domingo, 14 de agosto de 2011

BUSCANDO EL VERDADERO AMOR

Desperté con la sensación que ya no era el mismo. Corrí a verme en el espejo de la vida y comprendí que los años habían pasado, que cada etapa era única. Y que cada momento vivido ya estaba vivido, y por tanto no había por que lamentarse de lo que ya estaba hecho. Si bien, aun era relativamente joven, y hasta hoy lo soy. Cada etapa tiene su magia, su hechizo; y cada circunstancia nos hace mover como debemos movernos para la edad que tenemos. Muy lejos de temer por hacer el ridículo, por parecer un viejo en un cuerpo de adolescente. No tenia las ganas de emprender ese camino que de seguro podría traerme buenos resultado o, a lo mejor, no. Solo quería sentirme tranquilo, y era ese desgano en hacer las cosas lo que termino dominando mi actitud. Me quede sentado observando desde mi mesa todo lo que sucedía. A esos adolescentes yendo tras de ella, enamorando a la chica que me sonreía en cada momento que iba ahí. Algunos mayores preguntándole a ella por su número telefónico. Y yo preguntándome: “si en verdad ya había llegado a la plena madurez, y por tal me aburría todo ese espectáculo” Ella volteo a mirarme, creía que estaba en actitud vigilante hacia ella, y en verdad, no era así. Esta vez me sentía extraño, fuera de la fiesta, fuera del rito de querer conquistar a la chica más bella del lugar. Creí que podría animarme al ver sus lindos ojos mientras ella me miraba disimuladamente. Pero esa noche despertó en mí el adulto que alguna vez busque, pero del que siempre he huido inconscientemente. Apareció en mí aquel jinete que cabalga por la vida y que en un momento comprende cuando ya no está en su territorio la presa, y por tanto ya es hora de dejar la ilusión por la caza. Cuando mi compañero, con quien compartía la mesa se decidió a preguntarle por su nombre y coreo electrónico. Preste atención en este dato, y ahí reflejaba su edad. A leer en año en que ella había nacido, se me vino a la mente esos momentos donde mama, papa, mi hermana y yo comíamos un delicioso pollo a la brasa y conversábamos de tantas cosas. Recordé cuando aun todos vivíamos juntos en casa. Y por último, acepte que yo era de otra generación y decidí mantenerme distante de toda tentación a enamorarla.
Quizás, el haber perdido a el amor de Karolina, el haberla perdido de vista, me hizo comprender que el enamorarse de una chica mucho menor no era la mejor manera de ser feliz. El que ella haya perdido todo contacto conmigo, el que se haya marchado de mi vida, quizás es una razón muy importante como para por fin pisar tierra y comprender que ya no soy un chiquillo. Ahora sé, que el enamorarse de una mujer menor que yo es un juego que yo no debería jugar, ni mucho menos creer poder ganarlo. Me puse mi casaca, me envolví el cuello con la chalina y decidí salir de ese lugar. Quería caminar por ahí para seguir reencontrándome conmigo mismo. Para meditar un poco cerca del monte. Cuando voltee a ver desde lejos aquel restaurante, la vi parada en la puerta de este. El cielo de la noche que estaba lleno de estrellas iluminaba su silueta, y yo creía que debía volver. Ella posiblemente salía solo por mí. O a lo mejor, porque se había cansado de ser acosada por tanto hombre intrépido allá adentro.
Era mi primera noche de tantas en que aceptaba que ya soy un adulto, por lo cual mis decisiones se regirán en base a esa condición.
Al día siguiente volví ahí para desayunar. Salió ella, ambos cruzamos las mismas sonrisas de siempre. Un espíritu de madurez vivía en mí por esos días. Comprendí que ella era una potencial una buena amiga, que no todo ilusión hacia alguien es verdadero amor. Y por último, que uno de aquellos jóvenes contemporáneos con ella quizás ya le habría robado el corazón, y que aquellos tira y aflojas conmigo era producto de la coquetería propia de su juventud. Y que si yo alguna vez le habría seguido la cuerda era producto de mi inmadurez que creo había llegado a su fin.
Por la tarde volví temprano ahí para cenar. No era una hora habitual para hacerlo. Pero tenía hambre y, además, quería volverme a enfrentar a la tentación, a la invitación a volverme a ilusionar como tantas veces para luego comprobar que estaba solo en la vida. Era imposible evitar ser amable con ella, era casi injusto portarme como un extraño con alguien que me había brindado toda la confianza desde el día en que nos conocimos. Sonreí ante su saludo. Me imagine que eso seria todo. Pero me pregunto: “ Por que tan serio, que le sucedió, algún problema”. No tenía las palabras exactas para evadir esa pregunta. Pero una sonrisa picara de parte mía no cayó mal en esos momentos. Rio, creo que sabía que yo comprendía su pregunta. Que me imaginaba que ella pensaba que yo pudiera estar mortificado por lo de anoche, por los tantos caballeros que la cortejaban y aquellos jovencitos que al parecer recibían su aprobación. Le hable de otras cosas, le hice comprender también que todo andaba bien, que en la noche regresaría por un café y unas galletas. Que conversaríamos mucho, incluso, más que antes. Cuando salí de ahí me fui inmediatamente a mi habitación, abrí mi correo electrónico y no encontré ningún email de Karolina. Tenía la esperanza que ella me escribiera, que acepte mis disculpas, que entienda que estaba enamorado y por eso le declaré mi amor. Pero como no lo había hecho, comprendí que era hora de deshacerse de ese hábito de ilusionarse con tanas chicas lindas y jóvenes. Que la bella mesera del restaurante donde como todos los días debía seguir con su vida, que esa ilusión que nacía entre ambos era solo eso, una ilusión. Me prometí a mi mismo no volver en la noche, no verla, no rozar mi frente con sus cabellos cuando pasaba a mi lado trayéndome un exquisito plato. Pero a las 8 de la noche el hambre sorprendía a mi estomago. Me abrigue bien y decidí salir al mismo lugar donde desayuno, almuerzo, ceno y me ilusiono o me enamoro. Llegue y estaba lleno este lugar. Me acomode en una mesa junto a algunos compañeros de trabajo. Vi otra vez que llego aquel joven de negro, quien según me cuentan fue su compañero de colegio. Vi en ella una sonrisa de amor hacia él. Luego volteo hacia mí, y en su mirada coqueta vi que era mejor mantenerme al margen de todo y mirar simplemente todo eso como un ambiente propio de jóvenes adolescentes jugando al enamoramiento, y quizás algunos de ellos conociendo el verdadero amor. Termine mi café y mis galletas, y comprendí que era hora de entrar a jugar entre los adultos, y quizás encontrar el verdadero amor.


pAnChO

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