El
calor enciende el día, pero también enciende los ánimos de las personas para
bien o para mal. Hoy en Lima amaneció con un sol fuerte y el
calor parece que puede aumentar. No voy a decir que me muero de calor, pero si se
nota que es verano. No es un verano
intenso, las cosas están dentro de la normalidad, pero he observado
comportamientos extraños en las personas que están a mí alrededor, y en mí mismo,
algunos para bien y otros para mal. Creo que mi actitud para esta temporada no está
del todo mal, aunque dejo que me juzgue el lector.
Con un
día soleado desde muy temprano, parece que todo pinta para bien. Da la
impresión que entre la luz del Sol y un pequeño viento, propio de las primeras
horas del día, todos se desplazaran por las calles con alegría, intercambiando
sonrisas, sobre todos los chicos con las chicas y habrán muchos motivos para
ser feliz. Hasta este momento a todos nos gusta el verano. En mi casa, hace ya
algunos días, están haciendo algunas unas refacciones en el último piso. Una de
ellas consiste en levantar una pared que colinda con la casa del costado, en la
cual habitan antiguos vecinos, quienes guardan una amistad de años con papa y
mama, además que sus hijos con mi hermana y yo también nos conocemos desde
pequeños. El último fin de año, luego de las doce, ambas familias nos
confundimos entre abrazos y buenos deseos. Yo que me conozco con todos los
chicos y chicas contemporáneos conmigo de esa familia-como lo decía-, aproveche
la oportunidad para saludar a una de las chicas, a quien quiero, como solo ella
lo sabe, por lo que esa vez, después de mucho tiempo, le pude estampar un beso
en la mejilla, que para mí es inolvidable. Entonces parecía que todos andaba
bien entre los vecinos; pero sucedió algo inesperado en los primeros días del
año: el albañil y los trabajadores que levantan aquella pared, quienes también
son del barrio, donde vivimos, y papa y mama los conocen desde pequeños, al
igual que también lo hacen mis susodichos vecinos, parece no se percataron que
al picar una columna antigua en la pared, esta soltaría desmonte que caería directo
a la lavandería de la casa vecina. Fue cuando
unos de los miembros de la casa pego un grito, que mama escucho hasta la sala.
Él se dirigía al albañil, un contemporáneo suyo y mío de pichangas futbolísticas,
de cuando todos andábamos por los 10 años de edad o hasta menos. Si sigues
picando sin cuidado, seguirá cayendo todo ese material a mi lavandería, y podrías
lastimar a alguien que está tendiendo ahí, y yo te voy a demandar... ‘ctm’-dijo
el muy enfurecido- Todos nos quedamos atónitos, desde el albañil hasta los vecinos
de casas más allá, quienes escucharon tamañas advertencias. No lo podía creer,
viejos amigos discutían, el amenazaba con demandarlos, pero miraba
desafiantemente a nosotros- mama y papa -, pues en realidad, si demandaría a alguien,
seria a mis padres, quienes son los dueños de la propiedad. En ese momento salía
de su casa, ubicada enfrente, el abogado de la cuadra, quien es también un
vecino antiguo del barrio. Por los rostros de todos quienes estábamos ahí, yo estaba
seguro que muchos pensábamos lo mismo: el seria contratado por el vecino para
entablarnos una demanda. En fin, un silencio se apodero del ambiente y el mal
momento parece que no paso a mayores. No falto alguien, por ahí, que dijo que
todo de seguro era producto del calor, y por tanto no se volvería a repetir. Aunque
sospecho, por la mirada del vecino abogado, que a alguien le hubiese convenido
que la demanda se haga realidad. El calor seguía haciendo de las suyas, y en esta
oportunidad me volví yo una víctima de este .Mi nueva vecina, en realidad es así,
porque hace no más de 4 años que se casó con un vecino de toda la vida ,por lo
que se mudó a vivir aquí, sale a pasear todas la mañanas al parque con sus mascotas, y yo que
acostumbro a ir al mismo parque a trotar y a veces a correr-si así el físico lo
permite-, por lo que coincido con ella
en el camino e intercambiamos saludos
para encontrarnos otra vez en el parque y volver a saludarnos, aunque siempre
de lejos. Yo que pensaba que mi vecino,
un muchacho tranquilo y callado como yo, y también con poca suerte con las
mujeres, siempre andaría solo en la vida; pero hoy es considerado como un
ganador por todos los varones del barrio, ya que pensamos que está casado con una de las
mujeres más lindas de la zona. No puedo resistirme más, simplemente, ella es
una belleza de mujer, y por ese motivo no me importa el saludarla una y otra vez,
así deje en evidencia que me vuelve loco. El calor de esta temporada me permite
verla en el parque usando escotes, faldas o shorts cortos que le hacen resaltar
sus bien formadas piernas, algo que enciende mis ganas de abrazarla y soñar que
un día será mi pareja. Yo sé que es imposible que todo eso suceda, pero eso solo
pasa por mi mente y me convierte, en cierta forma, en un mal vecino y en un
felón, aunque todo nunca se lleve a cabo, pues soy un hombre inofensivo y que
ya hace un buen tiempo aprendió a atar bien los pies sobre la tierra, y también
el evitar problemas.
Por
último, un vecino algo mayor de años que yo, hace algunos días ha aparecido con
una mascota, un perro grande y que, como todos los perros, gusta de meterse a
los jardines de los vecinos para hacer sus necesidades fisiológicas, que por
naturaleza también lo hacemos todos. Muchas veces, mama nos ha contado que ha
sorprendido a esta mascota queriéndose meter al jardín que tenemos fuera de
casa, pero ella oportunamente lo ha espantado, y este se ha ido a los jardines
de otros vecinos para generosamente dejar un recuerdo ahí. Hoy por la mañana,
como terminando de poner la cuota de no muy pequeñas discusiones entre vecinos,
el perro cruzo al jardín de una vecina, quien vive a la vuelta de casa; no
sabemos cómo ella supo que ese perro fue
quien destruyo su jardín sacando todo el gras con sus patas, luego de mear y
defecar. Quizá ella estaba detrás de su ventana y observo todo. En fin, cuando
mi vecino, dueño de la mascota, compraba en la bodega de la esquina, y su perro
lo esperaba en la puerta, todo escuchamos
una voz que venía de la vuelta y que
le increpaba que no meta más a su perro para que malogre el jardín .El
vecino, quien ha vivido aquí desde hace muchos años y conoce de años a aquella
vecina, salió de la bodega , se paró con firmeza y dijo estas palabras que a muchos nos dejó sorprendidos y algo asustados por el tono
amenazador : “¡Calla tu bocaza! No te consta que mi perro ha ensuciado tu jardín.
Voy a meter de verdad a mi perro a tu
jardín para que ensucie y ahí puedas hablar con razón. ¡Déjenme tranquilo!, a mí todos me quieren hacer carga montón cuando hay muchos perros en esta zona que
se meten a los jardines. ¡No me jodan, por favor!”
El
vecino, como mucho de nosotros, también fue víctima del calor. Ese calor que no
solo enciende los ánimos, sino también las pasiones que uno pueden llevar dentro,
como me sucedió a mí. Hasta ahora no se si este golpe de calor, que me afecto, puede
ser más peligroso y deplorable que el insultar o amenazar a un vecino.
pAnChItO.