En esta ciudad, donde vivo, una de las bondades que
he descubierto es que todas las noches, fuera de la cancha de fútbol, dos
hermosas chicas montan un puesto de venta de ‘cachanga’; este delicioso postre
que es una suerte de tortilla hecha a base de harina con un poquito
de azúcar, un gusto al paladar, y que estoy seguro que quien la prueba no podrá
dejar de hacerlo jamás. Aquí por estas fechas llegamos a una temperatura que
desciende algo menos de los ‘0’ grados y es habitual que este postre sea
acompañado con una taza bien caliente de café, que también es vendido por estas
guapas chicas de manos privilegiadas. No solo es el público masculino quien
consume estas, también son muchas las muchachas que llegan para disfrutar de la
cachanga. Muchas noches ya que salgo bien abrigado y con bufanda para consumir
una cachanga con su respectivo café. Llevo viviendo ya varios meses en un hotel
de la ciudad, aún no he conseguido una casa, y como la empresa- donde trabajo-
me paga la mensualidad, no me he apresurado en conseguir otro sitio, además que
este es un lugar acogedor, ubicado sobre una pequeña colina, lo que me permite
en algunas noches salir a fumar un cigarrillo mientras contemplo las estrellas
y aspiro el aire fresco de aquí, a veces o muchas veces encontrando la
inspiración para escribir. A ese hotel llegan personas de diferentes ciudades,
generalmente a pasar una o dos noches, lo que dure algún trámite por hacer,
una conferencia pactada por realizar o un amorío fugaz por concretar. Somos
pocos los que vivimos aquí. Los fines de semana llegan parejas a pasar la noche
del sábado o domingo, ya que esta ciudad es apacible y todos los secretos
se pierden en las sus frías noches. La noche de ayer sábado, cuando estaba
tomando aire fresco en el balcón, del último piso, contemplando la Luna,
mientras fumaba un cigarro, una moderna camioneta hizo la parada aquí; imagine
que de seguro eran uno de esos empresarios millonarios que llegan con algún
ingeniero para evaluar la posibilidad de invertir aquí, pues también es una
zona rica en minerales sulfurosos. Pero no fue así, era una pareja
aparentemente de novios. La chica era muy agraciada y por su rostro parecía que
le había chocado el frío y altura de esta ciudad. El varón parecía un exitoso empresario,
ambos entraron juntos al hotel. No pude con mi genio y corrí hacia la recepción
y con cualquier pretexto me quede ahí para observar bien a la chica, a la luz
de las lámparas; era muy bella, toda una tentación, pero una mujer prohibida.
Fui a mi habitación a recostarme un rato, unas horas después salí hacia el
puesto donde venden cachangas o donde las cachangueras, como lo llamamos aquí.
Llegando ahí me encontré con esta pareja, cada uno con su
cachanga y café en mano ya se retiraban e inmediatamente
gire mi cuello y mire de espaldas a esa bella mujer que estoy seguro no dejara
de probar este postre los días que este aquí ,mandando al diablo esa
dieta que con seguridad la hace tan apetecible a mis ojos y los de muchos.
Ellos se fueron hacia la plaza principal y yo me fui en sentido contrario para
ver si me encontraba con algún compañero de trabajo para conversar. No encontré
a nadie y decidí volver a mi habitación. Note que un par de perros me seguían,
era lógico, habían sentido el irresistible olor a la cachanga .No podía comer
mientras esos canes me miraban con cara de pena, por lo que les lance dos
trozos de cahcnaga, uno para cada uno. Rápidamente se lo comieron y fueron a
darme el alcance y tuve que tirarles dos trozos más, y así hasta quedarme sin un
solo pedazo para mí. Esas mascotas gozaron del dulce más que yo. Llegué al
hotel, entre a mi habitación y encendí la televisión: estaban pasando un
programa de baile, nada gracioso para mí, ya había visto algunas temporadas
pasadas y me era aburrido; pero esta vez vi a una bella bailarina de cabellos
largos que se movía como ninguna, tenía un rostro angelical y me hizo alucinar
una de las mejores escenas de una película prohibida siendo junto a ella los
protagonistas. Yo estaba detrás de la pantalla y yo no podía hacer nada, solo
ilusionarme con ella y ver la forma de desfogar tanta pasión que se encendió en
mi como una llama de fuego que tendía a subir de intensidad. Me dije a mi
mismo: “cierra tus ojitos, dame tu manita y ya sabemos cómo será el final” Luego
salí a tomar un poco de aire para refrescarme, ya que adentro la hoguera
se encendió por ese bello e inalcanzable cuerpo de la televisión. Note que
la puerta de la habitación junto a la mía estaba abierta; ahí dentro estaba esa
pareja, estaban desempacando. Yo seguí de frente hacia el balcón.
Regrese a mi habitación, me abrigue muy bien y
me eche a dormir. No lograba cerrar los ojos del todo, escuchaba quejidos,
parecía que estaban golpeando a alguien; note que esos sonidos venían de algún
lugar cercano. Salí hacia el pasadizo y descubrí que eran la habitación
contigua a la mía y concluí que esos quejidos eran de felicidad. Aquella pareja
estaba haciendo el amor muy cerca de mí, podía escuchar la voz agitada de la
chica en éxtasis total. Envidiaba a ese empresario por la faena que estaba
realizando y más por con quien lo hacía. Trataba de dormir, pero esos gritos y
movimientos de catre no me dejaban hacerlo, me inquietaban, me animaban a hacer
eso también. Llame por teléfono a una amiga, quien vivía cerca de la ciudad, sonaba
ocupado, insistí, quería encontrarme con ella para también gritar de placer
como esos vecinos eventuales. Me resigne a dormir y volver a repetirme a mí
mismo aquella frase salvadora que una y mil veces he invocado en mi vida. En medio
de del frío subía en mi la temperatura pensando en esa bella bailarina de
tv, en la chica que no podía ubicar por teléfono y en aquella bella muchacha
que hacia el amor cerca de mí. Dormí un poco, los ruidos volvieron a
despertarme, prendí la luz y con mi cajetilla de cigarrillos en mano salí al
balcón. Bien abrigado empecé a fumar y contemplar la madrugada silenciosa y las
estrella alumbrado la soledad de la calle y la mía también. Vi a los perros que
terminaron con mi cachcanga, uno macho y una hembra, se apareaban, hacían el
amor en plena soledad de la calle y a bajas temperaturas .Pude de divisar en el
macho su cara de júbilo y entendí que con barriga llena todo lo demás se podía
realizar. La intensidad de los gemidos aumentaba en aquella habitación. Estoy
prendiendo mi segundo cigarro mientras veo en plena faena a esos perros y
escucho a esa pareja hacer el amor e imagino la escena, y digo en voz baja que
primero es la cachanga y luego la matanga. Lo segundo me falto a mí, por eso
quizá y no podía dormir.
pAnChItO.
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