Cuando piensas estar en muchos lugares para el fin de semana,
y al final no estás en ninguno. Cuando en la semana te entusiasmas con las
diferentes actividades que se ponen en la agenda cultural para el sábado y el
domingo, pero llegando esos días buscas un pretexto en tu mente para quedar
contigo mismo satisfecho de no ir a ningún sitio y quedarte en casa, aunque por
momentos pesando que hubiera sucedido ahí, si es que hubieras ido puede que te estarías
divirtiendo. Es lógico que uno vaya a donde piense que pasara un buen momento,
pero es ilógico que a pesar que uno lo sienta así, al momento de alistarse para
ir hacia ese lugar lo invada un sentimiento de desgano y desanimo de realizar
lo planeado y en ese instante no encuentre una explicación hacia esa actitud.
Son ya 3 fines de semana en que ando en las mismas: durante la semana con mucho
entusiasmo y ganas de asistir a diferentes actividades culturales programadas
para el fin de semana, y son esos mismos tres fines de semana que me quedo en
casa pensando en el por qué no tengo ganas de ir, a pesar que son de mi interés
por eso, además de creer que puedo conocer gente nueva ahí.
Esta semana empezó bien, pude resolver algunas cosas que
estaban pendientes, y eso me alentó a continuar con los planes para los días
siguientes. A mitad de semana, recordé de un antiguo empleador, quien hace
mucho tiempo me ofreció un buen empleo, pero yo lo rechace porque andaba, en
ese entonces, laborando en una empresa y con un buen contrato, no mejor que
ese, pero la palabra de caballero vale mucho en estos casos, y lo llame por
teléfono. Al conversar con el me cito para le día siguiente, muy temprano, en
su oficina; parecía que las cosas serían simples, que luego de una conversación
y plantearme mis funciones y yo decirle lo que podría aportar en su empresa, me
contrataría y trabajaríamos juntos. Nada fue así, llegue temprano a la cita-
por la distancia del lugar, tuve que hacer malabares para llegar ahí, ya que su
oficina queda en las afueras de Lima, sin exagerar a 2 horas por carretera,
pero igual llegue 8:00.p.m. - y pedí entrevistarme con él, pero el encargado en
recepción me dijo que debía pasar por el departamento de selección de personal
para empezar con una prueba psicología, psicotécnica, y finalmente una
entrevista propiamente de trabajo con el jefe del área. A pesar que me pareció muy extraño todo eso,
pensé todo sería un formulismo, que las cosas se resolverían rápidamente a la
hora que me encuentre con él, donde me
indicaría del día que empezaba a trabajar y a quien debía de buscar para que me
enseñe donde sería mi área de trabajo. Rendí mis exámenes, y cuando me toco
entrevistarme con el jefe del área, salí –creo yo- bien de la entrevista, pues
es el trabajo que siempre he realizado, por lo cual ya tengo bastante
experiencia en eso. Estaba contento porque sabía que, además de la supuesta
recomendación que tenia del mismo dueño de la compañía, en la entrevista pude explicar
con fundamente las mejoras que podría realizar ahí. Al promediar la hora de
almuerzo, puede ver por fin a mi amigo, el dueño de la compañía y hombre fuerte
en las decisiones. Me dijo que todo estaba bien, que a al día siguiente me
escribirían un e-mail indicándome la hora para acercarme a firmar contrato y ponernos
de acuerdo para ver los beneficios laborales y otras cosas. Me llamo la
atención que todo eso no se resolviera el mismo día, pero creí en él. Al día
siguiente me llego un e-mail donde el representante de recursos humanos me
agradecía el tiempo que había gastado en entrevistarme con ellos y el haber
invertido mi tiempo en haber pasado todas las pruebas, además que me deseaban
éxito en mi vida profesional y recalcaba que
cualquier nueva oportunidad de trabajo
que se presente acorde a mi perfil me lo comunicarían. Estaba claro que ya
tenían a alguien que cubriría ese puesto. No sé si desde antes de que yo me
comunicara con la empresa o quizá durante el proceso de selección encontraron a
alguien mejor para el puesto. Sea lo
que sea, ya no me debería de importar, igual no estaba contratado y me quedaba con
la conciencia que realice una buena evaluación. Lo que si importaba es que no tenía
empleo y que seguía en las mimas de antes.
En esa noche decidí quedarme en casa, no me sentía deprimido,
pero si un poco decepcionado del destino porque las cosas no salieron como yo
quería, sin embargo, tenía la idea que al día siguiente- hoy- iría a ese evento
cultural, del cual estuve leyendo toda la semana y entusiasmándome con
participar; además que presentía que sería una oportunidad para conocer nueva
gente. Las cosas se presentaron diferentes hoy, pues a pesar que amanecía con
todas las ganas de ir y aliste desde temprano mi pantalón, mi polo nuevo, mis zapatillas
de calle, y me duche y me lave el cabello con un champú oloroso que lo guardo
para estas ocasiones especiales; al llegar la hora de almuerzo, empecé a sentir
la inseguridad de que si quería o no ir a ese lugar, mejor dicho si quería
salir de casa. No sé qué me pasaba, pero después de almorzar hice la siesta y
no me importo si me quedaba dormido y no me levantaba para ir a ese evento. Parecía
que algo en mi me decía que no debería ir. Y fue así, al final no fui. Me ampare
en que mama y papa esperaban a un cerrajero para que arregle una puerta de
fierro en el segundo piso de la casa, y debía de esperar al trabajador para
hacerlo subir al lugar del trabajo, aunque en realidad, el trabajador era de
confianza y no era necesario que nadie le indique nada y mucho menos que lo
vigile. Pero era la justificación que me la repetía frente al espejo una y
muchas veces. Parece que en la balanza peso más la decepción de aquella fallida
reunión para conseguir empleo que el entusiasmo por salir, divertirme y conocer
nueva gente. Pensando tanto y estando entre un conflicto conmigo mismo por sí
estuvo bien o mal en no ir, concluí que esa era la explicación para todo esto
que me estaba sucediendo. Y si me pregunto de las semanas que pasaron y también
me gano el desgano por ir, hubo algo de eso. Después de haber pasado un mal
rato en casa e innecesariamente, me doy cuenta que todo lo que uno no puede
conseguir en esta vida, no debe hacer que nos sintamos tan mal como para dejar
de hacer lo que nos hace sentirnos bien. Si bien la preocupación se apodera de
nosotros y muchas veces implica del pensar en nuestro futuro, hay cosas que
debemos de aprender a llevarlas independientemente. Si tenemos una actividad
pendiente que nos hace sentirnos bien, ¡por que dejarla del lado por el hecho
que otra cosa nos haya salido mal o no la hayamos podido alcanzar! Es mentira
que si tienes una preocupación-salvo que sea una de vida o muerte- no puedas
pasar un buen momento haciendo algo que te gusta, y en donde pasaras un momento
relajante alejándote de todo lo que te preocupa. A estas horas de la noche,
cuando ya todo ha pasado, me siento mal, y con justa razón, pues no conseguí el empleo y de seguro al iniciar
una nueva semana tendré que seguir buscándolo; sino que me perdí ese buen
momento que hubiera pasado hoy al haber asistido
a ese evento cultural. Nada en cuanto a lo del empleo se solucionó hoy al
quedarme en casa. Muy por lo contrario, empezare una semana con el mismo estrés
de siempre. Ahora tengo el reto que pase lo que pase en esta semana, mis planes
no serán cambiados por ningún tipo de depresión que aparezca, viva y se despierte en mí.
pAnChItO.
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