Hoy
es un día triste, no hay motivo para que lo sea pero lo siento así. Hoy el
desgano me ha vencido, debo de reconocerlo. Pero de solo ver la fecha de hoy en
el calendario, renace en mi cierto animo porque recuerdo un 18 de abril, de
hace 2 años, cuando inesperadamente pase uno de los mejores días de mi vida. Sé
que vivir de recuerdos no es bueno, pero en esta ocasión en que veo todo negro
y no sé cuándo encontrare una salida, es bueno el refugiarme en los recuerdos,
y que mejor que en uno que sucedió hace exactamente 2 años, cuando yo menos lo
esperaba. Esa tarde viví la casi, casi felicidad.
Era
sábado 18 de abril del 2015 y yo estaba en Lima. Ese día empezó relativamente bien. Siempre
mis preocupaciones buscan controlar mi mente, como hasta hoy, pero en esa
oportunidad me impuse yo y me propuse el no perder el buen ánimo y dirigirme,
por la tarde, a un feria de vinilos que se realizaría en un local de ventas en
el distrito de Miraflores. Esa mañana cumplí todo lo pendiente en casa y ya
estaba listo para ir a esa feria de ventas de vinilos, que se hacía prometedora
porque muchos álbumes de grandes cantantes se venderían a un buen precio. Prepare
mi camisa de calle, mi pantalón jeans domingueros y mis zapatillas nuevas.
Siempre suelo ir bien presentable a este tipo de reuniones porque en todas mis
incursiones a tiendas de vinilos me he encontrado con guapas melómanas, quienes
muchas veces asisten solas a comprar sus discos favoritos.
Luego
del almuerzo me di un rápido duchazo, me vestí, me acicale y me hice una señal
de la cruz por dos motivos fundamentalmente: primero, el encontrar buenos discos
y a precios baratos; y segundo, el encontrar una chica linda con quien
conversar de música y otras cosas más. Salí rápidamente de casa y tome un
ómnibus hacia la central de buses, que es la que lleva más rápido al lugar
donde se realizaría el evento. Llegando ahí empecé mi recorrido y camine por la
avenida principal del distrito. Siguiendo avanzando y habiendo entrado ya a un
par de tienda de discos musicales, llegue a la calle donde quedaba la oficina
de una buena y bella amiga. No podía creerlo, estaba cerca de donde trabajaba
ella, aunque recordé que ya era un poco más de las 4 de la tarde, y de seguro por
ser sábado ya estaría en su casa. Yo recién había vuelto a Lima y
por circunstancias de la vida supe de ella y volví a mantener el contacto
telefónico. Yo la conocía a ella desde hace ya 18 años, pero habíamos perdido
el contacto hasta que me entere, en esa fecha, que había sufrido un accidente,
el cual felizmente fue leve, y la llame y empezamos a conversar como si nunca
hubiera pasado el tiempo que dejamos de vernos. Al recordarme de ella en esa
avenida, pensé en llamarla por teléfono para contarle que estaba cerca de su
oficina, quizá era un perfecto pretexto para conversar con ella. Aunque me
preocupaba el no haberle comentado nada de esa feria de vinilos e invitarla a
venir conmigo , pues en realidad a ella no le gustaba mucho eso, además que no
estaba seguro si ella hubiera aceptado
salir conmigo, ya que los fines de semana lo pasaba con sus hijos. Me anime y la
llame por teléfono. Me contesto: “que haces ahí?”. Le explique de la feria,
mintiéndole que me entere de último minuto porque hasta hoy por la mañana tampoco
lo sabía. Me dijo si estaba solo o con un grupo de amigos. Le conteste que solo
.Me dijo si ya estaba por irme. Le dije: "No, aun siquiera he llegada a la
tienda". Ante tantas preguntas sospeche algo y quise salir de dudas. Quiere
venir? –le pregunte-Claro, me contestó. Hoy mis hijos se fueron a pasar el sábado a casa de su padre, y yo estoy sola aquí . Dame unos 20 minutos que llego para allá.
Se despidió y colgó el teléfono. Yo me puse nervioso. Recuerdo que cruce la
avenida y pedí en un exclusivo grifo que me presten los servicios higiénicos, pues
por la caminata mi cara estaba sudando y necesitaba lavármela. Ahí hice usos
del jabón en liquido del baño me lave la cara, me seque con papel secador e inmediatamente
me fui al parque, donde habíamos quedado en encontrarnos, y me senté bajo un
árbol para así ya no sudar más por el sol. Miraba mi reloj y esos 20 minutos ya
no eran 20, eran menos. Estaba nervioso esperándola en el famoso Parque Kenedy
de Miraflores. Desde la banca del parque miraba hacia la avenida, pero ella no
aparecía. Casi 20 minutos luego de la hora citada, hizo su aparición una camioneta
Nissan Patrol color gris nueva y ella descendió de ahí. En ese momento pensé que me
había malogrado la película, porque la idea era ir caminando hacia la tienda de
discos, pues así había la oportunidad de llevarla disimuladamente de la mano e
intentar y, finalmente, lograr abrazarla.
Me
dio alegría el verla y me olvide de que había venido en auto. Igual, estaba a
mi lado y pasaríamos juntos esa tarde. Eso era lo que importaba. Le pregunte
como estaba. Como había quedado del accidente en su pierna. Ella me respondió
que bien. Y en verdad, eso se le notaba. Esa tarde me llene de valor y de
la manera más natural le dije: “te ves hermosa hoy”. Ella sonrió y solo atinó a
decir: bueno, vamos a iniciar el recorrido. Como recién me estoy recuperando,
deseo descansar mi pie, entonces,¡ ahora tú manejas! No podía creer lo que estaba
escuchando, quería que yo maneje. En ese momento saque mi cartera con la
esperanza que no esté ahí mi licencia de
conducir, aunque yo sabía que últimamente a todo sitio que voy la llevo esta
por si hubiera alguna emergencia. La encontré y sabía que no tenia excusa para no manejar tremenda camioneta en un tráfico infernal de un sábado por la tarde.
Tengo licencia de conducir desde hace ya casi 10 años, pero no me gusta conducir.
Prefiero siempre ser un pasajero y que otra persona me lleve, ya que yo soy 'casi, casi feliz' yendo en el viaje leyendo o durmiendo. Aunque algunas veces por
el trabajo he manejado, siempre lo he hecho en pequeños poblados, en donde hay
poco tráfico. Ese día no me sentía seguro de hacerlo, mucho menos en una
avenida con tanto tráfico, como era la avenida Larco. Pero al verla tan linda y
con ganas de descansar y que yo la lleve, no me negué a asumír el reto. Ella me
palmoteo el hombro y me dijo que sería mi copiloto. Subimos al auto, yo me
acomode en el asiento, me puse el cinturón de seguridad y encendí el auto. Solté
suave el embrague y acelere para salir hacia la avenida. Mi primer reto era el concéntrame
al manejar, pues ella iba a mi costado con unos cortos shorts que resaltaban
sus hermosas piernas. No era ni soy de piedra, pero estando en el volante tuve
que controlarme y poner atención en la pista. Antes de ir a la tienda de discos,
la convencí para tomarnos un lonche. Un café cappuccino con unas donas seria el
inicio de una de las mejores tardes de mi vida. Esas tres cuadras que maneje
hasta ahí me parecieron una eternidad y una prueba extrema, pues tuve que
sortear muchos autos y también peatones, pero valió la pena. Saliendo de tomar
lonche, yo ya agarrándola de la mano me sentí con más valor para seguir
manejando e ir por todas esas rutas habidas y por haber. Me comprometí a
llevarla hasta la puerta de su casa luego de hacer las compras. Recuerdo que
maneje y maneje, y al final lo que ambos queríamos era bajarnos en el bello distrito
de Barranco para pasearnos .Parece que a
mí ya no me importaban los vinilos, solo me importaba el estar junto a ella. Luego de
una buena caminata, decidimos sentarnos en una banca para contemplar la ciudad
y poder percibir el olor del mar. Esa tarde me sentí ganador, pues conversando
conmigo, contándome mucho sobre su vida, cosas que no sabía que le habían
sucedido en estos casi 17 años que dejamos de vernos, y ella escuchando también
mis anécdotas, inclino su cabeza y la puso sobre mi hombro. Fui feliz en ese momento.
Ella se sentía que estaba protegida por mí. Yo la engreída, y eso nos hacía
felices. Ella era mi reina, y yo le compre todas las flores que venían a
ofrecernos los vendedores que pasean por el parque y en parte sirven de cupido
para algunos amigos que aún no son pareja. Perdía todos los temores y me
esmeraba en complacerla en todo y en dejar en evidencia que estaba enamorado de
ella. Terminando nuestro paseo, llego la hora de volver a casa. Me ofrecí
llevarla. Ella no acepto, me dijo que era muy lejos para conducir hasta allá. Le
dije que no había problema, que yo conduciría hasta donde sea con tal de
llevarla. Insistí, pero comprendí que no
era recomendable que sus hijos me vean llegando con ella a su casa y sobre todo
el manejando su camioneta. Nos abrazamos, le di un beso en la mejilla y cuando
menos lo esperaba, ella también lo hizo. Le dije que la quería y que pase lo
que pase, sería mi gran amiga por toda la vida. Me baje del auto, ella paso al
timón y nos volvimos a despedir. Yo tome un taxi hacia la tienda de discos; al entrar,
luego de revisar muchos vinilos, compre un par de estos así no estaban en
un verdadero precio de oferta, como lo anunciaban. Ese día ya nada me importaba,
no quería discutir con nadie, todo era alegría para mí. Estaba tan contento que
no tenía tiempo para preocuparme por regatear precios. Volví a casa y encontré
a papa y mama tomando aire parados en la puerta. Me vieron contento, sabían que
era por los vinilos que traía. Pero cuando mama entro para preparar la cena,
papa me miro y me dijo que mi sonrisa y la alegría que se había apoderado de mi
era por otra cosa. Él sonrió y me dijo: es por ella, verdad? La viste, ¿no?
Si, le respondí. Solo ten cuidado cuidado, sabes que no tengo nada en contra de ella-me dijo-
Esa
noche comprendí que papa pensaba en mi felicidad, y esa era el salir a comprar
discos musicales los fines de semana, como lo hacía con el cuando yo era un niño,
pero ahora también mi alegría se complementaba con ella, quien aunque aún no tenía nada
conmigo, me hizo sentirme como en
el cielo; como ahora que empecé triste escribiendo este texto en una mañana fría en Lima;
pero no sé si por coincidencia empezó a
calentarse por la aparición del sol, y yo comprendí que no debo sentirme del
todo desanimado, pues ella debe de estar por ahí esperando que otra vez el
destino nos junte en una tarde mágica que si él lo quiere, puede ser para toda la vida.
pAnChItO.
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