domingo, 19 de febrero de 2012

JUNTO A ELLA

Es complicado ser un príncipe azul cuando de príncipe no tienes nada. Es difícil encontrar a alguien que no sueñe con vivir un cuento de hadas. Es raro saber que existe esa persona que no quiere príncipes azules ni vivir cuentos de hadas, que solo desea estar con conmigo sin pensar en nada y sin mostrar de vez en cuando un pésimo carácter.
Me echo al costado de ella en su cama, no alcanzamos los dos, nos vamos a caer de esta. Sin embargo, ambos sabemos envolvernos bien para evitar una desgracia. No soy yo un hombre afortunado, no es ella una mujer con mucha suerte: es una coincidencia de la vida que hizo que nos encontremos, que conversáramos ese día sin conocernos, que este lugar se convierta en el escenario ideal para los dos. Por las noches intercambiamos sonrisas apoyados en el balcón sin importarnos las bajas temperaturas de este lugar. Diariamente tenemos un encuentro inesperado; pues ni ella ni yo planeemos hacerlo. Pero nuestros corazones y otras partes de nuestros cuerpos lo quieren así y ellos terminan juntándonos en su habitación. Ahí conversamos de todo, nos interrogamos de cómo nos fue. “Ella me pregunta si regrese bien, si no tengo ninguna herida o golpe producto del trabajo riesgoso que realizo”, le respondo que no, que estoy bien y mucho mejor a su lado.
Suelto un par de carcajadas ante algo gracioso que ella dice sobre mi aspecto con uniforme de trabajo que lo llevo puesto todas las mañanas. Siento que nunca me olvidara, que si no regresa por aquí luego que se vaya, no tendré ese temor de saber que la he perdido. Antes de conocerla, capaz en mis sueños más locos y felices habría soñado con una escena como esta, con una historia tan rara y placentera como la que vivo hoy. Pero es realidad, me pellizco la mejilla y sé que estoy ahí al costado de ella viendo las noticias o fingiendo hacerlo, pues lo único que veo es a una persona comprensiva, diferente a las demás que está a mi lado. También escucho entretenido sus historias, las cosas que me cuenta y las frases que me sueltan que son indirectas como a manera de invitarme a ser feliz, a contarle muchas cosas que siento por ella. Lo tengo bien claro: “no quiero ser más un robot, un hombre pastico. Quiero ser el loco romántico que soy, ese hombre que con libertad dice frases cursis a la persona que quiere “.Entonces decido que esas frases no quedaran en el olvido. Se las digo, y ella me sonríe, me da la confianza para seguir inspirándome en ella. Admira mi talento para decir cosas a manera de poesía, y de un momento a otro aparece su cabeza en mi hombro. Yo silbo de felicidad, ella me dice que lo haga bajo, que quiere dormir así tan cómoda como lo está haciendo. Yo en pleno invierno estoy sintiendo un cálido clima, parece que una magia conocida por todos los enamorados hace que la temperatura se eleve. Yo se que este momento fantástico se apropia de todo, y que queden de lado todas las obligaciones y preocupaciones de trabajo.
Me gusta la sensación de pensar en que las horas pasan y que eso es mejor, que no debo de partir a mi habitación, que estoy bien aquí. Tenemos comida fría: un par de latas de filetes, un paquete gigante de galletas y una gaseosa de 5 litros. Aquí las tiendas cierran muy temprano, y con el frio no da ganas de salir de la cama; y menos cuando alguien esta recostada sobre ti, soñando no se con que, pero demostrando que la está pasando bien sobre tu hombro.
Si esto parece una narración erótica, un preámbulo a una historia para adultos. Debo decir que no será así, que esta historia no terminara contando lo que muchas hacen para darle prestigio a quien se las cuentan. Lo que sucedió ahí es algo personal, algo que no se contara. Salgo de su habitación casi después de las dos primeras horas del nuevo día. Todos están durmiendo. Ella yo creemos que nadie me ha visto. Sé que ese par de curiosos están escondidos sabe Dios donde mirando que salgo con cara de felicidad. Al día siguiente todos nos sonreímos al encontrarnos, fingimos no saber nada de lo que sucedió ayer. En el fondo empezamos a sentirnos cierto fastidio que nunca lo demostraremos. Ellos tendrán hacia mi cierta envidia, pues solo yo he podido ingresar al cuarto de la mujer más bella de este hotel. Y yo hacia ellos por saber que husmean por ahí a cualquier hora del día para enterarse de cuáles son mis movimientos en estas canchas. Es una experiencia inolvidable todo lo que estoy viviendo. Por lo menso soy más feliz que hace unos días que venga ella aquí. En cuanto a los curiosos que observan escondidos, espero que en el próximo seguimiento que me hagan no se enteren de muchas cosas más, y eso les duela en el alma. La chica con la que pasamos horas y más horas en su habitación, parece ni importarle lo que diga la gente sobre nuestras reuniones nocturnas en su habitación. Es la mujer con quien siempre soñé. Por eso, los encuentros que tenemos se convierten en una terapia para mí, en un trayecto hacia la tranquilidad, en un reconocimiento que existe una mujer para mí. Y, por que no, en un motivo más para pensar en que no es necesario ser príncipe ni estar pintado de azul.


pAnChO

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