor claridad en las noches. Esa luz que hasta hoy da vueltas y vueltas,  y de la cual nosotros, en casa, tuvimos el privilegio de apreciarla desde el techo del segundo piso. ¡Que épocas! Pensar que ya han pasado  30 años de esa linda experiencia que vivimos con papa. Nunca he podido olvidar aquella vez que subimos los tres  para ver el avión que traía al  'Papa Juan Pablo II' cuando hizo su primera visita al Perú; y también todas las veces que subíamos a la azotea para ver el avión que papa mirando su reloj,de acuerdo  con el tiempo que mama le comunicaba, identificaba cual era el avión  que traía  a un familiar que venía al país de visita. Y también hacíamos los mismo, pero con tristeza, cuando este llevaba  de regreso a dicho familiares  al país a donde se habían radicado. Esa vista desde la azotea hacia la Torre de Control del Aeropuerto fue, por muchos años, un privilegio para los muchos que vivimos  en esa zona cuando aún no habían tatas construcciones de edificios de 8 0 9 pisos como se han construido ahora. Recuerdo que en los veranos  mirando hacia la misma dirección se podía apreciar los barcos flotando  sobre   el mar. Se veían hasta 4 o 5 siluetas de tremenda naves, era algo que me parecía increíble, pero tan real. Esa práctica  de subir a la azotea de casa la realice  toda la vida. Y si se daría la ocasión, lo volvería a hacer. Imposible de olvidar  aquella panorámica vista que con el pasar de los años se ha perdido por uno y otros edificios que han sido construidos interponiéndose entre la Torre de Control y yo. Pero cada vez que necesitaba ver esa luz giratoria, yo  me las ingenie para montar una larga escalera de madera tipo tijera con varios peldaños y así alcanzar una altura suficiente y poder seguir divisando, aunque con mucha dificultad, y entre edificios, la torre de Control del Aeropuerto y guiarme, así,  sobre la  dirección por donde despegaran los aviones que salen. Todas estas anécdotas las recordé a raíz que ayer revisaba las fotos que tenía en mi teléfono móvil  y encontré una foto que tome  hace ya siete  años de aquella buena vista. En ella aparece a los lejos un pequeño punto de luz que es de la Torre de Control en medio del cielo que a esas horas de la tarde está iluminado porque por ahí se desaparece el sol en temporada de verano. Los años han pasado y al ver  esa foto también pasan   por  mi mente todas esas ocasiones en que por cuenta propia, ya más grande de edad,  subí a la azotea para divisar el avión que salía del aeropuerto y que llevaba consigo a cierta persona que a pesar de eso, nunca salió de mi vida. Definitivamente, no fue a una sola persona a quien me toco  despedir, para mí mismo, observando en el cielo el avión que se la lleva, sino   han sido muchas.No he podido evitar el ver aquellas naves llevándose a personas que forman parte o hubieran formado parte de mi vida.Siempre me pasa que me niego rotundamente a ir a despedirlas al aeropuerto, pero no me niego a hacerle el seguimiento desde la azotea de casa. Desde pequeño se fueron sumando a mi vida muchas escenas  observando el cielo y la dirección hacían donde aterrizan los aviones o desde donde despegan. Un  momento inolvidable  fue el  de despedir al Papa Juan Pablo Segundo  extendiendo la mano hacia el cielo en señal de ‘adiós’  junto a papa y hermana; otro  tierno momento, también por esos años, observando  el avión que partía llevándose a mis abuelos por parte de mama de retorno a el país donde residían, y la tristeza por saber que ya no los vería hasta su próxima visita al país. Pero esos momento no eran del todo tristes, porque también era una alegría el  ver el avión que traía de vuelta o de visita a un ser querido. Fue así que nunca deje de subir  a la azotea para ver  pasar los aviones que se llevaban a tantas personas que aprendí a quererlas en la vida, o que le destino hizo que los quiera para después sentir una gran tristeza al sentir que se iban y el resignarme a saber que a muchas de ellas no las volvería a ver. Por trabajo viajo con regularidad en avión, y cuando estoy de regreso a la ciudad y la aeromoza no indica que ya estamos a punto de aterrizar a Lima, yo trato de observar por la ventana  y de ubicar la azotea de mi casa –y aunque es un trabajo casi infructuoso , sin sentido, porque desde la altura todas la casas se ven del mismo tamaño y color-  para sentirme  tranquilo al saber que desde arriba se puede observar algo o a alguien, porque así tendré la seguridad que si alguien de las chicas que partieron ,sintió  algo por mí, se tomaran el trabajo de mirar desde su ventana de avión, cuando  ya están en el aire , y aunque sea de noche, y  visualizar mi azotea para   verme  ahí parado haciéndoles con mis brazos una seña de ‘adiós’; y  si visualizan más , verán mi rostro acongojado y con la cara de decir:"te espero, regresa cuando quiera.Te  quiero mucho!”.De las chicas a quienes más recuerdo despidiéndoles con tristeza, son dos a quienes  extrañe mucho. Una de ellas se fue definitivamente a vivir al extranjero. Solo regreso dos veces de visita al país, y  en una de ella me comunico que estaba aquí pero muy  ocupada como  para poder encontrarnos. La otra fue alguien que vino de visita al país, y  de quien me enamore perdidamente   solo en 2 días de compartir tantas cosas juntos y, por ende, me costó el tener que despedirme de ella. Como decía,nunca me gustaron las despedidas.Cuando se trata de alguien, a quien quiero, que debe de partir,prefiero no ir al aeropuerto para despedirla,pero lo que si hago es subir apresurado a la azotea de casa, provisto de una linterna, y montar la vieja y empolvada  escalera de madera  para visualizar el despegue del avión y entender lo que esta pasando,y después de haber llorado tanto, aceptar que aquella persona nunca seria para mí. Y estoy seguro que  si con la oscuridad de la noche la escalera fue mal colocada y se resbalaba, yo  al caer al piso no sentiría tanto dolor como el ver partir al ‘Gran amor de mi vida’ 


pAnChItO.

No hay comentarios: