viernes, 13 de enero de 2012

VIERNES DE LOCOS

Hoy es uno de esos días viernes en que preferiría estar trabajando a estar aquí mirando el panorama de una noche triste, solitaria y llena de situaciones raras. Aquí, en donde vivo ya casi siete meses, parece que la mayoría de gente decidió irse, o se encuentran de vacaciones en sus respectivos lugares. Yo parado en el balcón principal de este hotel, fumándome un cigarro, recuerdo a las personas que conocí aquí y que hoy ya no están en este lugar. Algunos porque decidieron rentar un departamento en esta ciudad, otros porque regresaron a sus casas, y alguien porque tuvo que partir al cielo de la manera más inesperada y cruel. En fi, estoy solo mirando la luna y, gracias al cielo despejado, un montón de estrellas de las cuales sospecho una es ella quien ahora me mira desde arriba Creo que no es momento para ponerme triste recordando a una persona que ya partió y que le daba vida a este hotel en forma de castillo. Sino tendría comunicación con mis padres vía telefónica: me sentiría completamente solo, andaría del hotel a la bodega comprando cajetillas de cigarro y así empezando con una costumbre que nunca tuve, ya que siempre me fumo cigarros pero sin haber aun llegado a hacerlo de puro vicio . Tenía razón cuando papa cuando me decía que fumar ayudaba a superar la soledad, la espera de algo, o a pensar y meditar mejor. Ahora que fumo siento menos fría a la soledad, la veo como un mal que en el fondo no hace daño; dándome vueltas de un lado a otro botando humo por la boca puedo esperar con mas paciencia los días que me faltan para volver a casa aunque sea de visita; mientras consumo este cigarrillo pienso mejor en lo que mañana hare, en la manera que profesionalmente afrontaré ese problema de “sostenimiento de roca en la mina”. No soy un fumador, no critico a quienes lo sean. Pero creo que en esta vida todo tiene un límite, creo que el fumar de vez en cuando un cigarro es no pasarse la línea que para mí separa entre ser un fumador ocasional o ser un fumador empedernido.
Las noches aquí son frías, las mañanas pueden ser sorpresivamente y, algunas veces, sarcásticamente demasiado soleadas: con un sol que quema, que obliga a munchos a meterse a sus casas. Quizás también, esas mañanas son tristes sin gente que camine por las calles haciendo ruido. No soy un filosofo, pero me hubiera gustado serlo para encontrar el porqué de algunas cosas, y de seguro el poder así conocerme mejor, y no tener que atascarme en algunos misterios que me muestra la vida y retrasan el recorrido por el camino que el destino me ha preparado. Sin embargo, me pongo a pensar, a filosofar y termino concluyendo en que mejor es andar preocupado en laguna actividad, es más conveniente el estar trabajando. Nada mejor que el vivir dedicado a una actividad que bondadosamente te otorga un salario y, a la vez, te entretiene , te inmiscuye en la vida misma, te hace conversa con gente que muchas veces jamás conociste y que terminan siendo rostros familiares para ti.
Hoy no tengo sueño, hoy siento que mi cuerpo podría soportar horas y horas aquí pensando, saliendo de la habitación y mirando por el patio de adentro hacia donde duerme ella, esperando a que salga , o quizás, esperando que mi amigo del cuarto del costado me invite a ver la televisión por cable que el paga. Pero ninguno de ellos esta, porque diablos escribo en presente: la doctora quien me gustaba y de quien sospeche sentía también algo por mí: ya no está en este mundo. Mi amigo del costado decidió rentar un departamento para traer consigo a su esposa e hijo. Yo sigo viviendo de los recuerdos, de las personas que conocí aquí. No puedo partir a mejor mundo porque el destino me ha designado muchas cosas aquí, además que amo la vida como para querer perderla; no tendría sentido si decidiera rentar un departamento amplio: papa y mama no vendrían a pasar temporadas conmigo porque este clima les hace mal a su salud , y la flaca a quien quiero no me quiere, y por ende jamás vendría a visitarme para soportar mis constantes declaraciones de amor que me terminaron por fatigar y a ponerme a pensar que no tiene sentido querer a quien no te quiere.
Creo que esta noche es mía: una noche de viernes que se opaca por el invierno bastante marcado de esta ciudad. Una noche que me hace recordar que todos amamos la soledad, pero tampoco deseamos que este con nosotros para toda la vida. Retorno a mi habitación y me saco los zapatos, me siento mejor andando en pantuflas. En la soledad de esta guarida, mientras me termino de convencer que soy un especialista en preparar tazas con café, comprendo que la vida es una rara maratón en donde no solo llegan a la meta los mejores sino todo aquel que llega comprender que este trayecto que nos toca recorrer es un vaivén de acontecimientos buenos y malos que para nada pueden mellar nuestra actitud que tenemos de querer ser felices.
En algún momento el sueño me vencerá, y me echare en la cama olvidando que pensé tanto, que rebusque en mi cabeza tantas explicaciones para estos momentos inexplicables. Quizás en un sábado que no haya nada pendiente de trabajo que hacer aquí, tomaría el primer auto que salga de viaje para la ciudad más cercana en donde esta la diversión, en donde encuentras esos locales con luces a medio alumbrar que en verdad te iluminan y hacen sentirte el hombre más feliz de la tierra por algunos minutos u horas según sea lo que llevas en la cartera.
Bueno lectores, no sé qué carajo escribí hoy, pero sé que ustedes lo sabrán descifrar y comprender. Y, quizás, con sus comentarios iluminaran mi mente y me ayudaran a mi mismo a conocer lo que quise comunicar con estas tantas líneas. El café no hace más efectos, es hora de acostarse, es hora de dormir, de repente es hora de soñar. O lo más seguro para mí: es hora de ganarle tiempo al tiempo y tratar de descansar lo máximo posible.
Hasta la próxima mis amigos.



pAnChO.

No hay comentarios: