Hace casi 1 mes, a raíz que estaba
por empezar la Feria del Libro en Lima, un grupo de estudiantes de literatura,
de una Universidad particular, me contactaron para hacerme algunas preguntas
como parte de un trabajo sobre este evento. Debo de reconocer que me entusiasmo
la idea y me alegro que jóvenes estudiantes en letras se interesan en lo que escribo
y sobretodo me vean como un escritor, pues así me llamaron. “Pronto lo seré” –les
respondí a manera de no afirmar aun que lo soy y dentro de mi saber que puede o
no que lo sea. Accedí a reunirme con
ellos y me dije a mi mismo que sería lo más sincero posible en mis respuestas.
Llegando al restaurante, donde me citaron para la entrevista, los encontré con una
grabadora de voz y todos con sus libretas de apuntes. Yo estaba algo nervioso,
pero dispuesto a empezar la entrevista. Pensé que serían muchas las preguntas
que me harían, que sería un cuestionario que pondría a prueba toda la
experiencia de mi vida profesional. No estaba muy seguro de ser un gran
periodista o escritor, pero si estaba seguro que podría decirles algo o muchas
cosas de utilidad. Eran 2 chicas y 3 chicos, muy jóvenes todos, pero con mucho
interés en su profesión y por ende en lo que podían aprender de mí. Sonaba bien
eso. Eran tan aplicados que me intimidaban de solo ver como preparaban esa
entrevista delante de mí. Yo estaba aprendiendo mucho de ellos y a cambio debía
de darles las mejores respuestas a aquellos jóvenes ávidos de conocimientos. Yo
quería contribuir en algo a su trabajo de investigación, a su vida profesional
y quizá a ellos como personas. Como decía líneas arriba, debía de contestarle
todos sus preguntas con sinceridad- eso incluye decirle que no sé cuándo sea así
y averiguarlo, investigarlo y ponerme en contacto con ellos cuando
tenga la respuesta; quizá para discutirlo, porque de seguro ellos ya tendrían
la respuesta para ese entonces-. Sin más preámbulo empezó la entrevista y de
las pocas preguntas que me hicieron, definitivamente esta fue la mejor: ¿A un escritor
lo podemos conocer como persona por lo que escribe? Mientras miraba si ya
llegaban las empanadas y los jugos surtidos de frutas, que habíamos pedido, les
dije que era una excelente pregunta y aunque nunca me la habían hecho
anteriormente, tenía el 99% de la respuesta conmigo. Ya con los pedidos en la
mesa y luego de darle el primer sorbo al jugo de papaya y naranja, mientras también
exprimía el limón sobre mi empanada de carne, les dije que creía que un futuro escritor
empieza a escribir por el gusto de hacerlo, por el gusto de expresar algo que
nos molesta, que nos duele en el alma o nos enfurece, y también por lo que nos
pone contentos. Paralelamente, un escritor también es un lector empedernido que
anda detrás de información, del entretenimiento, además que su cerebro se
vuelve una esponja que absorbe todo vocabulario, técnica y demás de como
escriben los autores que está leyendo. El escritor es consciente de que mucho
de lo que calla, o mejor dicho lo que no escribe, le seguirá dando vueltas a la
cabeza, persiguiéndolo constantemente hasta que sentirá que no puede ir en contra
de sus principios al querer escaparse de la realidad
en sus escrituras y termina contándolo en muchas líneas . Muchos soñamos con
ser escritores y siempre en nuestro día a día encontramos la materia prima para
seguir con este oficio. Podemos escribir sobre lo que nos sucede o sucede a nuestro
alrededor, algún acontecimiento sorprendente o extraño y siempre expresamos ,muchas veces, inconscientemente
lo que pensamos; siempre tratando de no manchar
honras, ni dejar heridos con ese lápiz que muchas veces puede ser más peligroso
que un puñal. Eso sí, para escribir algo o llegar a ser escritores debemos de
ser lo más exigentes que podamos con nosotros mismos a la hora de escribir,
porque puede que muchos que se estén iniciando en la lectura al leernos toman
nuestro modelo de escribir como referencia para crear su propio estilo. Las
empanadas y los jugos ya estaban por la mitad y pensé que había tardado mucho
en darles una clara respuesta. Concluí que a un escritor se le podía conocer en
gran parte por lo que escribe, porque quien escribe cuentos, novelas o columnas
de opinión no puede escapar de sí mismo, inclusive aquellos que siempre cuentan
algo que alguien les contó o le dijo que cuenten. Algo así como un cocinero que
por más que vea una receta y diga que la puede hacer al pie de la letra,
siempre dejara algo de si, su propia sazón, su característica; lo que de seguro
será del gusto del comensal, la razón que los harán volver a ese lugar para
seguir consumiendo ese plato. Cuando termine de hablar, no sabía si había
dejado satisfechos a los 5 estudiantes que estaban enfrente de mí. Ya no había
más preguntas, la entrevista había terminado. En sus rostros note que deje el mensaje,
que me pude expresar de la manera más correcta. Estábamos a punto de
despedirnos cuando una de las chicas abrió su computadora portátil y en unos
segundos me mostró en la pantalla una de mis últimas columnas que había escrito
y me dijo, con una sonrisa: “ya sé quién es el protagonista de estas líneas”.
Me puse colorado, les dije que ya conocían al personaje. Entre todas nuestras
carcajadas, yo sentía que había contribuido mucho con ellos al aceptar que me
entrevisten. Llego el momento de la foto, todos sonrientes, casi como lo que ya
éramos: amigos. Les pedí me hagan llegar una copia del trabajo para tenerla de recuerdo
y me retire diciéndoles, con una pícara sonrisa, que si en una de mis próximas columnas
creían aparecer uno de ellos o todos, era pura coincidencia. El solo pensar que
esta experiencia me había dejado mucho de que escribir me llenaba de adrenalina.
Felizmente siempre llevaba conmigo mi libreta de apuntes. Saliendo del
restaurante ellos se iban hacia su facultad universitaria y yo a mi hogar para
seguir escribiendo. Mientras iba camino al paradero, para tomar el bus, sentí
que no era descabellado empezar a ser un escritor en todo el sentido de la
palabra. Sabía que tomando ese bus llegaría a casa para ponerme a escribir. Ya
estaba en camino a ser un escritor.
pAnChIto