jueves, 20 de octubre de 2011

VOLVERLOS A VER

Regresé a casa de visita después de algunas semanas. No sentí la sensación de encontrar algo nuevo, y en verdad fue así. Vi la sonrisa de mama, escuche los buenos consejos de papa, y salí a pasear con mi hermana. Los días que paso en Lima siempre me resultan cortos; en realidad, a pesar que vuelvo casi siempre a casa, ya nada es lo mismo. Nunca hay tiempo para revisar esos papeles pendientes, nunca hay tiempo para ir a comprar esos dulces que extraño tanto aquí, y nunca hay tiempo para visitar a aquellos pocos amigos que siempre solía frecuentar cuando aún vivía aquí. Debo tratar que algún día pueda regresar a casa y quedarme por siempre ahí, debo ingeniármelas para que eso suceda; aunque al final siempre termino aceptando que por cuestiones de trabajo para ese día falta aun un montón de tiempo. Pero en fin, estos pocos días aquí en mi ciudad han sido de felicidad para mí: pude estar con papa y mama, a quienes extraño y siempre extrañare. Pude reencontrarme con la familia, con la tranquilidad de casa, con una salida nocturna a aquel lugar que me trae los mejores recuerdos de mi último año en la universidad. Y por supuesto, pude probar la buena sazón de mama en cada plato que prepara, algo que siempre se extraña. Hace dos domingos faltando un día para regresar aquí, me encontré con esas dos personas a quienes nunca recordé buscar cada vez que regrese a Lima. Fue una casualidad, o quizás una buena jugada del destino chocarme con ellos, encontrarlos en su lugar habitual, y en uno de ellos ver la misma sonrisa con que me cautivo una mañana de sábado del mes de noviembre del año que paso. Eran los hermanos “Drakes”: el mayor de ellos, un hombre con un absoluto talento para la música y un tremendo multinstrumentista(una envidia sana que siempre despertó en mi); y ella la hermana menor, una autentica princesita salida de un cuento de hadas que con una sonrisa me hacía creer en caminar entre las nubes, en sentirme muy bien. El por qué deje de comunicarme con ellos, o el por que ellos también lo hicieron conmigo, no importaba ya. Lo que era importante en esos momentos era volver a nuestras actividades normales, volver a hablar de música con él y con ella hablar de cualquier cosa mientras miraba su lindo rostro y me volvía a perder en esa enorme felicidad que siempre ella causaba en mí. Me quedaba apenas un día y medio en Lima, y no me parecía esa tarde tan corta para ponerme al día con ellos de tantas cosas. Parecía que él no había hablado de música en todo este tiempo con nadie, hablamos de todos los artistas y canciones que existían y de las que están por existir. Con ella la cosa fue diferente, se notaba que muchos (como era lógico) le habían hablado, le habían cortejado, la habían querido conquistar. Pero yo lejos de todo eso, sentí que conmigo existía una confianza especial, una complicidad basada en el respeto, y nos fuimos a caminar por ahí hasta terminar en una perfumería. Yo pregunte por una crema para afeitar en gel, ella pregunto por unos cuantos perfumes, y se termino llevando un montón de ellos, tan femenina como siempre. Si los volveré a ver, no lo sé. Pero fue una tarde feliz, una recopilación en un solo día de todos esos meses que compartí con esos dos maravillosos hermanos que se habían asentado en ese lugar y que por cosas del destino se convirtieron en mis grandes amigos. Si alguna vez seré cuñado de él, no lo sé, confió que el destino haga otra vez lo suyo. Ella será siempre mi amiga, esa certeza si la tengo, las cosas que sucedan después, sucederán sin poder evitarlo. Lo que si voy a evitar desde hoy, es que cada vez que pase por lima olvide el encontrarme con ellos. Espero ellos piensen lo mismo y estén atentos a mi llegada, y así no perder esos buenos momentos que pasamos y que debemos seguir pasándolos mientras existan las oportunidades de hacerlo, que aunque sean pocas, las habrán.
Siempre sucede que cuando conoces gente con la que compatibilizas, los buscas por todos lados para disfrutar de los buenos momentos. Lo que pocas veces sucede es que buenos amigos dejan de frecuentarse sacrificando la alegría de compartir tantas cosas juntos como sucedió en esta ocasión. Quizás fue la falta de comunicación, quizás porque ellos estuvieron de vacaciones en la tierra de sus padres, o quizás porque así tenían que suceder las cosas para un buen reencuentro sorpresivo. Me dio gusto volverlos a ver, en sus rostros vi el mismo sentimiento. Esta vez los tres pensamos lo mismo: “no será la última vez que nos vemos”


pAnChO

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