Hay noches que son más oscuras que otras. Hay momentos en que
el cielo está completamente negro, y no se ve ni una sola estrella. Hay días en
que todo está claro, pero tú no tienes claras las cosas. Esta noche de viernes,
en Lima, mi ciudad, pienso tantas cosas; algunas de importancia, y otras nada
importantes. Tengo el deseo de quedarme aquí con mis padres y así también estar
cerca a la casa de aquella chica que muchas veces me dijo que no; pero de la
cual, aún guardo la esperanza que de tanto insistir me diga que sí. Pero siendo
realista y en aras de respetar mi contrato de trabajo, deberé de abordar ese
avión el día martes y volverme a ir, siempre con el consuelo de poder venir el
próximo mes, aunque sea unos días, y sé que eso diluye cualquier ilusión de que
las cosas sean como antes.
Esta noche es oscura para mí. En realidad no sé del porqué de
esta afirmación, pero para mí no es la mejor noche de viernes que he tenido.
Para empezar, llegue a Lima con la consigna de comer sano y poco, pues, en los
últimos días en el trabajo, tuve cólicos, estuve con el estómago flojo, y
no pude dormir bien porque sentía pesadez en el estómago; ya llevo 4 días en mi ciudad, y a medida que
han pasado los días, he incrementado la cantidad de comida hasta el llegar al día de hoy en que aun después de haber cenado
un montón, me di el lujo de tomarme un par de tazas de café con una galletas
rellenas de fresa. Todo estuvo muy delicioso, lo disfrute, pero ahora no puedo dormir
y me siento frente a la PC para exigirle que tome nota de lo que le voy a
dictar, que aunque suena jalado de los pelos, es algo que quería escribir, y no
sé deba de hacerlo, pero lo hare porque la escritura siempre será para mí como un
alivio para cualquier mal de amor o de salud. No sé si he nacido con la
habilidad suficiente para hacer de mis columnas divertidas y de aceptación de
la gente. No sé si los ‘blogueros’ más afamados de la ciudad hayan leído alguna
vez estas líneas que –aunque no parezca-me cuesta escribir, porque para hacer todo esto me vuelvo un perfeccionista, o mejor dicho un hombre que
está a punto de la locura. Lo único que sé es que cada vez que algo dentro de mí
me exige escribir, encuentro suficiente material en vivencias recientes, y
lleno líneas de líneas, que al final deben de ser recortadas.
Creo poder controlar esa tendencia a la locura cuando estoy escribiendo,
cuando estoy plasmando en un papel todas esas ideas que a diario dan vuelta a
mi cabeza. A estas alturas de la vida, puedo seleccionar todo lo que quiero
decir, y solo escribir lo que suene bien y este dentro de la decencia, pero sin
ocultar la idea central ni dejar la esencia de lo que siento y que pueda ser
algo de utilidad para los lectores, o de entretenimiento para ellos. Por qué empecé
hablando de que hoy la noche es más oscura que de siempre? Pues hoy es así, o
de repente, soy yo quien lo ve todo de esa manera, ya que no está conmigo
aquella chica que tanto me gusta. Si debo de agregar algo a todo este párrafo,
debe de ser esto: ¿hasta cuándo seguiré pensando en ella?
Aquí en Lima cada noche es distinta, pues siempre puede
aparecer una ocasión para conocer a alguien, o para cruzarse por cualquier camino,
por donde vayas, con la persona quien te gusta. Veras que no es inevitable que
vuelvas a ver a esa persona que te dijo que no, ni tampoco será inevitable el
enfrentar la situación y mirar con resignación que no será para ti. Aunque
estos caminos también son la oportunidad para conocer o querer conocer nuevas
personas, y eso puede que lo he querido evitar, pero no por mucho tiempo. Y solo
así conociendo a nuevas personas y mirando hacia adelante es que la noche ya no
es oscura, por lo contrario, está encendida y brilla con luz propia.
Después de escribir todo esto, me paro del escritorio y miro,
a través de la ventana, como luce la calle a casi la medianoche, y no puedo
dejar de ver el edificio de enfrente, donde, en el tercer piso, viven dos bellas
modelos publicitarias, quien esta vez lucen hermosas mirando la tv, pero con el
único inconveniente que junto a ellas, sentados en el sillón, están sus
respectivos novios. Es ahí que en mi mente otra vez mueren las ilusiones, pero
también nace en mí una sonrisa porque me atreví a mirar a otras personas y deje
de pensar en una sola; y a la vez, si estas chicas ya tienen sus chicos, es la
señal para mirar a otro lado y no detenerse en eso.
Una vez más encuentro con la soledad, con las pocas
alternativas de acompañar una noche de viernes con alguien. Pero estoy
convencido que el mundo es amplio y que buscando peces en el gran océano tengo
muchas posibilidades que en las próximas noches, no muy lejanas, no vuelva a
quedarme solo frente a la soledad.
De repente me entra un entusiasmo y por una cuestión de
sentido común, pienso que mañana sábado debe ser un nuevo día, una ocasión para
visitar un club de música, literatura, teatro o religión, y el conocer a nuevas
personas. Quizá no me queden muchos días en Lima, pero si los suficientes para empezar
una nueva historia. Quiero cumplir mis sueños, aquellos simples pero
fundamentales para la vida, como ese del tener a alguien junto a mí; a esa persona que hable el mismo idioma que yo,
y que me comprenda tanto como yo a ella. Estoy seguro que no importara la
distancia, ella aquí, yo allá. Yo vendré todas las veces que pueda, y de seguro
algunas veces ella ira para allá. Estoy en una edad en la que ya no vale la
pena el esperar por las mismas personas que dan señales que nada pasara. Es
hora de pensar en la verdad, y esa es buscar nuevas alternativas, quizá porque
ha llegado la hora de hacerle caso al destino y aprender a ir hacia donde te
lleva el viento. Aunque para eso también deba de estar un poco más liviano; por
lo que esta vez en verdad, dejare de comer un montón y dormiré lo suficiente.
¡Que más queda!
pAnChItO.
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