“Todos tenemos el alma rota. Todos hemos
enfrentado una situación dolorosa producida por el rechazo de alguien o, peor
aún, por haber visto partir a alguien a quien amamos. Pero esas roturas han
sabido ser menguadas en el dolor por la misma rutina del día a día y porque
hemos tenido gente maravillosa a nuestro alrededor. Gente a quien querer, las
cuales también nos quieren. El tiempo casi siempre no ha sido complaciente con
uno. Este ha corrido de manera maratónica y hoy amenaza con llevarse a esos
seres queridos que supieron y aún saben amarnos, muchos más en nuestros
momentos más difíciles. Quizá hoy es momento de establecer nuevos vínculos, de
buscar personas que nos quieren y a quien nosotros también queramos. Hoy creo
con mucha seguridad que es el momento de entender la vida, de saber negociar,
de no ponernos en una situación difícil porque simplemente podemos terminar con
las manos vacías; y así regresar al mismo punto de partida, pero con más años
de edad. Falta un grito de alegría, ya es hora de hacerlo. El tiempo ahora se
muestra nada bueno, parece que es un atardecer de invierno, esos en que
rápidamente se oscurece el cielo y llega la noche. No me doy por vencido,
parece todo lo voy a alcanzar, e inclusive más de lo que creo. Voy a agradecer
a Dios y al destino que de una vez por todas me muestren mi futuro. Los días
son más cortos y poco a poco quedaremos pocos, y ahí estaremos los dos y
algunos más iniciando una nueva vida y rogando que esta nos dé más vida para
seguir luchando por quienes para ese entonces estarán bajo nuestra
responsabilidad. Hoy acepto, a puertas de una nueva etapa en mi ser, que
existen los ciclos en la vida, por tanto es casi seguro que en un abrir y
cerrar de ojos seré yo quien sepa consolar a los míos por fracasos académicos o
decepciones amorosas”
Hoy la tarde se oscureció: eran las 14 horas y 30 minutos y
parecía que estábamos cerca del anochecer. Era un lindo día, viernes 13. No soy
supersticioso, ¿pero que dicen ustedes?, mucha coincidencia, ¿verdad? Hoy las
cosas no parecían como antes: ella ya no se comunicaba conmigo y en la mesa, a
la hora de almuerzo, con papa y mama ya no sonreíamos. La vida ya no se veía
como antes, temíamos de la rapidez con que se pasan los días, meses y años. Por
ahí, alguien, según informaciones, había pronosticado que era el último día del
mundo. No sé de donde salió esa locura, pero nos tocó vivir el día con esa idea.
Esa tarde, con apariencia de noche, me regresaban a hace algunos años atrás en
la misma ciudad, mi ciudad, y en mi misma casa, cuando pensaba que el mundo se
me venía encima porque no encontraba empleo, además que no encontraba la forma
de conquistar a esa linda chica que veía todas las mañanas muy temprano, y con
quien cruzábamos algunas sonrisas, que para mí eran alentadoras. Cuando pensaba
que las cosas no andaban bien, como yo quería, aparecían frente a mí los
rostros de papa y mama, y yo comprobaba que todo andaba bien, que ellos aún
estaban a mi lado para contrarrestar los malos momentos. Hoy vi sus rostros, después
de tomarnos él té, y sentí
que los tres estábamos parados sobre la misma línea para luchar contra todo lo
malo que se presente. Luego, mientras mama traía la fruta y mi papa me
comentaba de la política del país, pude saber que no estaba solo en la vida,
los tenía a ellos. Es que los tres supimos caminar juntos, sin el mayor temor
de caernos, desde el día en que nací. En ese momento mama me llevaba en los
brazos y otras veces papa lo hacía también. Cuando fueron pasando los años,
seguíamos andando los tres: ellos llevándome de la mano y con los años yo llevándolos
también. Fue en el almuerzo que los miré y me di cuenta que aún estaban ellos
para darme fuerzas y buenas vibras. Tengo la suerte que ellos ya estén mejor de
salud, ya que a fines del año que pasó Mama se cayó de la silla, cuando se
paraba de la mesa, luego de cenar; y Papa, por hacer un esfuerzo de agacharse a
recoger un objeto que cayo debajo de la cama, se lesiono la columna. Lo que
vino después fueron una serie de chequeos médicos y descubrimos que algunos males propios de la edad se quedarían
con ellos y se incrementarían. No se por cuánto tiempo más, pero pasaron las horas y el mundo no se acabó, solo
el día. Quizá esos pronósticos estaban equivocados y el mundo continuaría hasta
no sé qué fecha. Ya echado sobre la cama y mirando el techo de mi habitación-
como casi siempre lo hago- pensaba en cuantas tardes ya había experimentado
algo de depresión, pero al final de cada día terminaba vivo. Hay retos muy
grandes porque luchar aun. No sé a quién me enfrentare a lo largo de lo que me
queda en la vida, pero por lo pronto empezare a hacerlo con buen estado de
ánimo. La chica que conocí hace 5 años, de la cual hablaba, no fue un amor a
primera vista, lo tengo claro, pues no creo nadie se enamore tan rápido, pero me obsesione con
ella y en las noches que pase pensando en todo eso origino que escriba algunos
ensayos que hice para mí mismo. Eran declaraciones de amor, no valían de mucho,
no pensaba mostrárselas a ella ni a nadie. Una tarde, después de ya estar
conversando regularmente con ella, me contó que estaba a punto de casarse, fue
como un bandazo de agua fría escuchar eso de ella. Cuando volví a casa me dirigí, una
vez más, al baúl de los recuerdo de mi mente y analice la situación. Hay posibilidades
de no salir perdedor del todo en cada día de la vida, pero tampoco siempre no se es ganador. Si no es ella, de
seguro ya se presentaran otras oportunidades, a pesar que el tiempo me está
llevando ventaja en la carrera de la vida. Pronto me encontrare
con ese alguien que se sentara junto a papa, mama y yo en la mesa para
intercambiar sonrisas, anécdotas y, sobre todo, para iniciar su participación en
lo que resta de mi vida.
pAnChItO