Era el primer sábado del año y decidí salir a correr a pesar
de las flojera post- fiestas, y que mi estómago aún lo siento lleno por todo
lo que comí en las dos últimas semanas. Cuando me iba a poner el canguro tipo correa a la cintura, descubro que uno de los broches estaba roto. El plástico
había reventado. No entendí que paso. De seguro subí de peso en estos últimos meses y este pobre broche no aguanto más la presión que hacían sobre mi hinchada barriga. ¡Debo de bajar
de peso!-me dije-. El problema era que no podría llevar mi teléfono móvil
conmigo-ya que siempre lo llevaba dentro del canguro- para responder a aquella llamada telefónica que
me podrían hacer. A pesar que había esperado meses por aquella llamada sin
ninguna novedad, seguía teniendo esperanzas en que me la harían para empezar bien el nuevo año. Al no poder llevar mi teléfono, me hice la idea que si estaban por llamarme, no lo
harían justo en un día como hoy, que era el primer día laborable del año. No
puedo dejar de escuchar música, menos cuando voy a correr, por lo que lleve mi reproductor de música. Como no lo usaba
hace ya medio año, estaba bajo de
baterías. No sabía cuánto tiempo aguantaría. Otra preocupación para empezar el año. funcionando. Parecía que esa mañana no era la mejor para mi, porque las cosas no me salían bien. Llegue al
parque, donde suelo trotar por más de media hora, y mientras trataba de cambiar mi mal humor,
observo a un hombre con su joven hija y
su mascota trotando con calma. No pude evitar el mirar a tan linda chica. Yo desaseaba que su papa no este, pues ella era mi tipo. Cuando
hacía unos ejercicios de estiramiento, antes de empezar a trotar, observe que aquel hombre corría solo, ya no lo
acompañaban su hija ni su perro. Trate
de divisar alrededor del parque para saber dónde estaban ellos, y al alzar la mirada vi que ella venia por la vereda ,cerca hacia donde estaba. No lo podía creer, era más
bella de como la vi a la distancia. Era joven, pero mayor edad; lo más importante para mí. Me
miraba de lejos. No sé por qué lo hizo, de repente de temor. Decidí el hacerme el interesante y empecé
a hacer los ejercicios de estiramiento con rigurosidad para dejar en evidencia mi buen estado físico. Quise lucir como casi un chiquillo de su edad, aunque los ricos platos y licores que había degustado
por la celebración del Nuevo Año me
empezaron a cobrar factura, pero yo quería impresionarla. También le pase la
voz a su perro con un silbido amigable. A pesar que su mascota me miro con
curiosidad, ella lo jalo de su correa y ambos
se fueron. No podía ser tan evidente y seguirla, pero disimuladamente con mi mirada
la perseguí. En eso su padre termino de trotar, y ellos parecían marcharse. Pensé que no la
volvería a ver, por lo que empecé a trotar suavemente hasta acercarme a
ella. Se percataron de mí y decidieron
irse por medio del parque para así darme paso. Yo seguí trotando sin dejarla de
mirarla disimuladamente. Parece que su padre, un hombre ya de edad y con muchos años de experiencia, sospecho de algo y me miro con seriedad. Luego los vi de lejos a ambos salir del parque. En
ese momento ya no solo tenía roto una de los broches del canguro, sino, también,
estaba rota una ilusión; esa ilusión que nació al mirarla y sentirme atraído
por ella. En fin, debía seguir trotando, aunque mi estómago lo sentía pesado
para poder realizar cualquier tipo de exigencia física. Cuando volví a casa estaba
decidió a solucionar el problema del canguro. No volvería a salir otro día sin
llevar el teléfono móvil conmigo. ¡Hasta donde había llegado!, vivía pendiente
de una llamada telefónica, y no una
realizada por una mujer, sino por algún noble empresario que me hiciera una oferta laboral. Cuando
entre a mi habitación y revise el teléfono, ahí observe una llamada perdida.
Inmediatamente revise de quien se trataba. Imaginaba que de seguro seria la que
tanto esperaba, pero no fue así: había sido una llamada de Vania. En ese
momento, algo de alegría invadió mi ser, aunque yo seguía resentido con ella.
El año que paso no fue bueno entre Vania y yo. La bella y dulce chica que conocí,
hace ya casi 6 años en su ciudad, se desdibujo para mí por completo cuando
llegue a su país y, a pesar que ella misma me había convencido de
hacer ese viaje para visitarla, nunca me recibió ni se dio el trabajo de salir
conmigo a pasear por la ciudad. No contesto ninguna de mis llamadas que le hice
desde aquel frió hotel, donde me hospede esos 5 días que son para el
olvido. No sé qué sucedió para que se comporte así, pero yo había invertido
tiempo y dinero en viajar hasta aquel lugar que me encanta hasta hoy, pero que en aquella oportunidad no me hizo tanta gracia al andar, el almorzar y cenar sin su compañía. En todos los restaurantes,donde yo comía, veía que delante mío muchas
parejas se sonreían y terminaban besándose. Esas tardes y noches que pase ahí
fueron muy tristes y aburridas. No había nada que hacer en aquella ciudad,
donde tenía pocos amigos pero buenos, hasta que casi todos empezaron a formar sus familias, y con ello llegaron
las obligaciones y responsabilidades y ya no tenían tiempo para salir conmigo. Mi
amiga la actriz, que en años anteriores siempre me recibía con mucha cortesía e
inclusive me invitaba al teatro, andaba en provincia de gira montando una obra teatral. Un compatriota,
quien hace muchos años vivía ahí ejerciendo su carrera de veterinario, se
encontraba destacado en una región muy lejana; por lo cual no podía venir
cuando me comunique con él por teléfono para tomarnos un par de cervezas e ir a
aquellos centros nocturnos, como lo hacíamos en Lima. En las tardes para combatir el aburrimiento, leía diarios de la
ciudad y luego de tomarme un café en el
restaurante del hotel, cuyos precios eran elevados, ya que los acompañaba con una empanada o alfajor, salía a pasear por la ciudad y
siempre terminaba en un ‘Cyber Café’
mandando emails, leyendo diarios de Lima y escribiendo muchas de mis columnas. El
tiempo se hacía corto y había que pagar
la renovación de la hora del alquiler, la cual, por cierto, costaba una fortuna. En
una de esas tardes me entere que mi
equipo favorito de fútbol, de ese país, jugaría; así que fui a comprar una
entrada pero ya estaban agotadas, y si las quería conseguir tenía que pagar
hasta el triple de su costo; no me anime a hacerlo. Fue estando en aquella boletería que a los lejos vi a Vania. Se que el mundo es
pequeño y esa ciudad que es grande, en ese momento se hacía pequeña. No sabía
qué hacer, pero reaccione rápido y me voltee y luego entre a un restaurante
cercano .Me sentí mal por qué la veía tan feliz por la compañía de un grupo de amigos, a sabiendas
que yo me encontraba en su ciudad. Aquel viaje lo había hecho por ella, porque
la quería y estaba dispuesto a todo para
empezar una seria relación. Pero
viéndolo bien, no fue una buena idea el haberla venido a visitarla. Ella nunca
me dio cara, ni siquiera por educación me llamo por teléfono para saber cómo
había llegado. A parte del todo el gasto que hice en ese viaje, más me dolía el
no haber podido disfrutar esos 5 días con ella, sobre todo que la vi preciosa
en aquella oportunidad. Cuando volví a Lima, olvidándome de lo que me hizo, le escribí
un par de e-mails, de los cuales ninguno los contesto. Para mi cumpleaños nunca me escribió;
por lo que entendí el mensaje: “Quería
que me olvide de ella y le dejé de escribir”. Eso hice y no le volví a escribir, ni siquiera por las fiestas de fin de año. Ella sabía que llegue
a viajar porque cuando compre los pasajes (ida y vuelta) se lo comunique en esa misma noche, pero igual
no le importo. Por todo eso, esa llamada perdida de ella me sorprendió. No sabía que es lo que quería:
si pedirme unas disculpas o quizá algún favor.
Hasta ese momento no había
entendido del por qué se rompió el
broche de mi canguro, pero cuando vi su llamado perdida, comprendí que el destino
quería que no vuelva a hablar con ella. Siguiendo aquellos designios de Dios, decidí no devolverle la llamada.
Ya recuperado de todo lo que me había sucedido en aquella
mañana de sábado, fui a un Sastre para que me cambie el broche del bendito canguro. Salía más barato
el mandarlo a remendar aquel canguro de
correa que el comprar uno nuevo. Era una tarde soleada y mientras esperaba que me lo cosieran, me compre un helado para
disfrutarlo sentado y mirando hacia la calle; y fue cuando vi pasar por la acera de al frente a aquella chica que trotaba en el parque con su
padre por la mañana. Fue ahí que comprendí que el día estaba destinado para volverla
a ver. También comprendí que hay casualidades que son muy buenas. Ella estaba más linda que antes. No pensé el volver a ver a esa chica, de quien no sabía su nombre,
pero lo iba a saber porque me llene de valentía y fui tras ella.
pAnChItO.
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