Y la casa,de mis padres, donde he vivido toda mi vida, y a donde
siempre vuelvo en mis días libres o cuando ya me he desligado del todo de otra ciudad donde me tocó vivir por trabajo, siempre tuvo
consigo algo especial, quizá un privilegio, y porque el hablar en pasado, si hasta ahora es así,
esta solo a 15 minutos del Aeropuerto
Internacional de Lima. Recuerdo que de
pequeño, mi papa nos llevaba a mi hermana y a mi a la azotea , y desde ahí observábamos el cielo con dirección hacia el oeste, ya que por esa época no habían muchas casas
con mas de dos pisos construidas alrededor que tapasen la visión para ver la potente luz de la Torre de Control del Aeropuerto principal de mi país. Esto se observaba con mayor
claridad en las noches. Esa luz que hasta hoy da vueltas y vueltas, y de la cual nosotros, en casa, tuvimos el
privilegio de apreciarla desde el techo del segundo piso. ¡Que épocas! Pensar
que ya han pasado 30 años de esa linda
experiencia que vivimos con papa. Nunca he podido olvidar aquella vez que
subimos los tres para ver el avión que
traía al 'Papa Juan Pablo II' cuando hizo su primera visita al Perú; y
también todas las veces que subíamos a la azotea para ver el avión que papa mirando su reloj,de acuerdo con el tiempo que mama le comunicaba, identificaba cual era el avión que traía a un familiar que venía al país de visita. Y también
hacíamos los mismo, pero con tristeza, cuando este llevaba de regreso a dicho familiares al país a donde se habían radicado. Esa vista
desde la azotea hacia la Torre de Control del Aeropuerto fue, por muchos años,
un privilegio para los muchos que vivimos en esa zona cuando aún no habían tatas
construcciones de edificios de 8 0 9 pisos como se han construido ahora. Recuerdo
que en los veranos mirando hacia la
misma dirección se podía apreciar los barcos flotando sobre el mar. Se veían hasta 4 o 5 siluetas de tremenda
naves, era algo que me parecía increíble, pero tan real. Esa práctica de subir a la azotea de casa la realice toda la vida. Y si se daría la ocasión, lo volvería
a hacer. Imposible de olvidar aquella
panorámica vista que con el pasar de los años se ha perdido por uno y otros edificios que han sido construidos interponiéndose entre la Torre de Control y yo. Pero cada vez que necesitaba ver esa luz giratoria, yo me las ingenie para montar una larga escalera
de madera tipo tijera con varios peldaños y así alcanzar una altura suficiente
y poder seguir divisando, aunque con mucha dificultad, y entre edificios, la
torre de Control del Aeropuerto y guiarme, así,
sobre la dirección por donde
despegaran los aviones que salen. Todas estas anécdotas las recordé a raíz que
ayer revisaba las fotos que tenía en mi teléfono móvil y encontré una foto que tome hace ya siete años de aquella buena vista. En ella aparece a
los lejos un pequeño punto de luz que es de la Torre de Control en medio del
cielo que a esas horas de la tarde está iluminado porque por ahí se desaparece el
sol en temporada de verano. Los años han pasado y al ver esa
foto también pasan por mi mente todas esas ocasiones en que
por cuenta propia, ya más grande de edad, subí a la azotea para divisar el avión que salía
del aeropuerto y que llevaba consigo a cierta persona que a pesar de eso, nunca salió de
mi vida. Definitivamente, no fue a una sola persona a quien me toco despedir, para mí mismo, observando en el
cielo el avión que se la lleva, sino han sido muchas.No he podido evitar el ver aquellas naves llevándose a personas que forman parte o hubieran formado parte de mi vida.Siempre me pasa que me niego rotundamente a ir a
despedirlas al aeropuerto, pero no me niego a hacerle el seguimiento desde la
azotea de casa. Desde pequeño se fueron sumando a mi vida muchas escenas observando el cielo y la dirección hacían donde
aterrizan los aviones o desde donde despegan. Un momento inolvidable fue el de despedir al Papa Juan Pablo Segundo extendiendo la mano hacia el cielo en señal
de ‘adiós’ junto a papa y hermana; otro tierno momento, también por esos años, observando
el avión que partía llevándose a mis
abuelos por parte de mama de retorno a el país donde residían, y la tristeza
por saber que ya no los vería hasta su próxima visita al país. Pero esos
momento no eran del todo tristes, porque también era una alegría el ver el avión que traía de vuelta o de visita a
un ser querido. Fue así que nunca deje de subir a la azotea para ver pasar los aviones que se llevaban a tantas
personas que aprendí a quererlas en la vida, o que le destino hizo que los
quiera para después sentir una gran tristeza al sentir que se iban y el resignarme a saber que a muchas de ellas no las volvería a ver. Por trabajo viajo con regularidad en avión, y cuando estoy de regreso a la ciudad y la aeromoza no indica que ya estamos a punto
de aterrizar a Lima, yo trato de observar por la ventana y de ubicar la azotea de mi casa –y
aunque es un trabajo casi infructuoso , sin sentido, porque desde la altura
todas la casas se ven del mismo tamaño y color-
para sentirme tranquilo al saber que
desde arriba se puede observar algo o a alguien, porque así tendré la seguridad que si alguien
de las chicas que partieron ,sintió algo
por mí, se tomaran el trabajo de mirar desde su ventana de avión, cuando ya están en el aire , y aunque sea de noche, y
visualizar mi azotea para verme ahí parado haciéndoles con mis brazos una seña
de ‘adiós’; y si visualizan más , verán mi
rostro acongojado y con la cara de decir:"te espero, regresa cuando quiera.Te
quiero mucho!”.De las chicas a quienes más recuerdo despidiéndoles
con tristeza, son dos a quienes extrañe mucho. Una de ellas se fue definitivamente a vivir al
extranjero. Solo regreso dos veces de visita al país, y en una de ella me comunico que estaba aquí
pero muy ocupada como para poder
encontrarnos. La otra fue alguien que vino de visita al país, y de quien me enamore perdidamente solo en 2 días de compartir tantas cosas juntos y, por ende, me costó
el tener que despedirme de ella. Como decía,nunca me gustaron las despedidas.Cuando se trata de alguien, a quien quiero, que debe de partir,prefiero no ir al aeropuerto para despedirla,pero lo que
si hago es subir apresurado a la azotea de casa, provisto de una linterna, y
montar la vieja y empolvada escalera de
madera para visualizar el despegue del avión
y entender lo que esta pasando,y después de haber llorado tanto, aceptar que aquella persona nunca seria para mí. Y estoy seguro que si con la oscuridad de la noche la
escalera fue mal colocada y se resbalaba, yo al caer al piso no sentiría tanto dolor como
el ver partir al ‘Gran amor de mi vida’
pAnChItO.
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