Era feliz, que todos lo acepten,
estaba a punto de unirme a la mujer más hermosa del mundo. Me sentía motivado
aquel día, tenía el atrevimiento de gritar por todos lados que iba a ser el
mejor esposo de la tierra. Sabía que iba a terminar cansado por tantos tramites
por hacer y otras actividades que iba a realizar durante esos
próximos días. Pero en realidad, nada de malo tenia eso. Es un sacrificio a hacer en nombre de la felicidad. Ambos
habíamos decidido hacer una ceremonia pequeña, algo muy privado y lleno de amor.
Aunque esta unión iba a ser muy especial
e inédita porque repartiríamos las dos ceremonias a realizar (civil y
religiosa) en cada uno de nuestros países. Sonaba a una locura, pero era la
verdad, nos casaríamos en dos continentes. Papa y mama viajarían conmigo para
la ceremonia religiosa que se realizaría
en su país, y sus padres vendrían para la civil que la realizaríamos aquí en mi continente americano.
Le podría haber prometido “el oro
y el moro” para conseguir que me diera el sí. Sin embargo, solo le prometí
hacerla feliz, hacerla sonreír cada día y resolver ambos como pareja cada uno de los problemas que se nos presentarían en la vida.
Esa había sido la formula que use para conquistarla y para lograr que ella acepte casarse conmigo, nada más.
Sobre la ceremonia: seria
sencilla, no gastaríamos mucho dinero en tantos preparativos. Hemos pensado en alquilar un buen equipo de sonido. Ya que si contratáramos una orquesta nos
saldría más cara, y además que se corre el riesgo de dejarnos con las ganas de seguir bailando cuando
ellos se marchen. Estaba nervioso, no
todos los días uno se prepara para el matrimonio. Me comunicaba con ella vía
telefónica: “me contaba que ella allá también estaba preparando hasta el mínimo
detalle para que salga como lo esperábamos”. Estaba decidido, el matrimonio religioso
se realizaría en su lejano y hermoso país; el civil se realizaría aquí (también
lejano para ella y su familia). Iba a ser un arduo trabajo el trasladarnos de
un sitio a otro, el subir a los aviones y hacer las respectivas colas en los
controles de migraciones de cada aeropuerto. Pero el amor había triunfado, había superado las
fronteras. Y eso significaba un sacrificio mas para obtener el premio mayor para mi,
el de estar unidos para siempre.
A veces hay momentos en la vida en que uno piensa que ya está todo
perdido, que no encontrara el amor
anhelado. Y en caso de encontrar a alguien, tener el temor de no llegar a nada
con esa persona, de quedarse a medio camino rumbo hacia la felicidad. Ahora yo
todo lo veía diferente. La había encontrado a ella hace 2 años y recién
acababa de saber que era la mujer de mi vida. Antes de eso desconocía que era la verdadera felicidad, o
que era ser feliz cuando conoces por fin a la persona que te acompañara toda la vida. Pero después de pensarlo tanto ya me sentía preparado a pesar de ser joven, bueno
no tan joven para estar junto a ella
todos los días de mi vida. Los días pasaban e iba resolviendo las cosas que tenía que hacer.
Ella hacía lo mismo allá. Nos encontraríamos aquí antes del día del matrimonio.
Ultimaríamos detalles, nos romperíamos la cabeza para decidir cuál sería
nuestra ciudad de residencia. Pero eran pequeños problemas que no impedirían estar
así tan entusiasmados esperando el día de nuestra unión. Aquella noche que ella
llegaría seria para mí el inicio del momento más importante de mi vida. Llego
ese día, me encontraba desde temprano en
el aeropuerto, aun faltaba una hora para
que ella arribe a la ciudad. Se había comunicado conmigo desde el lugar donde
hizo el trasborde. Me dijo que había mucho de que conversar. Me sentí por un
instante confundido por lo que me hablaba, pero sospeche que todo saldría bien,
que nada podría malograr toda esta agradable situación que estaba viviendo.
Dormía en la silla de la sala de esperas
del aeropuerto, compre un par de tazas de café para poder mantenerme despierto
y ya estar listo para verla salir y abrazarla .Cuando todo estaba por salir
bien, cuando salía por la puerta de llegadas internacionales y estaba
a punto de acercarse a mi; escuche un claxon de auto que termino con toda mi
expectativa. Me desperté y vi mi reloj; eran las 5:30 de la mañana, hora
de levantarme. Volví en sí, acepte la
realidad, todo había sido un sueño. Era un día normal como cualquiera. Aunque una
mañana mas fría que los otras. Había que ganarle tiempo al tiempo. El desayuno
de seguro en el comedor ya estaba preparado, algunos e incluso ya estaban
saliendo al trabajo por eso ese claxon inoportuno que termino con mis ratos
felices. Como me mortificaba el saber que en mis sueños estaba a punto de tener a la
mujer a quien quiero para toda la vida, que viviría conmigo y me abrigaría en
esta estación de fuerte invierno aquí, y en la realidad no tenía a nadie.
Inmediatamente acepte que sigo solo aún, que no existe una mujer a mi lado. Que
esa supuesta relación entre la chica de mis sueños y yo ni siquiera existía. Que
ella ya me había olvidado, que había dejado de
pensar en mi hace mucho tiempo y que incluso no le importaba que era de mi vida
por estos lares con temperaturas tan bajas. Entonces estaba lejano o casi inalcanzable ese matrimonio. Pero este maldito sueño me dejo
claro que aun sigo enamorado de ella y que posiblemente lo esté por mucho
tiempo más.
Siempre los sueños han sido
peligrosos. Si caes en ellos corres el riesgo de salir decepcionado de ti
mismo. Pues no siempre andas con la
misma dicha como te ves ahí. E incluso
en los sueños te puedes ver amenazado
por un peligro y hasta correr el riesgo
de perder la vida.
Ya no tengo las mimas ganas de
antes de soñar. Tampoco tengo esperanzas con ella, ya se olvido de mí. Y eso es suficiente a mi parecer
para creer que las ilusiones son dañinas,
te intoxican el cuerpo y sacan lo peor de sí cuando te das cuenta que nada de
eso se cumplirá. Si habría que sacar algo bueno de esto, es que mi imaginación en
sueños puede ir mas allá de lo que yo mismo pienso. Que en sueños tú puedes ser tan feliz como si estuvieras en el paraíso,
quizás tan feliz como nunca lo serás. Ya dije que no quiero soñar, pero tampoco
quiero dejar de vez en cuando de ser muy
feliz en mis sueños.
pAnChO
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