viernes, 7 de octubre de 2011

FRENTE A MUCHAS COPAS DE VINO

Siempre existe un momento propicio para todo, quizás esa enseñanza deba llevar conmigo para la toda la vida. Sucedió hoy por la mañana, volvía a casa después de hacer unos trámites y recordé una vez más que estoy de visita en mi ciudad, que estoy de pasada por este lugar en donde he vivido toda mi vida y del cual salí una noche sin saber hasta el día de hoy si volveré .Todos los meses llego aquí para descansar y cambiar de aire, mas nunca había encontrado el momento indicado para tratar de emborracharme solo, sin compañía de nadie y sin ningún motivo. Bueno, capaz con la única finalidad de pasarla bien, de demostrarme que puedo romper esa costumbre que adopte hace un par de años de solo tomar en compromisos y solo 2 copitas como máximo. Hace un par de días papa compro un vino para almorzar juntos después de tanto tiempo. Mi hermana solo nos acompaño con una copa, papa y mama 2 y yo solo tome 3, por lo que la botella de vino quedo llena en más de la mitad de su capacidad. Entonces, aquella vez introduje cuidadosa e inteligentemente (por lo de tratar de conservar el licor para una próxima oportunidad) el corcho, esperando volverlo a destapar pronto. Aunque en mis pensamientos más sanos e inocentes creía que de repente esta botella la volveríamos a destapar en mi próxima visita, o quizás, en un próximo cumpleaños de cualquiera de los miembros de la familia. Pero mi inconsciente me susurraba al oído que en cualquiera de esos días me levantaría mismo sonámbulo a destapar la botella y consumirla hasta acabar, para después yo mismo negar todo eso y decir: el vino se evaporo, misma propaganda de una popular gaseosa de los años ochentas.
Como contaba al inicio de este relato, al volver hoy a casa luego de un pequeño recorrido por la ciudad de Lima, tuve la idea de tomarme una copita de vino con la seguridad que no recurriría a una segunda. Tuve la buena idea de sacar de la gaveta de la cocina un paquete de maní salado que mi hermana había traído de su último viaje. Este tiene la particularidad de tener comerlo acompañado de algo, así que empecé a consumirlo junto al vino. Después de la segunda copa de vino, y al ver que la botella aun seguía llena y creyendo que alguien me obligaba a vaciarla en mi garganta; perdí la cuenta de cuantas copas tome. Instantáneamente sentí que el licor se me había subido a la cabeza, que necesitaba descansar, que debía recuperarme con una pequeña siesta. De igual forma me sentí aun con fuerzas para almorzar junto con mi familia, aguante esos 20 minutos antes de ir a mi habitación y caer rendido en la cama. Debía ser que mi cabeza sabía que estaba con licencia o algo parecido, ya que se dejo al abandono y soltó toda esa fantasía que se debe soltar cuando uno está con muchos tragos demás. Había consumido más de la mitad de una botella de vino, esa bolsa de maní quedo chica para toda la cantidad de licor que había consumido. Pero tuve un buen sueño, quizás el destino estaba que debía emborracharme para volver a soñar con cosas buenas y olvidarme de tantos problemas de trabajo que solo me hacían soñar con posibles soluciones a los problemas que en realidad no tenían soluciones efectivas. En fin, había emprendido un viaje en mis sueños, mi primera parada era otra vez Lima, si, mi ciudad, aquella que nunca quise dejar, pero que por motivos de trabajo tuve mudarme a otro lugar. Esta vez en mi sueño me veía contento en la ciudad, caminando por esas calles por donde camine tantas veces sin ningún tipo de obligaciones, con cara de decepción, otras veces con cara de entusiasmó, y muchas veces de preocupación por aquel problema que se agrandaba sin encontrar solución.
Ahí me miraba más relajado, con cara de querer conquistar la ciudad sin esperar ser reconocido, solo sentirme un triunfador para mí mismo. Ese sueño había empezado muy bien y no podía terminar mal. Así que en mi inconsciente, ese que puede manejar modificar todos los argumentos escritos por las circunstancias, propuse hacer lo que más quería, escribir. Me vi desplazándome por la calle principal de la ciudad, cruce un par de avenidas con mucho cuidado y me detuve en un restaurante, el mismo al que he planeado alguna vez entrar. Estando ahí saque de mis bolsillos unos papeles en blanco y del otro un bolígrafo. Me veía bien, de buen semblante, despreocupado, sin terror al futuro, sin creer en que la vida tenía un costo. Solo lo único que hice fue pedir un café y empecé a escribir, de varios temas, de tantas cosas, y solo veía en mi rostro felicidad después de cada línea escrita en el papel. Era libre como el viento, como aquellas palomas sin dueño que vuelan con libertad. No podía existir mejor día que ese, me reencontraba conmigo mismo, con mi esencia, con uno de mis hobbies: el de escribir. Sea donde sea, al final de todo, era lo que quería hacer toda la vida, escribir y escribir. En ese momento no importaba mucho cuánto dinero llevaba en los bolsillos, ni siquiera si me alcanzaba para pagar el café que estaba consumiendo. Pero la felicidad nadie me la quitaba, porque estaba yo encontrándome con la realidad, al menos, esa que en mis sueños era la única. Estaba con la disposición absoluta para escribir, para hacer todos los posibles garabatos existentes en la hoja, para entenderme yo mismo con mis escrituras y descifrarlas como una manera de desfogarme de todo. Para renegar con una frase y demostrar toda mi euforia con otras.
Era un juego entretenido el escribir una frase sobre el papel, también el borrarla para escribir otra mucho mas jodida que la anterior, y ser el único juez para determinar cual quedaría censurada. Pero era aun mas, ese sueño era maravilloso, pues aquí no me importaba el vivir de algo, el desempeñar mi profesión. Solo me importaba ser feliz escribiendo, tratando de ser escritor y comprobando que nadie al final de cada día determina si fuiste o no el mejor. Yo ya había hecho mucho, me había emborrachado, había dejado flotar mi lado temeroso; porque considero que solo cuando estoy en verdadero estado de temor, necesito una copa de vino para expresar algo o escribirlo. Pero esta vez parecía que necesitaba escribir o decir tantas cosas que me había tomado toda la botella de vino.
En mis sueños vi que después de tantas horas de haber estado sentado en ese café, curiosamente con la misma taza y sin haberse enfriado, escribí muchas líneas; quizás un pequeño texto sin ninguna dedicatoria en especial. Me lo dedique a mí mismo. En conclusión, en ese sueño me había convencido que puedo ser el escritor que quiero, aunque no sé si podría vivir de esto.Desperté y me encontré con la realidad, debía preparar mis maletas para volver a la ciudad donde trabajo. Antes pase por la cocina para saber si había otra botella de vino.


pAnChO

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