domingo, 19 de julio de 2020

LA VENTANA Y LAS COINCIDENCIAS.


Con sumo cuidado y utilizando diferentes hipótesis me pongo a analizar que está sucediendo, ¿por qué desde hace ya más de unas semanas me encuentro con ella o cuando me asomo a la ventana de casa la veo llegando a su hogar? Me da vergüenza pensar todo esto, creo que ya no estoy en edad para andar espiando a alguien. Lo único que puedo rescatar de todo esto es que soy feliz cada vez que escucho un motor de algún auto, pues cuando suelo salir a la ventana, lejos de querer saber que sucede en el vecindario, o si quieren robarle los neumáticos del auto de la casa, espero a comprobar que es ella, la vecina, quien llega. Escondido detrás de la cortina, sin hacer ningún movimiento, me quedo ahí para verla descender del auto. Ella a veces vistiendo una minifalda o unos pantalones ajustados me dejar ver su hermosa figura. Creía que era un simple gusto, una distracción y premio para mis ojos. Una joven y guapa empresaria debe de tener miles de admiradores, creo ser   uno de ellos, aunque de aquellos que está en la última fila, ahí tan lejos que jamás llegara a poder robarle un beso.
Han pasado los días y mis incursiones detrás de la cortina de la ventana han ido en aumento. Una noche descubrí que una de las ventanas de su casa que da para la calle es  su 'mini gimnasio', y me puse a pensar mil cosas. Tras las cortinas, cuidadosamente, la observo haciendo ejercicios, unas noches en mallas y otras en shorts ajustados. Todo un deleite para mí. He tropezado una par de veces con ella: yo llegando con mi bolsa de hacer el mercado y ella muy elegante subiendo a su camioneta del año. Ambos aun no nos hemos mirado a los ojos, algo me traba la lengua y no puedo soltar un hola cuando estoy frente a ella. Quizá si me animo a hacerlo reciba una respuesta amable de ella. Ese saludo sería una respuesta esperanzadora. Estoy nervioso pero ya debo de pensar en decirle algo, no puedo pasarme toda la vida mirándola de lejos.
Los días siguieron pasando y yo ordene que el auto de casa siga permaneciendo afuera durante el día, puede que por una emergencia lo necesitemos ahí, en posición para arrancar. En base a eso me he asomado muchas veces por el día a la ventana. Cada vez que la veo luce un atuendo distinto, se viste como toda una distinguida empresaria y siempre deja ver su cuerpo de ensueño. Ella me está volviendo loco, esa es la verdad. Me he arrastrado a ese mundo-no sé si sea bajo-de alucinar con una mujer mirándola a lo lejos, escondido, y sin poder soltarle un piropo porque podría descubrir de donde viene. Es viernes por la tarde y he salido a regar el jardín y en eso hace su aparición en su camioneta, disimuladamente con unas gotas que salpican de la manguera me arreglo los cabellos, me reviso de los pies a la cabeza: luzco impecable. Miro de reojo, como quien no tiene interés, y aparece ella vistiendo una minifalda oscura y una casa de cuero de color guinda. Sus hermosas piernas van desfilando frente a mí   y sus tacos no le impiden caminar con la mirada hacia arriba, a pesar que llega cansada, pues como empresaria tiene que luchar para reflotar su empresa. Quiero olvidarme del asunto pero me entran las ganas de cruzar la pista e ir a su casa y tocar el timbre   para decirle, vía el intercomunicador, que necesito verla para conocerla y ella también me conozca a mí. Salgo de casa, voy a comprar unos alfajores para después de la cena y veo su camioneta ahí en su puerta. Me pregunto, ¿Por qué será que esta ahí? , ¿Por qué no la guarda si ya es tarde?, ¿Tendrá pensado volver a salir? Vuelvo de la panadería con los deliciosos dulces ‘calientitos’, en eso se abre su puerta de su casa y aparece ella, esta vez usa un vestido de gala, de invierno, pero igual le dibuja su hermosa figura. Con cartera en mano y algo de apuro sube a su auto. Ve mi sombra que pasa por ahí, parece no interesarle, y yo que tengo ganas de decirle que no vaya a ningún lugar, que tomemos lonche juntos, que tengo café, alfajores y unos brazos abrigadores justo para el fuerte invierno que ya se apodero de la ciudad. Entro a casa y escucho los motores de su auto alejarse. Pasan las horas y estoy en casa pensativo, en eso se me da por escribir poemas hasta la hora de la cena. Está destinado volver a saber de ella. Al día siguiente escucho un grito que viene de la calle; es el vecino de la esquina, quien vive en una casa contigua e ella, está proliferando gritos mirando hacia su ventana .Ella aparece y él se queja de malas maneras: “Adelanta tu auto, no deja estacionarme en mi puerta”. Me entra una rabia contra aquel hombre, tengo ganas de decirle que respete a una dama, a una chica, a mi chica. ¿No sé de donde salió eso último? Al final decido no intervenir. Veo que ella sale corriendo, se sube a su auto y lo adelanta. Maldita sea, no lo guarda, ósea piensa salir más tarde. Es sábado por la noche, de seguro va a salir a algún lugar con alguien. Parece que estoy sintiendo celos. Después de mucho tiempo experimento una sensación así. Esta preciosa, lleva unos jeans ajustados, un polo corto y el cabello suelto. Me está volviendo loco.
No me siento un perdedor, veo alguna posibilidad ahí. Más tarde me asomo a la ventana-ya es hora de dormir- y veo por encima de su cochera y su camioneta aún no está dentro. No vuelve, seguro la está pasando bien el sábado por la noche. ¿Con quien estará?
Al día siguiente, domingo, vía una web he hecho una compra de productos para la casa; el repartidor me dice no puede traerlo hasta mi misma casa, no ubica la dirección. Entonces le digo lo esperare en la plaza principal de la ciudad, cerca de casa. Salgo rápidamente y llego a ese punto. Estoy en la esquina de una concurrida avenida y el semáforo marca luz roja: los vehículos de la pista auxiliar se detiene cerca de mí, una camioneta parecida al de ella lo hace exactamente a mi costado. No sé su número de placa, pero veo que las coincidencias continúan, detrás de las lunas, casi oscuras, está  ella en el asiento del piloto. No me conoce, por eso ni me mira.

Estamos caminando alrededor de la plaza principal, por fin ella se decidió a salir a caminar y dejar el auto en su casa. Me anticipo a pedir un par de donas bañadas en chocolate y dos cafés; cuando ya estamos sentándonos para disfrutarlos descubro que me sonríe, yo le devuelvo la sonrisa pero se avergüenza y ya no me mira. No tiene que darme explicaciones de nada, por eso no me entero si tiene enamorado o novio. Yo tampoco le cuento nada sobre mi en esos temas . Ni siquiera nos preguntamos de donde veníamos o a dónde íbamos, la cosa es que nos hemos encontrado ahí de casualidad. Solo importa que estamos conversando, conociéndonos. Más tarde estamos caminando hacia nuestras casas. Legamos y me despido de ella; mientras la veo entrando a su casa pienso que ese adiós no existiría si no me hubiera animado a decirle, hace unos días, "hola”. Esa noche sonrió y sueño con un día entrar juntos a casa y jamás volverla a mirar por  detrás de la cortina de la ventana.


pAnChItO.


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