jueves, 1 de septiembre de 2016

SENTIRNOS FELICES

Cuando estás cansado de pelear en batallas, en las cuales nunca has sido  ganador, y te das cuenta que nunca lo serás. Cuando te sientes cansado de seguir esforzándote por querer conquistar a esa chica que a diario te dice que no, o te lo demuestra de muchas formas, y sabes  que nunca cambiara su opinión de no querer el  iniciar una relación contigo. Cuando solo quieres preocuparte de los tuyos y de ti mismo, sin pensar en nadie más, porque llegas a comprender y a aceptar que nadie se preocupa por ti. Todo eso se resume a que ya no quieres seguir siendo el mismo que has sido casi durante toda la vida.  Ya no quieres ser ese hombre que esperaba  por el amor, pues  hoy ya estás  cansado de haberlo ido a buscar por tanto tiempo. Hoy estás dispuesto  a dejar de lado aquellas  pequeñas esperanzas, para no hacerlas más  el motor de tu vida; pues ya sabes que  un día te dolerá el golpe de la decepción al saber que nunca conseguirás a aquella chica, de la cual siempre has vivido ilusionado. Soñar con lo que nunca sucederá puede ser alentador en algún momento de nuestras vidas, pero el hacerlo un hábito  y la razón de nuestra existencia, es dañino. Ha llegado el momento de renunciar a muchas cosas, pero siempre asoma el temor a quedarnos solos; pero tampoco quiero  seguir haciéndole pelea al destino, pues él hasta el día de hoy me ha demostrado que debo de estar solo, y si es así, por algo será. He llegado a una edad en mi vida que ya no deseo que todos mis esfuerzos que haga sean en vano. Hoy quiero guardar fuerzas para las verdaderas cosas importantes de la vida, como- si Dios quiera- cuando  yo sea un padre de familia y tenga bajo mi responsabilidad a pequeñas vidas, que a la larga serán el motivo de poder estar feliz cada día, si es que existiera ese término. Entrando a ese tema, hace un par de domingos fue la celebración del  Día del Niño, y yo  miraba, mientras salía a tomar un poco de  aire fresco, caminando por la avenida principal del distrito, que muchos  padres de familia se alborotaban   junto a sus pequeños  hijos, y otros ya no tanto,  a hacer compras por ese día: le compraban juguetes, los llevaban a los juegos mecánicos, y luego a restaurantes para celebrar como se debe su día. Yo me  tope por causalidad con un ex-compañero del colegio, todo un señor padre de familia, y con un hogar ya hecho. Fue una alegría el haberlo visto después de tanto tiempo; se le  veía igual, no había cambiado tanto después de  12 años que lo vi por última vez, pero estaba más contento que nunca: pues acababa de nacer su segundo hijo, era varón, y como ya tenía una hija mujer, tenía la pareja; algo que muchas veces las abuelas y madres siempre decían que era la  bendición para un matrimonio. Me presento a su esposa y sus dos hijos. Los felicite, vi en ellos una familia que estaba feliz. Fue cuando pensé que al igual que él, muchos de  mis ex-compañeros de estudios ya eran padres de familia, e incluso, muchos de ellos tenían hijos ya terminando la primaria, y yo aun nada. Entonces, volvían a mí  las  ganas de buscar a la chica que me gusta, y de  volver a  tratar de conquistarla y pedirle matrimonio para así  ser felices y tener hijos.
De seguro y todo era  producto, una vez más, de mi imaginación, pero  era una locura que nacía en mí y me desnudaba por completo ante mí mismo, demostrándome que yo si quería tener una familia, que no quería andar solo por el mundo y que, sobre todo, tenía ganas de tener criaturas junto a mí y verlos crecer y guiarlos equivocándome  en el camino de la vida y  junto a ellos el  aprender a rectificar los errores. La chica ideal, con la que siempre había soñado, apareció en mi vida  hace un par de meses, y ya  da vueltas por mi mente, algo que también sucedió con otras. Desde que la vi por primera vez, me quede impresionado y -aunque parezca algo que lo he dicho tantas veces- vi en sus ojos que era la persona con quien quería estar toda mi vida y formar una familia; aunque dicha Srta. no me hace caso, y me vuelvo a encontrar en aquel pasillo de espera, de incertidumbre, en aquel lugar conocido, donde he perdido tanto tiempo, y esta vez debo de poner toda mi fuerza de voluntad por no estar más ahí. No se trata de huir, de no querer luchar por el amor; se trata de ser realistas, de aceptar las cosas como son y no envejecer esperando a que alguien se convenza de algo de  que nunca se  convencerá. Quiero ser joven, y la juventud se basa en hacer cosas nuevas, en no vivir del pasado ni esperar a alguien, para poder construir momentos  que te hagan sentirte feliz. Saldré en este mismo instante de aquel pasillo, ya no esperare por nadie. Que aparezcan nuevas personas en mi vida, que por ahí haya alguien que el destino y los designios de Dios hagan que se pegue a mí y yo a ella para pasearnos juntos y así el descubrir  que debemos escribir nuestra propia historia. El día a día trae consigo nuevos retos: esta vez me toca escapar de aquel lugar de los  esperanzados, para  llegar al lugar de las realidades pero de libertades, también; porque solo eres libre cuando no vives esperanzado a alguien, y cuando compruebas que con quienes están a tu lados en el momento es que  puedes sentirte feliz y puedes ingeniártelas para que esos momentos se alarguen por toda muchos días más. Nunca puedes planear el estar feliz, ni menos con personas que aún no están a tu lado y posiblemente no lo estén.
Esta columna la escribí pensando en mí, luego decidí que podría quedar en el archivo, pero al final sentí que esta historia podían estar viviéndola muchas personas, y decidí publicarla.
En conclusión: “nos merecemos estar felices”


pAnChItO.



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