Cuando estás
cansado de pelear en batallas, en las cuales nunca has sido ganador, y te das cuenta que nunca lo serás.
Cuando te sientes cansado de seguir esforzándote por querer conquistar a esa
chica que a diario te dice que no, o te lo demuestra de muchas formas, y sabes que nunca cambiara su opinión de no querer el iniciar una relación contigo. Cuando solo quieres
preocuparte de los tuyos y de ti mismo, sin pensar en nadie más, porque llegas
a comprender y a aceptar que nadie se preocupa por ti. Todo eso se resume a que
ya no quieres seguir siendo el mismo que has sido casi durante toda la vida. Ya no quieres ser ese hombre que esperaba por el amor, pues hoy ya estás
cansado de haberlo ido a buscar por tanto tiempo. Hoy estás
dispuesto a dejar de lado aquellas pequeñas esperanzas, para no hacerlas más el motor de tu vida; pues ya sabes que un día te dolerá el golpe de la decepción al
saber que nunca conseguirás a aquella chica, de la cual siempre has vivido
ilusionado. Soñar con lo que nunca sucederá puede ser alentador en algún
momento de nuestras vidas, pero el hacerlo un hábito y la razón de nuestra existencia, es dañino. Ha
llegado el momento de renunciar a muchas cosas, pero siempre asoma el temor a
quedarnos solos; pero tampoco quiero seguir haciéndole pelea al destino, pues él
hasta el día de hoy me ha demostrado que debo de estar solo, y si es así, por
algo será. He llegado a una edad en mi vida que ya no deseo que todos mis
esfuerzos que haga sean en vano. Hoy quiero guardar fuerzas para las verdaderas
cosas importantes de la vida, como- si Dios quiera- cuando yo sea un padre de familia y tenga bajo mi
responsabilidad a pequeñas vidas, que a la larga serán el motivo de poder estar
feliz cada día, si es que existiera ese término. Entrando a ese tema, hace un
par de domingos fue la celebración del Día
del Niño, y yo miraba, mientras salía a tomar
un poco de aire fresco, caminando por la
avenida principal del distrito, que muchos
padres de familia se alborotaban junto a sus pequeños hijos, y otros ya no tanto, a hacer compras por ese día: le compraban juguetes,
los llevaban a los juegos mecánicos, y luego a restaurantes para celebrar como
se debe su día. Yo me tope por
causalidad con un ex-compañero del colegio, todo un señor padre de familia, y
con un hogar ya hecho. Fue una alegría el haberlo visto después de tanto tiempo;
se le veía igual, no había cambiado
tanto después de 12 años que lo vi por última
vez, pero estaba más contento que nunca: pues acababa de nacer su segundo hijo,
era varón, y como ya tenía una hija mujer, tenía la pareja; algo que muchas
veces las abuelas y madres siempre decían que era la bendición para un matrimonio. Me presento a su
esposa y sus dos hijos. Los felicite, vi en ellos una familia que estaba feliz.
Fue cuando pensé que al igual que él, muchos de mis ex-compañeros de estudios ya eran padres
de familia, e incluso, muchos de ellos tenían hijos ya terminando la primaria,
y yo aun nada. Entonces, volvían a mí las ganas de buscar a la chica que me gusta, y
de volver a tratar de conquistarla
y pedirle matrimonio para así ser
felices y tener hijos.
De
seguro y todo era producto, una vez más,
de mi imaginación, pero era una locura
que nacía en mí y me desnudaba por completo ante mí mismo, demostrándome que yo
si quería tener una familia, que no quería andar solo por el mundo y que, sobre
todo, tenía ganas de tener criaturas junto a mí y verlos crecer y guiarlos
equivocándome en el camino de la vida
y junto a ellos el aprender a rectificar los errores. La chica
ideal, con la que siempre había soñado, apareció en mi vida hace un par de meses, y ya da vueltas por mi mente, algo que también sucedió
con otras. Desde que la vi por primera vez, me quede impresionado y -aunque
parezca algo que lo he dicho tantas veces- vi en sus ojos que era la persona
con quien quería estar toda mi vida y formar una familia; aunque dicha Srta. no
me hace caso, y me vuelvo a encontrar en aquel pasillo de espera, de
incertidumbre, en aquel lugar conocido, donde he perdido tanto tiempo, y esta
vez debo de poner toda mi fuerza de voluntad por no estar más ahí. No se trata
de huir, de no querer luchar por el amor; se trata de ser realistas, de aceptar
las cosas como son y no envejecer esperando a que alguien se convenza de algo
de que nunca se convencerá. Quiero ser joven, y la juventud se
basa en hacer cosas nuevas, en no vivir del pasado ni esperar a alguien, para
poder construir momentos que te hagan
sentirte feliz. Saldré en este mismo instante de aquel pasillo, ya no esperare
por nadie. Que aparezcan nuevas personas en mi vida, que por ahí haya alguien
que el destino y los designios de Dios hagan que se pegue a mí y yo a ella para
pasearnos juntos y así el descubrir que
debemos escribir nuestra propia historia. El día a día trae consigo nuevos
retos: esta vez me toca escapar de aquel lugar de los esperanzados, para llegar al lugar de las realidades pero de libertades,
también; porque solo eres libre cuando no vives esperanzado a alguien, y cuando
compruebas que con quienes están a tu lados en el momento es que puedes sentirte feliz y puedes ingeniártelas
para que esos momentos se alarguen por toda muchos días más. Nunca puedes
planear el estar feliz, ni menos con personas que aún no están a tu lado y posiblemente
no lo estén.
Esta
columna la escribí pensando en mí, luego decidí que podría quedar en el
archivo, pero al final sentí que esta historia podían estar viviéndola muchas
personas, y decidí publicarla.
En
conclusión: “nos merecemos estar felices”
pAnChItO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario