Llegué a Lima en un amanecer, de día domingo, de un mes del
año que paso. El cielo todavía lucia oscuro cuando recogía mis maletas y me
apuraba por salir y coger el primer taxi
que me lleve a casa. Tenía la alegría de volver a ver a mis padres, del saber
que volvería a estar con ellos por una buena temporada y, al fin, del poder
hacer muchas cosas que estaban pendientes en casa y en mi ciudad. Estaba
contento de volver a casa, eso era lo importante, lo que le daba sentido a esa
llegada. Por Fenómenos Naturales, el verano, en Lima, se había prolongado y cuando
llegue, aun pude gozar del Sol, el cual siempre
fue la inspiración para crear, para hacer arte y para pensar que conocería a
alguien muy especial. Fue así que en
esos días me invadió un presentimiento, que en mi ciudad, Lima, conocería a quien
había buscado por tanto tiempo. Seria por fin ‘La Mujer de mi Vida’. El hallazgo de aquella
desconocida persona me había sido
esquiva aquí, en mi ciudad, y en todas
las ciudades en donde viví en los
últimos 5 años. Pero un día sucedió lo
inesperado para mí: en una situación bastante
inusual y rara, conocí a una chica espectacular; no solo lo digo solo por su
aspecto físico, sino por quién es y por
lo que demostraba que llevaba en su corazón, con solo el hablar y sonreír. Al
verla, la identifique como aquella persona que hace mucho tiempo aparecía en
mis sueños y en mis mejores fantasías. En ese momento reflexione del por qué Dios hace las cosas, y de
su confabulación con el destino para que
yo este de vuelta en mi ciudad de origen; por lo que concluí que esa indefinida visita a Lima era
para conocerla, para verla por fin, y para pensar en hacer todo lo posible por tenerla por siempre conmigo. Desde ese momento
los días ya no fueron los mismos, cada
uno de ellos empezaba con un motivo para sonreír y terminaban con un verdadero
motivo para echarse a dormir tranquilo y pensando que ya todo estaba por
resolverse. Hace tiempo no había sentido por nadie lo que sentía por aquella
muchacha. Tampoco me importaba si yo para ella era el ideal, solo me bastaba
con decirme que con lo que a mí respecta: yo era para ella. Hace mucho tiempo
que no veía a alguien con quien deseaba
pasar todo el resto de mi vida y dejar de lado a la Soledad, que muchas veces
me pareció ser la perfecta compañía. Los
nervios que tuve en mis días de
adolescente, cuando conocía a una nueva chica y temblaba por conquistarla y
declararle mi amor, habían regresado con fuerza. No quería quedarme sin ella,
ni quería luchar por su amor y al final fracasar en el intento. Recuerdo que en una noche, en medio del
parque, por los ánimos por el creer que
podría conquistarla, grite: ¡Que me importa el mundo si ella al final será mía!
Fui optimista, algo raro e mí, pero el amor hacia milagros y me había hecho cambiar
de parecer en cuanto a eso. Había pasado muchas veces por esta situación, en
donde creí haber encontrado la mujer ideal, pero nunca se concretaban las cosas, y debo de
reconocer que todo ha sido por mi
responsabilidad. Se dice que uno siempre
aprende de las malas experiencias, pero yo no aprendí de ellas. Hoy, después de
todos estos meses de haber batallado en una lucha ya perdida y, por ende, mi
desgaste en vano, creo que perdí la tranquilidad que poseía antes de conocerla.
Ahora sé que existe una mujer diferente a las demás, la cual no será para mí;
lo cual me hace daño, una vez más.
Paralelamente a esta situación, durante todo este tiempo,
aparecieron otras chicas que me
ilusionaban y me indicaban que aquí, en Lima,
de todas maneras, conocería a la persona que siempre anduve buscando.
En estos meses en casa: los almuerzos y cenas junto a mis
padres fueron los mejores momentos que he
pasado; ya que siempre sospechaba que en poco tiempo, en esa misma mesa, también nos acompañaría esa persona que
ya estaba rondando por mi vida, y que tenía que estar junto a mí.
Entre tantas cosas que pensaba, al fin creía que vería esa sonrisa de tranquilidad en el rostro de papa;
ya que por muchos años él espera que mi
situación se resuelve en ese aspecto de la vida. No había tiempo para más, los
días corrían y yo sabía que esto se acababa y todo debería de definirse en un abrir y cerrar de ojos. Pero un día el sol se apagó y los días y noches se
volvieron más frías. El invierno había llegado, y con ello aparecían las
primeras dudas de que si todo se
cumpliría, tal como lo había pensado cuando llegue a esta ciudad, mi cuidad. No
estaba autorizado por mi conciencia para el rendirme tan pronto. Entonces, decidí que el
clima de invierno no terminaría con mi
ilusión; por lo que yo continuaría de
pie en esta batalla que no la veía del todo favorable para mí. La chica a quien
había conocido, solo una semana luego de haber llegado a la ciudad, aún mantenía
contacto conmigo, pero esto no me indicaba que ella también tenía cierto
interés por mí. La poca simpatía que ella tenía hacia mí parecía desaparecer con el
correr de los días. Yo había puesto todas
las cartas sobre la mesa y seguí insistiendo hasta que llegó el momento más
difícil de todo esto: ella me empezó a evitar y
ya no contestaba a mis llamadas.
Parecía que el castillo que construí de puras ilusiones se empezaba a
derrumbar.
El día de mi cumpleaños, a pesar que perdiendo la dignidad le
comunique cuando era la fecha, no recibí ninguna llamada o un mensaje de saludo
por parte de ella. En ese momento y después de tantas cosas, pocas felices, que
habían sucedido entre nosotros, comprendí que esa batalla ya estaba perdida y
que, aunque me cueste, debía iniciar el retiro; pues tarde o temprano
terminaría del todo derrotado y con el ánimo y las fuerzas por los suelos. Las otras chicas, a quienes conocí
durante este tiempo, también mostraron
un comportamiento evasivo hacia mí. Ellas no querían ya seguir en contacto
conmigo, inventaban miles de pretextos para evitar el salir juntos. Debí de comprender que por aquí no estaba la
persona con quien siempre he soñado. Estaba
más confundido que nunca. Si no son
ellas las chicas que podrían corresponderme, ya que en algún momento de mi vida
me sonrieron, aceptaron mis piropos y me siguieron la corriente a mis intentos
poco disimulados de tener algún tipo de relación con ella, ¿Quién podrían ser?
Desanimado del todo y consciente que me traicionaron tantas falsas esperanzas,
que yo mismo deje crecer en mí, decidí descansar por un buen tiempo y ya no
molestarlas. Hoy por la mañana, recibí la llamada de un directivo de una de las
empresas, en donde labore hace algunos años. Se había recordado de mí y me dijo que mi perfil encajaba para un
nuevo proyecto que tenía en la puerta del horno. Para esto debía volver a
mudarme a aquella ciudad, en donde radique por casi 2 años. No la pase mal ahí:
me fue bien en el trabajo, en la comida
y en el costo de vida; aunque tampoco
ahí pude encontrar a quien buscaba. Lima siempre será una ciudad especial para
mí, una de mis predilectas para vivir; aquí nací y pase la mayoría de años de mi vida, pero es
hora de empacar maletas: “hay trabajo
allá afuera”. Debo de ser sincero, estaba a la
espera de un nuevo empleo con la misma remuneración, que me pagaran allá afuera,
pero con el plus de que será aquí, en mi ciudad .Pero
dado todo lo que me ha sucedido con
todas esas desilusiones y principalmente con aquella chica que conocí apenas
llegue a Lima, y de la cual me enamore
perdidamente, he aceptado volver a instalarme muy lejos de aquí. Quizá es una
oportunidad que me da el destino para alejarme de ella, porque al estar yo en Lima y el saber que nunca será mía, me
entristece. Amo a mis padres y no olvidare esta temporada que he pasado con
ellos. Felizmente ambos siempre apoyaron la carrera que elegí, y lo que implica del trabajar lejos de aquí. Hoy debo de salir de nuevo. Por más que quiera
mentir y me diga una y otra vez que estoy contento de volver a salir a trabajar
fuera, sé que ella aún se aloja en mi mente, y desde ahora ya siento la tristeza por estar lejos de esta ciudad, donde
ella vive. Aun no entiendo al destino: me trajo aquí para encontrar al amor de
mi vida-según yo- , y hoy me vuelve a dar la señal que debo de irme
porque sufro por aquella chica que vive
aquí y nunca será mía. De repente a quien yo no entiendo es a mí mismo. No sé por qué
motivo siempre me suceden estas cosas. Lo único que sé es que esta vez me voy por un solo motivo: “Aquí no encontré lo que buscaba”
pAnChItO.