Y hasta que un día la vida nos dijo que ya era hora de estar
en casa, de estar con los nuestros, de hacer un alto para tomarse un descanso;
porque ya muchos años venimos viviendo en un mundo agitado, donde no dábamos
ventaja para nada y tampoco, quienes estaban a nuestro alrededor no las daban. Este momento, que
estamos viviendo, es irrepetible, pues casi todos estamos en una para general:
en nuestros hogares, apenas saliendo para comprar lo necesario, y cuando lo
hacemos observamos las calles, plazas, parques y avenidas vacías; todos esos lugares
hasta hace poco transitables, puntos de reunión. Nos embarga la tristeza, la preocupación
y también la alegría. Tenemos, en verdad, sentimientos encontrados. Hace tiempo
necesitábamos un receso, no solo por el bien de nosotros, sino también para el
bien de la naturaleza, especialmente de la diversidad de la vida. Pero quizá no
lo deseábamos de la manera inesperada como llego. Este es el momento, no habrá
otro, para estar en casa con la familia, haciendo las cosas más simples durante
el día: contemplando cada detalle en el hogar, y las costumbres aquí, que
pensábamos ya las habíamos perdido. Estamos cara a cara con la esencia de nosotros,
con aquello donde pertenecemos. Estamos también utilizando nuestro tiempo de
ocio para hacer aquellas cosas que estaban pendientes hace mucho tiempo en casa;
e incluso, para no hacer nada. Todas alternativas válidas. En todos los casos
estamos disfrutando de un momento que malo que bueno es nuestro. No sabemos con
certeza si faltan pocos días o muchos más para que este forzado descanso se
termine, lo que sí sabemos es que en medio de la incertidumbre de lo que
sucederá - también en materia económica- tenemos que conservar la calma y tomar
en cuenta que esto no solo nos está sucediendo a nosotros, sino al resto del mundo.
Hoy observamos que en todo el planeta compartimos la misma tristeza y estamos llorando
por el mismo motivo: familiares y amigos en estado de gravedad, o quizás algo
peor para con ellos. Es una pesadilla para gobernantes de todo mundo toda esta situación,
y para nosotros también, pues no se trata de algo que sucede en determinados
países, se trata de todo nuestro planeta. Todo esto nos deja una enseñanza: la vida
es una sola y hay que vivir sin postergar nada, sobre todo si se trata de
demostrar amor por nosotros mismos y por quienes decimos amar; además de solidaridad
y respeto por los demás. Para quienes no lo sabían-algo raro-, hoy ya conocemos
que este mundo está hecho es de injusticias y de miserias. Qué bueno que muchos
estamos creyendo que, si salimos de esta
tragedia, ya no debemos ser los mismos, sino mejores personas, empezando por
quienes dirigen el mundo. La mejor distribución económica quizá sea la promesa
que se debe de cumplir ante ese ser superior-sea de cualquier religión que creamos-,
que ojalá y acepte darnos una nueva oportunidad para regresar casi, casi a la normalidad.
Aunque todos sabemos que nada volverá a ser como antes.
“Planeta, cúrate, por favor…Pues creo que todos ya entendimos
la lección y nos estamos empezando a curar, aunque sea de a poquitos”
pAnChItO.
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