lunes, 10 de abril de 2017

A VECES SI,A VECES NO

Cuando piensas estar en muchos lugares para el fin de semana, y al final no estás en ninguno. Cuando en la semana te entusiasmas con las diferentes actividades que se ponen en la agenda cultural para el sábado y el domingo, pero llegando esos días buscas un pretexto en tu mente para quedar contigo mismo satisfecho de no ir a ningún sitio y quedarte en casa, aunque por momentos pesando que hubiera sucedido ahí, si es que hubieras ido puede que te estarías divirtiendo. Es lógico que uno vaya a donde piense que pasara un buen momento, pero es ilógico que a pesar que uno lo sienta así, al momento de alistarse para ir hacia ese lugar lo invada un sentimiento de desgano y desanimo de realizar lo planeado y en ese instante no encuentre una explicación hacia esa actitud. Son ya 3 fines de semana en que ando en las mismas: durante la semana con mucho entusiasmo y ganas de asistir a diferentes actividades culturales programadas para el fin de semana, y son esos mismos tres fines de semana que me quedo en casa pensando en el por qué no tengo ganas de ir, a pesar que son de mi interés por eso, además de creer que puedo conocer gente nueva ahí.
Esta semana empezó bien, pude resolver algunas cosas que estaban pendientes, y eso me alentó a continuar con los planes para los días siguientes. A mitad de semana, recordé de un antiguo empleador, quien hace mucho tiempo me ofreció un buen empleo, pero yo lo rechace porque andaba, en ese entonces, laborando en una empresa y con un buen contrato, no mejor que ese, pero la palabra de caballero vale mucho en estos casos, y lo llame por teléfono. Al conversar con el me cito para le día siguiente, muy temprano, en su oficina; parecía que las cosas serían simples, que luego de una conversación y plantearme mis funciones y yo decirle lo que podría aportar en su empresa, me contrataría y trabajaríamos juntos. Nada fue así, llegue temprano a la cita- por la distancia del lugar, tuve que hacer malabares para llegar ahí, ya que su oficina queda en las afueras de Lima, sin exagerar a 2 horas por carretera, pero igual llegue 8:00.p.m. - y pedí entrevistarme con él, pero el encargado en recepción me dijo que debía pasar por el departamento de selección de personal para empezar con una prueba psicología, psicotécnica, y finalmente una entrevista propiamente de trabajo con el jefe del área.  A pesar que me pareció muy extraño todo eso, pensé todo sería un formulismo, que las cosas se resolverían rápidamente a la hora que me  encuentre con él, donde me indicaría del día que empezaba a trabajar y a quien debía de buscar para que me enseñe donde sería mi área de trabajo. Rendí mis exámenes, y cuando me toco entrevistarme con el jefe del área, salí –creo yo- bien de la entrevista, pues es el trabajo que siempre he realizado, por lo cual ya tengo bastante experiencia en eso. Estaba contento porque sabía que, además de la supuesta recomendación que tenia del mismo dueño de la compañía, en la entrevista pude explicar con fundamente las mejoras que podría realizar ahí. Al promediar la hora de almuerzo, puede ver por fin a mi amigo, el dueño de la compañía y hombre fuerte en las decisiones. Me dijo que todo estaba bien, que a al día siguiente me escribirían un e-mail indicándome la hora para acercarme a firmar contrato y ponernos de acuerdo para ver los beneficios laborales y otras cosas. Me llamo la atención que todo eso no se resolviera el mismo día, pero creí en él. Al día siguiente me llego un e-mail donde el representante de recursos humanos me agradecía el tiempo que había gastado en entrevistarme con ellos y el haber invertido mi tiempo en haber pasado todas las pruebas, además que me deseaban éxito en mi vida profesional y recalcaba   que cualquier nueva oportunidad   de trabajo que se presente acorde a mi perfil me lo comunicarían. Estaba claro que ya tenían a alguien que cubriría ese puesto. No sé si desde antes de que yo me comunicara con la empresa o quizá durante el proceso de selección encontraron a alguien mejor para el puesto. Sea lo que sea, ya no me debería de importar, igual no estaba contratado y me quedaba con la conciencia que realice una buena evaluación. Lo que si importaba es que no tenía empleo y que seguía en las mimas de antes.

En esa noche decidí quedarme en casa, no me sentía deprimido, pero si un poco decepcionado del destino porque las cosas no salieron como yo quería, sin embargo, tenía la idea que al día siguiente- hoy- iría a ese evento cultural, del cual estuve leyendo toda la semana y entusiasmándome con participar; además que presentía que sería una oportunidad para conocer nueva gente. Las cosas se presentaron diferentes hoy, pues a pesar que amanecía con todas las ganas de ir y aliste desde temprano mi pantalón, mi polo nuevo, mis zapatillas de calle, y me duche y me lave el cabello con un champú oloroso que lo guardo para estas ocasiones especiales; al llegar la hora de almuerzo, empecé a sentir la inseguridad de que si quería o no ir a ese lugar, mejor dicho si quería salir de casa. No sé qué me pasaba, pero después de almorzar hice la siesta y no me importo si me quedaba dormido y no me levantaba para ir a ese evento. Parecía que algo en mi me decía que no debería ir. Y fue así, al final no fui. Me ampare en que mama y papa esperaban a un cerrajero para que arregle una puerta de fierro en el segundo piso de la casa, y debía de esperar al trabajador para hacerlo subir al lugar del trabajo, aunque en realidad, el trabajador era de confianza y no era necesario que nadie le indique nada y mucho menos que lo vigile. Pero era la justificación que me la repetía frente al espejo una y muchas veces. Parece que en la balanza peso más la decepción de aquella fallida reunión para conseguir empleo que el entusiasmo por salir, divertirme y conocer nueva gente. Pensando tanto y estando entre un conflicto conmigo mismo por sí estuvo bien o mal en no ir, concluí que esa era la explicación para todo esto que me estaba sucediendo. Y si me pregunto de las semanas que pasaron y también me gano el desgano por ir, hubo algo de eso. Después de haber pasado un mal rato en casa e innecesariamente, me doy cuenta que todo lo que uno no puede conseguir en esta vida, no debe hacer que nos sintamos tan mal como para dejar de hacer lo que nos hace sentirnos bien. Si bien la preocupación se apodera de nosotros y muchas veces implica del pensar en nuestro futuro, hay cosas que debemos de aprender a llevarlas independientemente. Si tenemos una actividad pendiente que nos hace sentirnos bien, ¡por que dejarla del lado por el hecho que otra cosa nos haya salido mal o no la hayamos podido alcanzar! Es mentira que si tienes una preocupación-salvo que sea una de vida o muerte- no puedas pasar un buen momento haciendo algo que te gusta, y en donde pasaras un momento relajante alejándote de todo lo que te preocupa. A estas horas de la noche, cuando ya todo ha pasado, me siento mal, y con justa razón, pues  no conseguí el empleo y de seguro al iniciar una nueva semana tendré que seguir buscándolo; sino que me perdí ese buen momento que hubiera pasado hoy al haber  asistido a ese evento cultural. Nada en cuanto a lo del empleo se solucionó hoy al quedarme en casa. Muy por lo contrario, empezare una semana con el mismo estrés de siempre. Ahora tengo el reto que pase lo que pase en esta semana, mis planes no serán cambiados por ningún tipo de depresión que aparezca, viva  y se despierte en mí.





pAnChItO.

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