Cuando pienso en poesía o cuando
escucho nombrar esa palabra, siento que es algo pendiente que tengo por hacer
en la vida. Si bien es un género literario en el que no he querido incursionar,
tal vez porque lo veo como una construcción que demanda mucha delicadeza y
precisión, y que puede llevarte -si lo haces de una manera equivocada o muy
forzosa- a escribir líneas demasiado empalagosas, repetitivas e inverosímiles. Para
mi es quizá una tarea de arte puro y no una tarea que la podamos realizar con facilidad.
Hace unos días, una conocida editorial anunciaba un concurso para todos quienes
escriben poesía o se animarían a hacerlo. El premio no es algo material extraordinario
ni mucho menos de valor monetario, es un ‘souvenir’ de la casa editorial y el
reconocimiento de que tu poesía logro ganar a muchas que se enviaron desde varias partes de la región por no decir de todas partes del mundo; por tanto un
aliento para empezar o continuar-en algunos casos- escribiendo poemas. Por un momento
se me paso por la mente intervenir en este concurso, o sea escribir un poema,
mandarlo y así participar. De seguro el querer incursionar en ese género y
todavía debutar en un concurso-organizado por una editorial conocida a nivel
mundial- es algo suicida, porque lejos de un reconocimiento, lo más probable es
que me lluevan las críticas, en caso sean todas las poesías que concursan todas publicadas en la pagina oficial de la editorial.
Felizmente esa intención fue algo que pasó muy rápido por mi mente y después
aterrice a tierra y comprendí que no era el momento de escribir una poesía ni
mucho menos concursar con esta.
Creo haber escrito poesías - no sé si
se podrían llamar así- cada vez que me enamore, y eso ha sido desde mis épocas
en el colegio. Tendría 12 o 13 años cuando escribí la primera. Hasta hoy en
casa guardo los manuscritos de todos esos poemas; no son malos,son pésimos, lo reconozco con
cierta valentía. Cuando fui creciendo hice algunas mejores poesías, pero igual
no las considero del todo así y mucho menos competitivas .Por eso hasta el día
de hoy no estoy convencido de haber escrito poesía.
Recuerdo cuando empezaba la secundaria,
tendría 12 años, y en el curso de literatura una vez el profesor nos pidió
llevar para el día siguiente una poesía, sea de cualquier autor y de cualquier extensión.
A pesar que papa tenía muchos libros
en casa, que hasta hoy los conserva, muchos también de poesía, decidí ir a la biblioteca
de la escuela-un moderno ambiente repleto
de toda clase de libros, que había sido
inaugurado unos meses antes- para buscar una poesía. Esa vez mi hermana también
iba a ir a la biblioteca para realizar una tarea de investigación avanzada para
la escuela. Fuimos juntos, cuando llegamos nos separamos porque yo me encontré
con algunos de mis compañeros de clase. A mí me agradaba ir por las tardes al
colegio, y no para encerrarme en la biblioteca o hacer un
trabajo en reunión grupal, sino que había compañeros que iban por la tarde para
preparar un trabajo de investigación y otros para jugar 'fulbito' en la gran
cancha de la escuela. Yo no era muy habilidoso para la pelota, entonces
acostumbraba a pedirle prestada a uno de mis compañeros su bicicleta para
pasear alrededor de patio, mientras imaginaba que manejaba un auto y recorría toda
la ciudad. Esa tarde no fue la excepción, rápidamente entre a la biblioteca, le
pregunte al bibliotecario por un libro de poesías, me dio uno y saque una hoja
en blanco de mi maleta y empecé a copiar el poema. Escribí con apuro, no me
interesaba que es lo que decía ahí, solo trababa de terminar rápido para salir del ese lugar y montar bicicleta. No tenía idea de los poetas ni sus mejores poesías, así que
me sentía contento con solo haber conseguido una poesía y poder llevarla al
colegio al día siguiente. Mi caligrafía hasta el día de hoy es mala, y antes
era peor, así que con el apuro esa hoja escrita era un verdadero garabato.
Al llegar a casa para transcribir esa
poesía en el cuaderno no entendía lo que había escrito, a parte que recuerdo
que esta era bastante complicada, como el nombre del autor. Por un momento creí
necesario buscar otra poesía en la biblioteca de papa, pero me daba flojera
hacerlo, así que me senté alrededor de la mesa de estudios y empecé a tratar de
transcribir el poema, lo que no entendía. Entonces lo reemplace con palabras
que se me venían a la mente. En medio de todo mi desorden, irresponsabilidad y falta
de lectura trate de darle sentido a ese poema, y conseguí completar este. Hasta hoy
recuerdo que eran 4 estrofas. Al día siguiente, para mi mala suerte, salí elegido
para leer este poema delante de todos mis compañeros. Todos en el aula me
miraban extrañados, capaz porque me veían nervioso-ya que me sentía así porque había inventado parte
de este-, porque no creo a esa edad sabrían mucho de poesía como para observar
lo que yo había adicionado o cambiado al original. El profesor, que en todo
momento se mantuvo mirando al piso, al terminar yo de leer de hablar dijo: “gracias a
su compañero por leernos su poema. Recuerden que si no consiguieron un poema
pueden inventarlo, como lo acaba de hacer él “
Al final de año, desaprobé la materia
por muchas cosas, a veces sospecho que por esa poesía también.
La mejor anécdota que tengo es que
ese día puse algo de mí para completar ese poema; lo modifique, fui como un
co-autor de esa poesía, aunque nunca tome atención de quien era el autor. En
los años siguientes escribí mucho, pero nada aun que crea ya pueda publicarlo. Si
hubiera decidido participar en el concurso, que organiza la editorial, tendría
que haber sido lo más cuidadoso posible para hacer un poesía que pueda, al
menos, superar esa aventura escolar que quizá fue un presagio que algún día escribiré buena poesía
y me atreveré a publicarla.
pAnChItO.
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